lunes, 31 de enero de 2011

LOS MELLIZOS de CHARLES BUKOWSKI

A veces él me insinuaba que yo era un bastardo y yo le
decía
que escuchara a Brahms, que aprendiera a pintar y beber
y no ser dominado por mujeres ni dólares
pero sólo me gritó: !Por el amor de Dios, recuerda a
tu madre, recuerda a tu patria,
nos vas a matar a todos...!

me muevo a través de su casa (de la cual aún debe 8000
dólares después de 20 años en el mismo empleo) y miro
sus zapatos muertos, la forma en que sus pies enroscaron
la piel como si hubiera estado enojado plantando sus rosas,
y sí que lo estaba,
y miro su cigarrillo muerto, su último cigarrillo y la
última cama sobre la cual durmió esa noche, y siento
como si debiera tenderla, pero no puedo, pues tu padre
siempre es el amo aún después de muerto;
supongo que estas cosas suceden
y no puedo dejar de pensar en:
morir sobre el piso de la cocina a las 7 de la mañana
mientras otras gentes fríen sus huevos,
no es duro
a menos que a ti te suceda.
salgo y corto del árbol una naranja y le quito la piel
luminosa,
las cosas siguen con vida, el pasto crece bastante bien,
el sol manda sus rayos circundados por un satélite ruso,
un perro ladra sin sentido en algún lugar,
los vecinos fisgonean a través de las persianas.
aquí soy un extranjero y (supongo) he sido algo pícaro,
no dudo que él me haya pintado bastante bien (el viejo
y yo peleábamos como leones monteses) y dicen que dejó todo
a una mujer en Duarte; me vale madre, puede quedarse
con todo,
él era mi viejo
y ya murió.

ya dentro, me pongo su traje azul claro,
el mejor que me haya puesto en toda mi vida,
y aleteo las mangas como un espantapájaros al viento
pero de nada sirve:
a pesar de tanto odio que hubo entre nosotros
lo quiero mantener con vida pero no puedo.

nos parecíamos, bien pudimos haber sido mellizos
el viejo y yo, eso decían.
él siempre tenía listos los bulbos para ser sembrados
mientras yo estaba acostado con una puta de la calle
tercera.

muy bien. concédanos este momento:
parado frente al espejo
en el traje de mi padre muerto
esperando también
a la muerte.

Charles Bukowski.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

peleabamos como leones monteses!

Anónimo dijo...

peleabamos como leones monteses!