tag:blogger.com,1999:blog-22257963978917634322024-03-19T09:48:24.906+01:00SOLO BUKOWSKIEL MAYOR ARCHIVO DE LA RED DEL POETA Y ESCRITOR CHARLES BUKOWSKIsolobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.comBlogger863125tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-2330419063034629292014-02-14T05:00:00.004+01:002014-02-14T05:00:00.745+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 87 - FINALLa Agencia de Trabajadores para la Industria estaba emplazada justo al lado del aserradero. Los vagabundos estaban mejor vestidos, eran más jóvenes, pero igualmente desclasados. Se sentaban por ahí en los bordes de las ventanas, encogidos, calentándose con el sol y bebiendo el café gratis que la Agencia ofrecía. No tenía leche ni azúcar, pero era gratuito. No había valla de alambre que nos separara de los empleados. Los teléfonos sonaban más a menudo y los empleados estaban mucho más relajados que en el mercado de las granjas.<br />
Me acerqué al mostrador y me dieron una tarjeta y una pluma atada con una cadenita.<br />
—Rellénela —me dijo el encargado, un joven mexicano de agradable apariencia, que<br />
trataba de ocultar su cálida naturaleza bajo una frialdad profesional.<br />
Empecé a rellenar la tarjeta. En el apartamento de mi dirección y número de teléfono<br />
escribí: «No tengo.» Luego en el apartado de estudios y habilidades profesionales escribí:<br />
<br />
«Dos años en el City College de L.A. Periodismo y artesanía.»<br />
Entonces le dije al empleado. —He estropeado esta tarjeta. ¿Me puede dar otra?<br />
Me dio otra. Escribí entonces: «Graduado en la Es-<br />
cuela Superior de Los Angeles. Encargado de envíos, empleado de almacén, mozo de<br />
<br />
carga. Algo de mecanografía.»<br />
Le entregué la tarjeta.<br />
—De acuerdo —dijo el empleado—, siéntese y veremos si aparece algún trabajo.<br />
<br />
Encontré un hueco en el borde de una ventana y me senté. Un negro viejo estaba sentado a mi lado. Su rostro era interesante; no tenía el usual aire de resignación de la mayoría de nosotros. Parecía como si estuviese tratando de no reírse de sí mismo y de todos los demás.<br />
Se dio cuenta de que le miraba. Me sonrió.<br />
<br />
—El tío que lleva esto es un tío con cojones. Le echaron del trabajo en granjas, se cabreó, vino aquí y comenzó todo esto. Se ha especializado en el trabajo a destajo. Si alguien, por ejemplo, quiere tener un camión descargado rápido y barato, llama aquí.<br />
—Sí, ya he oído.<br />
—Si un tío necesita tener un camión descargado en poco rato y a poco precio, llama<br />
aquí. El tío que lleva esto se lleva el 50 por ciento. Nosotros no nos quejamos. Cogemos lo<br />
<br />
que él nos consiga.<br />
—Por mí está bien. Mierda.<br />
—Pareces un poco amuermado. ¿Te encuentras bien?<br />
—Perdí a una mujer.<br />
—Tendrás otras y las volverás a perder.<br />
—¿Adonde se van?<br />
—Prueba un poco de esto.<br />
Era una botella metida en una bolsa. Me tomé un trago. Era oporto.<br />
—Gracias.<br />
—No hay mujeres por los alrededores del aserradero.<br />
<br />
Me volvió a pasar la botella.<br />
—No dejes que nos vea bebiendo. Es una de las cosas que no soporta<br />
Mientras estábamos allí sentados bebiendo, llamaron a varios hombres y se marcharon<br />
a trabajar. Eso nos animó. Por lo menos había un poco de acción.<br />
<br />
Mi amigo negro y yo aguardamos, pasándonos la botella el uno al otro.<br />
Pronto se vació.<br />
—¿Dónde está la tienda de licores más cercana? —pregunté.<br />
<br />
Apunté la dirección y salí. Por alguna razón siempre hacía calor durante el día en las proximidades del aserradero de Los Angeles. Veías a viejos vagabundos paseando por ahí con pesados abrigos en mitad de la calorina. Pero cuando llegaba la noche y el albergue de la<br />
<br />
misión estaba repleto, aquellos abrigos eran su mejor garantía de supervivencia.<br />
Cuando volví de la tienda de licores mi amigo seguía todavía allí.<br />
Me senté y abrí la botella, le pasé la bolsa.<br />
—Mantenla baja —me dijo.<br />
Se estaba bien allí, bebiendo vino sin preocupaciones.<br />
Unos cuantos mosquitos comenzaron a revolotear a nuestro alrededor.<br />
—Mosquitos del vino —dijo él.<br />
—Los hijos de puta son unos adictos.<br />
—Saben lo que es bueno.<br />
—Beben para olvidar a sus mujeres.<br />
—Solamente beben.<br />
<br />
Di un manotazo en el aire y atrapé a uno de los mosquitos vinateros. Cuando abrí la mano todo lo que pude ver en mi palma fue una diminuta mancha negra y la extraña intuición de un par de alitas. Kaputt.<br />
—¡Ahí viene!<br />
Era el agradable joven que dirigía el lugar. Se plantó delante nuestro.<br />
—¡Muy bien! ¡Vayanse de aquí! ¡Salgan cagando leches de aquí, jodidos borrachos!<br />
¡Váyanse volando antes de que llame a la policía!<br />
<br />
Nos llevó hasta la puerta, empujándonos y maldiciendo. Me sentí culpable, pero no me enfadé. A pesar de que nos iba dando empellones yo sabía que en realidad no estaba molesto con nosotros, era un chico agradable. Llevaba un grueso anillo en su mano derecha.<br />
<br />
No íbamos lo bastante deprisa y recibí de lleno el anillo en el ojo izquierdo; sentí cómo la sangre me empezaba a caer y luego noté cómo se hinchaba. Mi amigo y yo nos vimos de patas en la calle.<br />
Nos alejamos caminando. Encontramos un portal y nos sentamos en el escalón. Le<br />
<br />
pasé la botella. Le pegó un trago.<br />
—Buen vino.<br />
Me pasó la botella. Pegué un trago.<br />
—Sí, buen vino.<br />
—El sol ya está alto.<br />
—Sí, el sol está bien alto.<br />
Nos sentamos en silencio, pasándonos la botella el uno al otro.<br />
Se acabó la botella.<br />
—Bueno —dijo él—, me tengo que ir.<br />
—Hasta la vista.<br />
Se alejó. Yo me levanté y me fui en dirección opuesta, di la vuelta a la esquina y subí<br />
por Main Street. Seguí caminando hasta que llegué al Roxy.<br />
Había fotos de las bailarinas colocadas con chinche-tas detrás de un cristal junto a la<br />
puerta. Entré y compré un ticket. La chica de la taquilla tenía mucha mejor pinta que las de las fotos. Ahora sólo me quedaban 38 centavos. Me introduje en el oscuro teatrillo de ocho<br />
filas. Las tres primeras filas estaban llenas.<br />
<br />
Tuve suerte. La película había terminado y la primera bailarina acababa de empezar el strip-tease. La primera solía ser habitualmente la peor, una veterana venida a menos, relegada ahora a menear la pierna en el coro la mayoría de las veces. Aquí teníamos a Darlene como apertura. Probablemente alguna otra había sido asesinada o tenía la regla o había tenido un ataque de histeria y esta<br />
había sido la oportunidad para Darlene de volver a bailar sola.<br />
<br />
Pero Darlene era una tipa legal. Flaca, pero con buenas tetas, un cuerpo como un sauce. Y al final de aquella esbelta espalda, de aquel cuerpo como un junco, había un enorme trasero. Era como un milagro —suficiente para volver loco a un hombre.<br />
<br />
Darlene iba vestida con un largo traje de terciopelo negro, con la falda cortada muy alta, sus muslos y panto-rrillas eran de un blanco mortecino en contraste con el negro del vestido. Bailaba y nos miraba a través de unos ojos espesamente pintados. Esta era su oportunidad. Quería volver, ser otra vez una bailarina cotizada. Yo estaba de su parte. Mientras se bajaba las cremalleras más y más partes de su cuerpo iban quedando al descubierto, deslizándose fuera del terciopelo negro, las piernas y la pálida carne. Pronto su atuendo quedó reducido al sujetador rosado y a la mínima braguita enjoyada —con los dia- mantes de baratija agitándose y destelleando mientras bailaba.<br />
<br />
Darlene siguió bailando y se agarró a la cortina del escenario. La cortina estaba raída y mugrienta. La abrazó, bailando al ritmo de los cuatro tíos de la banda y la luz intermitente de los focos.<br />
<br />
Empezó a follarse la cortina. La banda aceleró su ritmo. Darlene se estaba cepillando realmente la cortina; la banda le daba más marcha y ella seguía la marcha. La luz rosada cambió repentinamente a púrpura. La banda se puso de pie, tocó con todas sus ganas. Ella pareció llegar al climax. Su cabeza cayó hacia atrás, su boca se abrió...<br />
<br />
Entonces se incorporó y volvió bailando hasta el cen-1ro del escenario. Desde donde yo estaba pude oírla cantar para sí misma por debajo de la música. Cogió un tirante de su sostén y se lo quitó con un veloz movimiento, un tío de la tercera fila encendió un cigarrillo. Sólo quedaba la braguita enjoyada. Se metió el dedo en el ombligo y gimió.<br />
<br />
Siguió bailando en el centro del escenario. La banda tocaba ahora muy suavemente. Comenzó a menearse con dulzura. Se nos estaba follando a todos. La reluciente braguita se balanceaba lentamente. Entonces los cuatro tíos de la banda comenzaron a arremeter de nuevo con un crescendo progresivo. Estaba apoyando la culminación del acto; el batería estaba sacudiendo un repiqueteo de tambores como el fuego de una ametralladora; parecían agotados, desesperados.<br />
<br />
Darlene se acarició las tetas, enseñándonoslas; sus ojos luminosos relucían con la plenitud del sueño, sus labios estaban húmedos y abiertos. Entonces se giró rápidamente y agitó su espléndido trasero delante nuestro. Los adornos saltaban y flasheaban entre destellos, enloquecían, centelleaban. Los focos temblaban intermitentes en el paroxismo, danzando como astros desorbitados. La banda tocaba una música frenética, desenfrenada. Darlene vibraba como una poseída. Se quitó la braguita enjoyada. Yo miré, todos miraron. Pudimos ver los pelos de su coño a través de la braga de malla color carne. La banda la estaba sacudiendo de verdad, sus nalgas pare-cían e! corazón vivo del mundo.<br />
Y a mí no se me pudo poner dura.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">" FINAL "<br />
<br />
</div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-46793315812120165112014-02-12T05:00:00.000+01:002014-02-12T05:00:03.329+01:00"TRISTEZA EN EL AIRE" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/T1lttOJ-G6w?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/T1lttOJ-G6w?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-24785611315055486382014-02-10T05:00:00.000+01:002014-02-10T05:00:00.741+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 86El mercado de trabajo en granjas estaba entre la Quinta y la calle San Pedro. Tenías que presentarte allí a las 5 de la mañana. Aún era de noche cuando llegué. Los hombres estaban ahí quietos, sentados o de pie, liando cigarrillos, hablaban poco. Todos aquellos "lugares tenían siempre el mismo olor —olor a sudor rancio, orina y vino barato.<br /><br />El día anterior había ayudado a Jan a mudarse a casa de un tío gordo, funcionario de hacienda, que vivía en Kingsley Drive. Me quedé en el vestíbulo fuera de su vista y observé cómo el tío la besaba; luego entraron juntos en el apartamento y la puerta se cerró. Salí y bajé caminando por la calle solo, fijándome por primera vez en la cantidad de pedazos de papel volatineros y la basura acumulada cubriendo las aceras. Nos habían echado del apartamento. Tenía 2 dólares y ocho centavos. Jan me prometió que esperaría hasta que mi suerte cambiara, pero me resultó difícil creérmelo. El funcionario de hacienda se llamaba Jim Bemis, tenía una oficina en Alva-rado Street y mucha pasta.<br />—Le odio cuando me folla —me había dicho Jan. Ahora probablemente le estaba<br />diciendo lo mismo acerca de mí.<br /><br />Las naranjas y los tomates estaban apilados en cestas y aparentemente eran gratuitos. Cogí una naranja, mordí la piel y chupé el zumo. Había agotado mi seguro de desempleo después de que me echaran del hotel Sans.<br /><br />Un tío de unos cuarenta años se me acercó. Su cabello parecía muerto, de hecho no parecía un cabello humano, sino más bien cordones de hilo. La potente luz que venía del techo le daba un aspecto cadavérico. Tenía lunares marrones en la cara, la mayoría<br /><br />acumulados alrededor de su boca. De cada uno surgían dos o tres pelos negros.<br />—¿Qué tal? —me dijo.<br />—Bien.<br />—¿Te gustaría que te la chupase?<br />—No, creo que no.<br />—Estoy caliente, tío, estoy excitado. Lo hago muy bien, de verdad.<br />—Mira, lo siento, no me va.<br /><br />Se alejó cabreado. Miré a mi alrededor en la gran nave. Había unos cincuenta hombres esperando. Había también diez o doce contratistas sentados en sus escritorios o paseando por ahí. Fumaban cigarrillos y parecían más preocupados que los vagabundos. Los contraristas estaban separados de nosotros por una pesada verja de alambre, del suelo al techo. Alguien la había pintado de amarillo. De un amarillo muy Cuando un contratista quería hacer una transacción con un vagabundo, quitaba el cerrojo y abría una ventanilla de cristal que había en la verja. Cuando finalizaba el papeleo, el contratista corría la ventanilla y le echaba el cerrojo, y cada vez que esto ocurría, la esperanza parecía desvanecerse. Todos nos incorporábamos cuando se descorría la ventanilla, cada oportunidad era nuestra oportunidad, pero cuando se cerraba, la esperanza se evaporaba. Entonces nos mirábamos unos a otros.<br /><br />A lo largo de la pared trasera, detrás de la valla amarilla y de los contratistas, estaban seis pizarras. Había tiza blanca y borradores, igual que en la escuela primaria. Cinco de las pizarras estaban limpias, aunque todavía se podían percibir vestigios fantasmales de anteriores mensajes, de trabajos ya concretados y perdidos para siempre en lo que a nosotros concernía.<br />Había un mensaje en la sexta pizarra:<br />SE NECESITAN RECOLECTORES DE TOMATES EN BASKERFIELD<br /><br />Yo creía que las máquinas cosechadoras habían acabado para siempre con los recogedores de tomates. Pero no era así. Al parecer el material humano era más barato que las máquinas. Y las máquinas se averiaban. Ajá.<br /><br />Me fijé en las personas que aguardaban —no había orientales, ni judíos, ni apenas negros. La mayoría de estos parias eran blancos pobres o chícanos. Los dos o tres negros que había estaban ya borrachos de vino.<br /><br />Entonces uno de los contratistas se levantó. Era un hombre de gran envergadura con barriga de bebedor de cerveza. Lo primero que veías era su camisota amarilla con rayas negras verticales. La camisa estaba superalmi-donada y llevaba brazaletes para mantener subidas las mangas, igual que los fotógrafos del siglo pasado. Se acercó y descorrió la ventanilla de cristal de la verja amarilla.<br />—¡Muy bien! ¡Hay un camión en la parte trasera que va para Baskerfield!<br />Corrió la ventanilla y echó el cerrojo, luego volvió a sentarse en su escritorio y<br />encendió un cigarrillo.<br /><br />Durante un momento nadie se movió. Entonces uno por uno aquellos que estaban sentados en los bancos comenzaron a levantarse y a estirarse. Sus rostros permanecían inexpresivos. Los hombres que habían estado arrojando los restos de sus cigarrillos al suelo y apagándolos con las plantas de los pies empezaron a circular cuidadosamente. Un lento éxodo general comenzó; todo el mundo se dirigió hacia una puerta lateral que daba a un patio vallado.<br />El sol estaba saliendo. Nos miramos los unos a los otros, de verdad, por vez primera.<br />Algunos sonrieron al reconocer alguna cara familiar.<br /><br />Nos pusimos en fila, dirigiéndonos a empujones hacia la parte trasera del camión, a la luz del alba. Era la hora de moverse. Estábamos subiendo a un camión del ejército veterano de la segunda guerra mundial con un techo de lona agujereada. Nos fuimos acercando, empujándonos con rudeza, pero al mismo tiempo tratando de mostrarnos un poco educados. Entonces sentí que alguien me tiraba de los hombros. Retrocedí.<br />La capacidad del camión era admirable. El enorme capataz mexicano permanecía<br /><br />subido a la caja del camión metiendo a la gente para adentro.<br />—Bueno, bueno, venga, venga...<br />La gente iba entrando con lentitud, como si se introdujese en la boca de la ballena.<br /><br />Los pude ver apelotonados dentro del camión y me fijé en sus rostros; estaban charlando con calma y sonriendo. Me repelían y al mismo tiempo me sentía muy solo. Entonces decidí que podía cosechar tomates, decidí meterme. Alguien me embistió desde atrás. Era una gorda mexicana que parecía muy sofocada. La cogí de las caderas y la ayudé a subir. Era muy pesada y difícil de manejar. Finalmente hice firme en algo; parecía que una de mis manos se había sumergido en lo más recóndito de su obeso culo. Conseguí hacerla indiferente.<br />subir. Entonces busqué un apoyo con mi mano y me dispuse a subir. Era el último. El capataz<br />mexicano me puso el pie en la mano.<br />—No —me dijo—, ya tenemos suficientes.<br />El motor del camión se puso en marcha, renqueó, se caló. El conductor volvió a<br />intentarlo. Arrancó y se fueron.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 87 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-80393512911902763872014-02-08T05:00:00.000+01:002014-02-08T05:00:01.092+01:00"LOS PERROS LADRAN CUCHILLOS" DE CHARLES BUKOWSKI<object type="application/x-shockwave-flash" data="http://www.ivoox.com/playerivoox_ee_386326_1.html" height="133" width="240"><param name="movie" value="http://www.ivoox.com/playerivoox_ee_386326_1.html"><param name="AllowScriptAccess" value="always"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="wmode" value="transparent"><embed src="http://www.ivoox.com/playerivoox_ee_386326_1.html" type="application/x-shockwave-flash" allowfullscreen="true" wmode="transparent" allowscriptaccess="always" height="133" width="240"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-57505267327860676682014-02-06T05:00:00.000+01:002014-02-06T05:00:03.778+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 85Los domingos eran cojonudos porque estaba solo, y no tardé en llevarme una botellita de whisky al trabajo. Uno de estos domingos, después de una noche de borrachera brutal, la botellita mañanera me dio la puntilla; perdí la noción de todo. Aquella noche, al llegar a casa, tenía la vaga impresión de haber tenido una actividad algo inusual. Se lo dije a Jan a la mañana siguiente, antes de irme al trabajo.<br />—Creo que ayer jodí la marrana. Pero a lo mejor son todo figuraciones mías.<br />Entré y fui a fichar en el reloj. Mi ficha no estaba en el panel. Me di la vuelta y fui a ver<br /><br />a la vieja que llevaba la oficina de personal. Cuando me vio pareció ponerse nerviosa.<br />—Señora Farrington, ha desaparecido mi ficha del reloj.<br />—Henry, yo siempre creí que eras un chico decente.<br />-¿Sí?<br />—¿Es que ya no te acuerdas de lo que hiciste? —me preguntó, mirando nerviosamente<br />a su alrededor.<br />—No, señora.<br />—Estabas borracho. Encerraste al señor Pelvington en el retrete de caballeros y no le<br /><br />dejabas salir. Le tuviste encerrado durante media hora.<br />—¿Qué le hice?<br />—No querías dejarle salir.<br />—¿Quién es?<br />—El gerente de este hotel.<br />—¿Y qué más hice?<br /><br />—Estuviste sermoneándole sobre cómo dirigir este hotel. El señor Pelvington ha estado en el negocio de hostelería durante treinta años. Le dijiste que las prostitutas debían ser hospedadas sólo en el primer piso y que debían someterse a exámenes médicos periódicos. No hay prostitutas en este hotel, Chinaski.<br /><br />—Oh, ya lo sé, señora Pelvington.<br />—Farrington.<br />—Señora Farrington.<br /><br />—También le dijiste al señor Pelvington que sólo hacían falta dos hombres para descargar los camiones en vez de diez, y que cesarían las sustracciones si a cada empleado se le diera una langosta viva para llevar a casa cada noche, en una jaula especialmente construida que pudiera llevarse en autobuses y tranvías.<br />—Tiene usted un gran sentido del humor, señora Farrington.<br /><br />—El guardia de seguridad no consiguió que soltaras al señor Pelvington. Le rompiste la gabardina, estabas frenético. Fue sólo después de que llamáramos a la policía cuando le dejaste libre.<br />—¿Debo presumir que estoy despedido?<br />— Presumes correctamente, Chinaski.<br />Salí por detrás de una pila de cestas de langostas. Cuando la señora Farrington dejó de mirarme, torcí hacia la cafetería de personal. Todavía tenía mi tarjeta de ali-<br /><br />mentación. Podía tomarme un último almuerzo de categoría. La comida era tan buena como la que les daban a los clientes en el piso de arriba y además te ponían mayores raciones. Agarré mi tarjeta y entré en la cafetería, cogí una bandeja, cuchillo y tenedor, una taza y varias servilletas de papel. Me acerqué al mostrador de la cocina. Entonces levanté la mirada. Clavado a la pared detrás del mostrador había un pedazo de cartón con una rotunda frase escrita en letras grandes:<br />NO LE DEN DE COMER A HENRY CHINASKI<br />Volví a dejar la bandeja y los cubiertos sin que se dieran cuenta. Salí de la cafetería.<br />Atravesé el patio de carga, luego salí al callejón. Me crucé con otro vagabundo.<br />—¿Tienes un cigarro, colega?<br />Saqué dos, le di uno y yo tomé el otro. Se lo encendí, luego encendí el mío. El se fue<br />hacia el este y yo hacia el oeste.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 86 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-9095613881191769732014-02-04T05:00:00.000+01:002014-02-04T05:00:06.233+01:00"EL HOMBRE DEL PIANO" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/OnNkUJCDADE?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/OnNkUJCDADE?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-23372795152942341122014-02-02T05:00:00.002+01:002014-02-02T05:00:04.016+01:00"EL AMANTE DE LAS FLORES" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/L4tyKj6cJYw?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/L4tyKj6cJYw?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-50964029322249567332014-01-28T05:00:00.000+01:002014-01-28T05:00:02.337+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 84El hotel Sans era el mejor de toda la ciudad de Los Angeles. Era un viejo hotel, pero tenía clase y un encanto que se echaba a faltar en los establecimientos más modernos. Estaba en la parte baja de la ciudad, directamente cruzando el parque.<br /><br />Era utilizado para convenciones de hombres de negocios y por putas de lujo de talento casi legendario —las cuales al final de sus lucrativas noches solían siempre dar una buena propina a los botones. Se oían también historias de botones que se habían hecho millonarios —fogosos botones con pollas de cuarenta centímetros que habían tenido la suerte de conocer y casarse con alguna rica cliente entrada en años. Y la comida, la LANGOSTA, los grandes chefs negros con larguísimos gorros blancos, que lo sabían todo, no sólo acerca de la gastronomía, sino también acerca de la vida y acerca de mí y acerca de todo.<br />Se me asignó a la sección de abastecimiento. Aquella sección de abastecimiento tenía estilo; había diez tíos para descargar cada camión, cuando sólo eran necesarios dos, como<br />máximo. Yo llevaba mis mejores trajes. Nunca toqué nada.<br /><br />Descargábamos (descargaban) todo aquello que entraba en el hotel, sobre todo alimentos. Parecía que los ricos no comían otra cosa que langostas. Continuamente llegaban cestas y cestas de ellas, deliciosamente rosadas y enormes, moviendo sus pinzas y antenas.<br />—¿Te gustan estas cosas, eh, Chinaski?<br />—Sí. Oh, sí —asentía yo.<br />Un día me llamó la señora de la oficina de personal. La oficina estaba al fondo del<br /><br />patio de carga.<br />—Quiero que te encargues de esta oficina los domingos, Chinaski.<br />—¿Qué tengo qué hacer?<br />—Sólo contestar el teléfono y contratar a los friegaplatos del domingo.<br />—¡De acuerdo!<br />El primer domingo fue cosa fina. Me senté allí como un magnate. Al rato entró un<br />hombre de edad.<br />—¿Sí, compadre? —le pregunté.<br />Llevaba puesto un traje de los caros, pero estaba arrugado y mas bien sucio; y los<br />puños se estaban empezando a deshilacliar. Sostenía su sombrero entre las manos.<br />—Oiga —me dijo—. ¿No necesitan a alguien que sea un buen conversador? ¿Alguien<br />que pueda alternar con la gente y charlar con ella? Tengo un cierto bagaje cosmopolita,<br /><br />cuento historias entretenidas. Puedo hacer reír a la gente.<br />-¿Sí?<br />—Oh, sí.<br />—Hágame reír.<br />—Oh, usted no entiende. El escenario ha de ser el adecuado, el ambiente, el decorado,<br /><br />ya sabe...<br />—Hágame reír.<br />—Señor...<br />—¡No le podemos contratar, es usted un pasmarote!<br />Los friegaplatos se contrataban al mediodía. Salí de la oficina con paso tranquilo.<br />Había allí cuarenta vagabundos apelotonados.<br />—¡Muy bien, oídme, necesitamos cinco tipos buenos! ¡Cinco buenos de verdad! ¡No<br />alcohólicos ni pervertidos, ni comunistas ni exhibicionistas! ¡Han de tener tarjeta de la<br /><br />seguridad social! ¡Muy bien, sacadlas y mostradlas bien alto!<br />Sacaron las tarjetas. Las agitaron.<br />¡Eh, yo tengo tarjeta, mírala!<br />¡Hey,<br />colega,<br />aquí,<br />aquí!<br />¡Dame<br />a<br />mí<br />el<br />currele!<br />Yo los miré con calma por encima.<br />—Bueno, tú, el de la mancha de mierda en el cuello de la camisa —señalé—, da un<br />paso al frente.<br />—Esto no es una mancha de mierda, señor. Es salsa de carne.<br />¡Bueno yo qué sé, capullo,tienes más pinta de haber estado comiendo cagallones que saboreando roast beef!<br /><br />¡Ah,<br />¡a ja ja ja!<br />—se<br />rieron<br />los<br />vagabundos—.<br />¡Ah<br />jajajaja!<br /><br />—¡Bueno, ahora necesito cuatro buenos friegaplatos! ¡Tengo cuatro perras chicas en mi mano. Las voy a lanzar al aire. ¡Los cuatro hombres que me las traigan de vuelta, lavarán hoy los platos!<br />Lancé las monedas al aire por encima de la chusma. Los cuerpos saltaron y cayeron al suelo, las ropas se desgarraron, se oyeron blasfemias, un hombre dio un alarido, hubo muchos puñetazos. Luego los cuatro afortunados vinieron hasta mí, uno por uno, respirando fuertemente, cada cual con su monedita. Les di sus tarjetas de trabajo y los mandé a la cafetería de personal para que antes se alimentasen bien. Los otros vagabundos fueron bajando lentamente la rampa de camiones, salieron y se alejaron caminando por el callejón hacia la tierra baldía de los arrabales de Los Angeles, en domingo.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 85 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-2819396669045017462014-01-26T05:00:00.000+01:002014-01-26T05:00:03.638+01:00"PARA JANE" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/quBMlhw9Wc0?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/quBMlhw9Wc0?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-32285258712987380002014-01-24T05:00:00.000+01:002014-01-24T05:00:02.876+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 83La Repostería Nacional estaba cerca. Me dieron un gorro blanco y un delantal. Hacían bollitos, galletas, pasteles y todo eso. Como yo había señalado en mi solicitud mis dos años de universidad, me dieron el puesto de Hombre del Coco. El Hombre del Coco se ponía en lo alto de una percha, metía la pala en el barril de coco desmenuzado y echaba los blancos copos al interior de una máquina. La máquina hacía el resto: espolvoreaba el coco en los pasteles y otras zarandajas que pasaban por debajo. Era un trabajo fácil y digno. Y allí estaba yo, vestido de blanco, arrojando a paletadas el niveo coco pulverizado al interior de la máquina. Al otro lado de la sala había docenas de muchachas, también vestidas de blanco, con sus cofias. Yo no sabía muy bien lo que hacían, pero estaban siempre atareadas. Trabajábamos por las noches.<br /><br />Ocurrió en mi segunda noche. Empezó lentamente, dos de las chicas comenzaron a cantar: «¡Oh, Henry, oh Henry, qué gran amante eres! ¡Oh, Henry, oh Henry, nos llevas al cielo!». Más y más chicas se fueron uniendo. Al poco rato estaban todas cantando. Yo pensé, está claro que esto va por mí.<br /><br />El supervisor irrumpió gritando.<br />—¡Bueno, bueno, chicas, ya es suficiente!<br />Yo introduje mi pala con calma en el polvo de coco y lo acepté todo...<br />Llevaba allí dos o tres semanas cuando sonó un timbre durante la última tanda de<br /><br />pasteles. Se oyó una voz por los altavoces.<br />—Todos los hombres acudan a la parte posterior del edificio.<br />Un hombre con traje de ejecutivo se nos aproximó.<br />—Vengan aquí —dijo.<br />Llevaba una carpeta con una hoja de papel. Los hombres se agruparon a su alrededor.<br />Todos estábamos vestidos con nuestros delantales blancos. Yo me quedé al borde del<br />círculo.<br /><br />—Estamos entrando en un período de descenso de ventas —dijo el tío—. Lamento decirles que vamos a tener que despedirles a todos hasta que las cosas vuelvan a marchar bien. Ahora, si quieren ponerse en fila delante mío, anotaré sus nombres, números de teléfono y direcciones. Cuando vuelvan a ir bien las cosas, serán los primeros en saberlo.<br /><br />Los muchachos empezaron a formar una fila, dándose codazos y empujones. Yo ni siquiera intenté acercarme. Contemplé a todos mis colegas dando religiosamente sus nombres y direcciones. Estos, pensé, son los tíos que bailan con tanto garbo en las fiestas. Fui hasta mi arma-rito, colgué mis blancas vestiduras, dejé mi pala apoyada junto a la puerta y me largué.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 84 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-57571283761848218282014-01-22T05:00:00.000+01:002014-01-22T05:00:00.976+01:00"SANDRA" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/Npp7VNioxSc?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/Npp7VNioxSc?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-70592892427134364002014-01-20T05:00:00.000+01:002014-01-20T05:00:03.320+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 82Era otra casa de tubos de luz fluorescente: la Compañía Honeybeam. La mayoría de las cajas eran de metro y medio a dos metros de largas, y pesadas de manejar. La jornada era de diez horas. El procedimiento era bastante simple: ibas a la línea de ensamblaje y cogías los tubos, los llevabas a la parte trasera y los metías en las cajas. La mayoría del personal era mexicano o negro. Los negros se metían conmigo y me acusaban de querer pasarme de listo. Los mexicanos se quedaban detrás observando en silencio. Cada día era una batalla —tanto por mi vida como para conseguir evitar al jefe de empaquetado, Monty. Se pasaban el día buscándome las cosquillas.<br /><br />—¡Hey, chico, chico! ¡Ven aquíí, chicoo! ¡Chico, quiero hablar contigo!<br />Era el pequeño Eddie. El pequeño Eddie sabía cómo hacerlo.<br />Yo no contesté.<br />— ¡Chico, estoy hablando contigo!<br />—Eddie, ¿te gustaría tener un gancho de carretilla bien metido en el culo mientras<br />cantas Old Man River?<br />—¿Cómo es que tiene todos esos agujeros en la cara, blanquito? ¿Te caíste encima de<br />una taladradora cuando dormías?<br />—¿Cómo es que tienes esa cicatriz en el labio? ¿Es que tu novio se ató una navaja en la<br />polla?Salí fuera a la hora del café y me las tuve que ver con Big Angel. Big Angel me infló a<br /><br />hostias pero yo le coloqué alguna buena, no me dejé llevar por el pánico y me mantuve firme. Sabía que sólo tenía diez minutos para cebarse conmigo y eso me ayudó a aguantarlo. Lo que más me dolió fue un dedo gordo que me metió en el ojo. Volvimos a entrar al trabajo juntos, jadeando y resoplando.<br />—No eres gran cosa —dijo él.<br />—Trata de repetirlo un día que no esté con resaca. Te correré a hostias por todo el<br /><br />patio.<br />—Muy bien —dijo—, ven un día fresco y limpito y veremos qué pasa.<br />Decidí no aparecer nunca por ahí fresco y limpito.<br />Lo mejoi era cuando la línea de ensamblaje no podía con nuestro ritmo y nos quedábamos esperando. La línea de ensamblaje estaba formada principalmente por joven-citas mexicanas de hermosa piel y ojos oscuros; llevaban pantalones vaqueros ajustados y ajustados suéteres y pendientes llamativos. Eran tan jóvenes y saludables y efi- cientes y relajadas... Eran buenas obreras, y de vez en cuando alguna levantaba la vista y decía algo y entonces había explosiones de risa y miradas de reojo mientras yo miraba como se reían con sus tejanos ajustados y sus suéteres ajustados y pensaba: si una de ellas estuviese en la cama esta noche conmigo, me podría tragar toda esta mierda mucho más fácilmente. Todos pensábamos lo mismo. Y a la vez pensábamos: todas pertenecen a algún otro. Bueno, qué demonios. Qué más daba. En quince años pesarían noventa kilos y serían sus hijas las que harían soñar a obreros desesperados.<br /><br />Me compré un coche viejo de ocho años y permanecí en el trabajo todo el mes de diciembre. Entonces vino la fiesta de Navidad. Era el 24 de diciembre. Habría bebidas, comida, música, baile. A mí no me gustaban las fiestas. No sabía bailar y la gente me asustaba, especialmente la gente de las fiestas. Trataban de ser sexys y alegres e ingeniosos, y aunque creían que conseguían serlo, no era así. Llegaban a ser todo lo contrario. Sus intentos forzados sólo conseguían empeorarlo.<br />Así que cuando Jan se inclinó junto a mí y me dijo:<br />—Que le den por culo a esa fiesta, quédate en casa conmigo. Nos emborracharemos<br /><br />aquí —no me costó mucho trabajo decidirme.<br />El día después de Navidad, me hablaron de la fiesta. El pequeño Eddie me dijo:<br />—Christine lloró porque no apareciste.<br />—¿Quién?<br />—Christine, esa chiquita mexicana tan graciosa.<br />—¿Quién es?<br />—Trabaja en la última fila, en ensamblaje.<br />—Corta el rollo.<br />—Sí. Lloró y lloró. Alguien dibujó un gran retrato tuyo con perilla y todo y lo colgó de<br />la pared. Debajo escribieron: «¡Dame otro trago!»<br />—Lo siento, tío, tuve un compromiso.<br /><br />—No pasa nada. Ella al final dejó de llorar y bailó conmigo. Se puso borracha y empezó a tirar pasteles y se puso aún más borracha y bailó con todos los muchachos negros. Baila de lo más sexy. Al final se fue a casa con Big Angel.<br />—Big Angel probablemente le metió el dedo gordo en el ojo —dije jo.<br />La víspera de Año Nuevo, después de la pausa para el almuerzo, Morris me llamó y me<br /><br />dijo:<br />—Quiero hablar contigo.<br />—Muy bien.<br />—Ven por aquí.<br />Morris me llevó a un oscuro rincón junto a una pila de cajas de empaquetado.<br />—Mira, vamos a tener que despedirte.<br />—Bueno, ¿este es mi último día?<br />—Sí.<br />— ¿ ESTÁ listo el cheque?<br />—No, te lo enviaremos por correo.<br />—De acuerdo.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 83 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-16034154487863095772014-01-18T05:00:00.000+01:002014-01-18T05:00:04.348+01:00"JACK EL DEL PELO COLGANTE" DE CHARLES BUKOWSKIJack el del pelo colgante. Jack exigiendo dinero, jack el barrigón, Jack el de la voz alta, alta, jack el del gremio, Jack el que danza delante de las damas, Jack el que cree que es un genio, Jack el que vomita, Jack el que habla mal de los que tienen suerte, jack haciéndose cada vez más viejo, Jack exigiendo dinero todavía, Jack bajando por la estaca, jack el que habla pero no hace nada, Jack el que se sale con la suya, Jack el que se la menea, Jack el que habla de los viejos tiempos, Jack el que habla y habla, jack con la mano extendida, jack el que aterroriza a los débiles, Jack el amargado, Jack el de las cafeterías, Jack exigiendo a gritos el reconocimiento, Jack el que nunca tiene trabajo, Jack el que sobrevalora completamente su valía, jack el que grita que no se le reconoce su talento, jack el que le echa las culpas a todos los demás.<br /><br />Sabéis quién es Jack, lo visteis ayer, lo veréis mañana, lo veréis la semana que viene.<br /><br /><br /><br />Queriéndolo todo sin hacer nada, queriéndolo gratis.<br /><br /><br /><br />Queriendo fama, queriendo mujeres, queriéndolo todo.<br /><br /><br />Un mundo lleno de Jacks bajando por la estaca.solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-49668228269497885542014-01-16T05:00:00.000+01:002014-01-16T05:00:01.649+01:00"EL CORAZÓN QUE RÍE" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/NE5RGEZOVNM?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/NE5RGEZOVNM?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-41374790164848477172014-01-14T05:00:00.000+01:002014-01-14T05:00:01.503+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 81El siguiente trabajo tampoco me duró mucho. No llegó a ser más que una pequeña escala. Era una pequeña compañía especializada en artículos de Navidad: luces, guirnaldas, Santa Claus, árboles de papel y todo eso. Al contratarme me dijeron que el trabajo sólo duraría hasta el día de Acción de Gracias; que después del día de Acción de Gracias ya no se hacía negocio. Eramos media docena de tíos contratados bajo las mismas condiciones. Decían que éramos «hombres de almacén», pero nuestro trabajo consistía, más que nada, en cargar y descargar camiones. Aunque también, un hombre de almacén era un tío que se pasaba mucho tiempo por ahí fumando cigarrillos, en un estado medio adormilado y sin hacer nada. Pero ninguno de los seis duramos hasta el día de Acción de Gracias. Por iniciativa mía íbamos todos los días a un bar a almorzar. Nuestros períodos de almuerzo se fueron alargando más y más. Una tarde simplemente pasamos de volver. Pero a la mañana siguiente, como buenos chicos, nos presentamos allí de nuevo. Nos dijeron que no querían volver a vernos.<br />—Ahora —dijo el director—, voy a tener que contratar a otra maldita pandilla de<br />vagos.—Y despedirlos el día de Acción de Gracias —dijo uno de nosotros.<br /><br />—Escuchad —dijo el director—. ¿Queréis trabajar un día más?<br />—¿Para que usted tenga tiempo de entrevistar y contratar a nuestros sustitutos?<br />—Cogedlo o dejadlo —dijo él.<br />Lo cogimos y trabajamos todo el día, riéndonos como descosidos y lanzándonos cajas<br />de cartón por el aire. Luego recogimos nuestros cheques de despido y volvimos a nuestras<br />habitaciones y a nuestras mujeres borrachas.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 82 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-64497498966270268902014-01-12T05:00:00.000+01:002014-01-12T05:00:03.227+01:00"LOS MÁS RAROS" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/b1GyaJWhLjM?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/b1GyaJWhLjM?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-31540643924147530662014-01-10T05:00:00.000+01:002014-01-10T05:00:01.888+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 80La siguiente cosa que ocurrió fue que contrataron a una chica japonesa. Yo siempre había tenido la extraña convicción, durante mucho tiempo, de que, después que todos los problemas y el dolor desaparecieran, una chica japonesa vendría un buen día a mí y juntos viviríamos felices para siempre. No con una felicidad excesiva, sino con facilidad, entendimiento profundo e intereses mutuos. Las mujeres japonesas tenían una hermosa estructura ósea. La forma del cráneo y ese modo en que se aprieta la piel con la edad, eran algo adorable; la piel tensada del tambor. A las mujeres americanas se les ablandaba la cara más y más y finalmente se les caía. Hasta sus culos se les caían también, de forma indecente. La fuerza de ambas culturas era asimismo muy diferente: las mujeres japonesas entendían instintivamente el ayer, el hoy y el mañana. Llamadlo sabiduría. Y tenían el poder de la firme/a. Las mujeres americanas sólo sabían de] hoy y tendían a romperse en pedazos cuando un solo día les iba mal.<br /><br />Así que me quedé cantidad con la chica nueva. Aparte, seguía bebiendo duro con Jan, lo cual me descerrajaba a tope el cerebro, me daba una extraña sensación ventilada, lo hacía funcionar entre cabriolas y quiebros y torbellinos, me daba mucha marcha. Así que el primer día que se acercó con un puñado de facturas, le dije:<br /><br />—Eh, ven que te agarre. Quiero besarte.<br />—¿Qué?<br />—Ya me has oído.<br />Se fue. Mientras se alejaba me di cuenta de que tenía una leve cojera. Comprendí el<br />significado: era el dolor y el peso de los siglos.<br /><br />Empecé a acosarla como un borracho congestionado y caliente atravesando Texas en un autobús Greyhound. Ella estaba intrigada —comprendía mi chifladura—. La estaba conquistando sin enterarme.<br />Un día llamó por teléfono un cliente preguntando si teníamos disponibles botes de un<br />galón de cola de pegar y ella vino a mirar entre unas cajas almacenadas en un rincón. La vi y<br /><br />le pregunté si podía ayudarla. Ella me dijo:<br />—Ectoy buscando una caja de cola de pegar con un sello de 2-G.<br />—¿2-G, eh? —le dije.<br />Puse mi brazo alrededor de su cintura.<br />—Vamos a hacerlo. Tú eres la sabiduría de siglos y yo soy yo. Estamos hechos el uno<br />para el otro.<br />Empezó a soltar risitas como una mujer americana. —Eh —dije—, las chicas<br />japonesas no hacen esas cosas. ¿Qué coño pasa contigo?<br /><br />Se dejó apresar por mis brazos. Vi una pila de cajas de pintura apoyadas contra la pared. La llevé hasta allí y gentilmente ]a hice sentarse en la pila de cajas. La hice tumbarse. Me puse encima y comencé a besarla, subiéndole el vestido. Entonces entró Danny, uno de los empleados. Danny era virgen. Danny iba a clase de pintura por las noches y se quedaba dormido durante el día en el trabajo. No sabía distinguir el arte de las colillas de cigarrillos.<br />—¿Qué diablos está ocurriendo aquí? —dijo, y luego se fue corriendo hacia la oficina<br /><br />central.<br />Bud me mandó llamar a su oficina a la mañana siguiente.<br />—Sabrás que a ella también la tenemos que despedir.<br />—Ella no tuvo la culpa.<br />—Estaba contigo ahí detrás.<br />—Yo la forcé.<br />—Ella accedió, según Danny.<br />—¡Qué coño sabrá Danny de eso! A la única cosa a la que ha accedido en su vida es a<br /><br />su mano.<br />—El os vio.<br />—¿Qué vio? Ni siquiera llegué a bajarle las bragas.<br />—Esto es un lugar de trabajo.<br />—¿Qué me dice de Mary Lou?<br />—Yo te contraté porque pensé que eras un empleado de envíos competente.<br /><br />—Gracias. Y acabo siendo despedido por tratar de follarme a una exótica de ojos rasgados con una cojera en la pierna izquierda encima de cuarenta galones de pintura de garrafón que, por cierto, han estado vendiendo al departamento de arte del City College de L.A. como si fuera de primera categoría. Tal vez debería denunciarles a la oficina de Defensa del Consumidor.<br /><br />—Aquí está tu cheque. Estás despedido.<br />—Está bien. Nos veremos en Santa Anita.<br />—Claro.<br />En el cheque había un día extra de pago. Nos dimos la mano y luego me fui.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 81 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-29139373445853804922014-01-08T05:00:00.000+01:002014-01-08T05:00:02.756+01:00"LOS PERROS LADRAN CUCHILLOS" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/Y0UNSE0GINY?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/Y0UNSE0GINY?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-35034547118314862522014-01-06T05:00:00.000+01:002014-01-06T05:00:01.912+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 79El almacén iba hacia la quiebra. Los pedidos eran cada vez más pequeños. Cada día había menos cosas que hacer. Despidieron al amigo de Picasso y me pusieron a limpiar los retretes, vaciar las papeleras y colocar el papel higiénico. Todas las mañanas barría y regaba la acera juntoa la puerta del almacén. Una veza la semana lavabalas ventanas.<br />Un día decidí limpiar mi propio terreno. Una de las cosas que hice fue limpiar el cuarto del cartón, donde yo guardaba todas las cajas de cartón vacías que se utilizaban para los envíos. Las saqué todas y barrí toda la mierda acumulada. Mientras lo limpiaba me apercibí de una pequeña caja gris oblonga en el fondo del cuartucho. La cogí y la abrí. Contenía veinticuatro pinceles de pelo de camello de tamaño grande. Eran soberbios y hermosos y valían diez dólares cada uno. Yo no sabía qué hacer. Me quedé mirándolos durante algún rato, entonces cerré la caja, salí al callejón y los metí en un cubo de basura. Luego volví a meter todas las cajas de cartón vacías en el cuartito.<br /><br />Aquella noche salí lo más tarde posible. Me fui hasta el café de al lado y pedí un café y tarta de manzana. Luego salí, bajé por la avenida y doblé por la esquina del callejón. Subí por el callejón y estaba a mitad de camino cuando vi a Bud y Mary Lou bajar por el otro extremo. No podía hacer otra cosa que seguir caminando. Era inevitable. Nos acercamos cada vez más. Finalmente, al pasar a su lado, dije: —Hola. —Ellos dijeron : —Hola —y seguí caminando. Subí hasta el final del callejón, crucé la calle y me metí en un bar. Me senté. Estuve sentado un rato y me tomé una cerveza y luego otra más. Una mujer al final de la barra me preguntó si tenía un cerilla. Me acerqué hasta ella y le encendí el pitillo; mientras lo hacía, se tiró un pedo. Le pregunté si vivía en el barrio. Me dijo que era de Montana. Me acordé de una noche desgraciada que había pasado en Cheyenne, Wyoming, que está bas- tante cerca de Montana. Finalmente salí y regresó al callejón.<br /><br />Me acerqué al bote de basura y miré dentro. Aún seguía allí: la caja gris y oblonga. No parecía vacía. Me la metí por el cuello de la camisa y la solté; cayó, se deslizó por mi pecho y fue a asentarse junto a mi barriga. Volví andando a casa.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 80 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-56969168283782228742014-01-04T05:00:00.000+01:002014-01-04T05:00:03.078+01:00"ACTO CREATIVO" DE CHARLES BUKOWSKI<object height="326" width="326"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/yZaDIhp00s0?fs=1&hl=es_ES"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/yZaDIhp00s0?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" height="326" width="326"></embed></object>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-38301074088563563892014-01-02T05:00:00.000+01:002014-01-02T05:00:01.828+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 78El señor Manders se acercó adonde yo estaba trabajando, se paró allí y me observó. Yo estaba empaquetando un voluminoso pedido de pinturas y él se quedó allí mirándome. Manders había sido el primer dueño del almacén, pero su esposa se había fugado con un negro y él había empezado a beber. Bebió hasta arruinarse. Ahora era sólo un vendedor y otro hombre era el dueño del negocio.<br />—¿Está poniendo etiquetas de FRAGIL en estos paquetes?<br />—Sí.<br />—¿Lo empaqueta todo bien? ¿Con un buen relleno de papel de periódico y paja?<br />—Creo que lo hago bien.<br />—¿Tiene suficientes etiquetas de FRÁGIL?<br />—Sí, hay un cajón lleno debajo de este banco.<br />—¿Está seguro de que sabe lo que hace? Usted no tiene pinta de empleado de envíos.<br />—¿Y qué pinta debería de tener?<br />—Normalmente llevan delantales. Usted no lleva delantal.<br />—Ah.<br />—Los de Smith y Barnsley han llamado para decir que han recibido rota una jarra de<br /><br />cola en un envío.<br />No contesté.<br />—Si se le acaban las etiquetas de FRÁGIL, dígamelo.<br />—Cómo no.<br />Manders se fue andando por el pasillo. Entonces se paró, se dio la vuelta y me miró.<br />Corté algo de cinta adhesiva del rollo y con especial cuidado precinté el paquete. Manders se<br /><br />volvió y siguió caminando.<br />Bud vino corriendo.<br />—¿Cuántos bastidores de metro y medio hay disponibles?<br />—Ninguno.<br />—Hay un tío que quiere cinco bastidores de metro y medio para ahora mismo. Los está<br />esperando. Hazlos rápidamente.<br /><br />Se fue corriendo. Un bastidor es una plancha de contrachapado con un borde de goma. Se usa en serigrafía. Subí al ático y cogí una larga plancha de madera, señalé secciones de metro y medio y las serré. Luego empecé a taladrar agujeros en uno de los bordes. Colocabas la tira de goma después de taladrar unos agujeros. Luego tenías que pegar bien la goma de modo que quedase absolutamente recta y ajustada. Si el borde de goma no quedaba perfectamente recto y nivelado, el proceso de serigrafía no funcionaba. Y la puta goma tenía la manía de torcerse y levantarse y resistirse.<br /><br />Bud volvió pasados tres minutos.<br />—¿Tienes ya listos esos bastidores?<br />—No.<br />Volvió corriendo a la parte delantera. Yo taladraba, apretaba tornillos, lijaba. Pasados<br /><br />cinco minutos regresó de nuevo.<br />—¿Tienes ya listos esos bastidores?<br />—No.<br />Volvió a irse corriendo.<br />Tenía acabado un bastidor y estaba a mitad de otro cuando vino otra vez.<br />—Olvídalo ya, se ha marchado —dijo, y regresó caminando a la parte delantera...<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 79 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-10370319844675635752013-12-30T05:00:00.000+01:002013-12-30T05:00:03.938+01:00FOTOGRAFÍA CHARLES BUKOWSKI (148)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_mxPK34QRbXw/TKhdl0XhzPI/AAAAAAAAAmI/Z53RJdZk7cc/s1600/148-SOLOBUKOWSKI.jpg"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 185px; height: 272px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_mxPK34QRbXw/TKhdl0XhzPI/AAAAAAAAAmI/Z53RJdZk7cc/s400/148-SOLOBUKOWSKI.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5523767847263784178" border="0" /></a>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-84012482309689051262013-12-28T05:00:00.000+01:002013-12-28T05:00:02.658+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 77Paul era uno de los empleados de la tienda. Era gordo, tendría unos 28 años. Sus ojos eran muy grandes, vidriosos e hinchados. Le pegaba a las pastillas. Me enseñó un puñado. Todas de diferentes colores y tamaños.<br />—¿Quieres unas cuantas?<br />—No.<br />—Vamos, coge una.<br /><br />—Bueno.<br />Cogí una amarilla.<br />—Yo me las tomo todas —me dijo—. Son cosas dia-<br />bólicas. Unas me quieren hacer subir, otras me quieren hacer bajar. Yo dejo que luchen<br /><br />dentro de mí.<br />—Se supone que eso debe dar bastante palo.<br />—Ya lo sé. ¿Oye, por qué no te vienes a mi casa después del trabajo?<br />—Tengo una mujer.<br />—Cualquiera tiene una mujer. Pero yo tengo algo mejor.<br />—¿Qué?<br /><br />—Mi novia me compró esta maquinita por mi cumpleaños. Follamos con ella. Se mueve para arriba y para abajo, no tenemos que hacer ningún esfuerzo. Todo el esfuerzo lo hace la máquina.<br />—Suena bien.<br />—Tú y yo podemos usar la máquina. Hace mucho ruido, pero no pasa nada mientras la<br />usemos antes de las diez de la noche.<br />—¿Y quién se pone encima?<br />—¿Eso qué importa? A mí me da igual por un lado que por otro. Joder o que me jodan,<br /><br />es lo mismo.<br />—¿Es lo mismo?<br />—Claro, no importa. Lo echaremos a suertes.<br />—Lo tengo que pensar.<br />—Bueno, ¿quieres otra pastilla?<br />—Sí. Dame otra amarilla.<br />—Te veré a la salida.<br />—Vale.<br />Paul me abordó a la salida.<br />—¿Y bien?<br />—No puedo hacerlo, Paul. Yo soy heterosexual.<br />—Es una máquina cojonuda. Una vez que te pongas con la máquina, pasaras de todo.<br />—No puedo hacerlo.<br />—Bueno, de todos modos ven y te enseñaré mi colección de pildoras.<br />—De acuerdo. Eso sí.<br />Cerré la puerta trasera del almacén. Luego salimos juntos por delante. Mary Lou<br />estaba sentada en la oficina fumando un cigarrillo y charlando con Bud.<br />—Buenas noches, tíos —dijo Bud con una ancha sonrisa cruzándole la cara...<br />La casa de Paul estaba a una manzana hacia el sur. Tenía un apartamento en una planta<br />baja con las ventanas dando a la Séptima calle.<br />—Aquí está la máquina —dijo. La puso en marcha.<br /><br />—Mírala, mírala. Suena como una lavadora. La mujer del piso de arriba, cuando me ve por las escaleras me dice: «Paul, se ve que es usted un hombre muy limpio. Le oigo lavar la ropa tres o cuatro veces a la semana».<br />—Apágala —dije yo.<br />—Mira mis pastillas. Tengo miles de pastillas, millares. Muchas ni siquiera sé para<br />qué sirven.<br /><br />Paul tenía todos los frascos en la mesilla de la cocina. Había once o doce frascos, todos de diferentes tamaños y formas, rellenos de pildoras de múltiples colores. Era algo hermoso. Mientras lo contemplaba, abrió un frasco, sacó tres o cuatro pastillas y se las tragó. Luego<br /><br />abrió otro frasco y se tomó otro par de pastillas. Luego abrió un tercer frasco.<br />—Venga, qué demonios —me dijo—, vamos a ponernos con la máquina.<br />—Parece que va a llover. Tengo que irme.<br />—¡Muy bien! —dijo él—. ¡Si no quieres follarme, me follaré yo solo!<br />Cerré la puerta detrás mío y salí a la calle. Oí como ponía la máquina en marcha.<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 78 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-20507702748909395922013-12-26T05:00:00.000+01:002013-12-26T05:00:01.498+01:00FOTOGRAFÍA CHARLES BUKOWSKI (147)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_mxPK34QRbXw/TKhUjgnjrcI/AAAAAAAAAmA/Bsg7JLU_Nc8/s1600/147-SOLOBUKOWSKI.jpg"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 185px; height: 272px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_mxPK34QRbXw/TKhUjgnjrcI/AAAAAAAAAmA/Bsg7JLU_Nc8/s400/147-SOLOBUKOWSKI.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5523757911997918658" border="0" /></a>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2225796397891763432.post-9466780857373101852013-12-24T05:00:00.000+01:002013-12-24T05:00:00.583+01:00"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 76Bud se acercó empujando la carretilla con tres botes de un galón de pintura. Los puso en la mesa de empaquetado. Llevaban la etiqueta de rojo carmesí. Me entregó tres etiquetas. En éstas ponía bermellón.<br />—Se nos ha acabado el bermellón —me dijo—. Quita las etiquetas de los botes y pega<br /><br />éstas de bermellón.<br />—Pero hay bastante diferencia entre el carmesí y el bermellón —dije yo.<br />—Tú ocúpate sólo de cambiarlas.<br />Me pasó unos trapos y una cuchilla. Mojé los trapos con agua y envolví con ellos los<br />botes. Luego, con la cuchilla, raspé las etiquetas y pegué las nuevas.<br />Bud volvió unos pocos minutos después. Traía un bote de azul ultramarino y una<br />etiqueta de azul cobalto. Bueno, el tío se estaba enrollando...<br /><br /><div style="text-align: center;">ENLACE " CAPITULO 77 "<br /><br /></div>solobukowskihttp://www.blogger.com/profile/16007429973199715855noreply@blogger.com0