jueves, 14 de marzo de 2013

"FACTOTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 3

Salí un día a la calle, como de costumbre, y me puse a vagar por ahí. Me sentía feliz y
relajado. El sol estaba en su punto. Era como una melodía. Había paz en el aire. Cuando
llegué al centro de la manzana, había un hombre de pie a la puerta de una tienda. Pasé de

largo.
—¡Eh, COMPADRE!
Paré y me di la vuelta.
—¿Quieres un trabajo?

Volví hasta donde él estaba. Por encima de su hombro pude divisar una gran sala a oscuras. Había una gran mesa con hombres y mujeres alineados a ambos lados de la misma. Manejaban martillos con los cuales golpeaban objetos que tenían enfrente de ellos. En aquella penumbra los objetos tenían la pinta de ser almejas. Olían como almejas. Me di la vuelta y continué mi paseo calle abajo.

Me acordé de cómo mi padre solía volver a casa cada noche y hablaba a mi madre de su trabajo. La murga del trabajo empezaba nada más cruzar la puerta, continuaba en la mesa de la cena y acababa en la cama cuando daba el grito de «¡Luces fuera!» a las 8 de la tarde, de modo que él pudiera descansar y recobrar fuerzas para el trabajo que le esperaba al día siguiente. No había otro tema en su vida a excepción del trabajo.

Al llegar a la esquina, otro hombre me hizo parar.
—Escucha, amigo... —empezó.
—¿Sí? —pregunté.
—Mira, soy un veterano de la primera guerra mundial. Arriesgué mi vida en el frente
por este país, pero nadie me quiere contratar, nadie quiere darme un trabajo. No aprecian lo
que hice por ellos. Tengo hambre, ayúdame un poco...
—Yo no trabajo. —¿No trabajas? —Como lo oyes.
Continué mi paseo. Crucé la calle hasta la otra acera. —¡Estás mintiendo! —me
gritó—. ¡Tú trabajas. Seguro que tienes un trabajo!
Pocos días más tarde, andaba buscando alguno.

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