viernes, 22 de marzo de 2013

"FACTOTUM" DE CHARLES BUKOWSKI "CAPITULO 5

Era una compañía distribuidora de revistas y nosotros nos poníamos en la mesa
empaquetadora examinando órdenes para comprobar si las cantidades coincidían con las facturas. Luego firmábamos la factura y, o bien despachábamos el cargamento para el transporte fuera de la ciudad, o bien lo apartábamos a un lado para el reparto local en camionetas. El trabajo era fácil y tonto, pero los empleados estaban en un constante estado de tensión. Se preocupaban por su trabajo. Había una mezcla de hombres y mujeres jóvenes y no parecía que hubiera ningún jefe de personal vigilando. Pasadas unas cuantas horas, dos mujeres empezaron a discutir. Sobre alguna tontería acerca de las revistas. Estábamos empaquetando unos cuadernos de historietas y había pasado no sé qué en un extremo de la mesa. A medida que iba avanzando la discusión, las dos mujeres se iban poniendo más vio- lentas.—Oye —dije—, no vale la pena que por estos libre-jos os pongáis a discutir.
—Muy bien —dijo una de ellas—, ya sabemos que te crees demasiado bueno para este
trabajo.
—¿Demasiado bueno?
—Sí, esa actitud tuya. ¿Te crees que no nos hemos dado cuenta?
Fue entonces cuando aprendí que no es suficiente con hacer tu trabajo, sino que
además tienes que mostrar un interés por él, una pasión incluso.

Trabajé allí tres o cuatro días, el viernes nos pagaron rigurosamente por horas. Nos dieron unos sobres amarillos con billetes verdes y el cambio exacto. Dinero a tocateja, nada de cheques.
Cercana ya la hora de cierre, el chófer del camión volvió del reparto un poco más
temprano que de costumbre. Se sentó en una pila de revistas y encendió un cigarrillo.
—Sí, Harry —le dijo a uno de los empleados—, hoy he conseguido un aumento de
sueldo. Un aumento de dos dólares.
Al salir del trabajo hice una parada para comprar una botella de vino, subí luego a mi
habitación, tomé un trago, entonces bajé al vestíbulo y telefoneé a mi compañía. El teléfono

sonó largo rato. Finalmente lo cogió el señor Heathercliff. Estaba todavía allí.
—¿Señor Heathercliff?
-¿Sí?
—Soy Chinaski.
—¿Sí, Chinaski?
—Quiero un aumento de sueldo de dos dólares.
—¿Qué?
—Ya lo ha oído. Al conductor del camión se lo han aumentado.
—Pero él lleva dos años con nosotros.
—Necesito un aumento.
—¿Le estamos dando diecisiete dólares por semana y ya quiere pedir diecinueve?
—En efecto. ¿Me los da o no?
—No podemos hacer eso.
—Entonces dejo el trabajo —colgué el teléfono.

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