Mientras me relajaba en la cama tenía una extraña sensación en mi cabeza. Era como si mi cráneo fuera de algodón o como un globito hinchado de aire. Podía sentir espacio en mi calavera. No podía comprenderlo. Pronto dejé de preocuparme por ello. Estaba cómodo, no me sentía agonizar. Escuché música sinfónica en la radio, fu-mándome los cigarrillos de mi padre.Me levanté y entré en la habitación delantera. En la casa de enfrente había una joven
ama de casa. Llevaba puesto un corto y ajustado vestido marrón. Estaba sentada en los escalones de su puerta, que estaba directamente frente a la mía. Podía mirarla bien más allá de su vestido. La contemplé desde atrás de los visillos de la ventana, desnudándola con mi mirada. Me empecé a excitar. Finalmente, me masturbé otra vez. Luego me bañé, me vestí y me senté un rato a fumar cigarrillos. Hacia las 5 de la tarde, dejé la casa y salí a dar un largo paseo, caminando durante casi una hora.
Cuando volví, mis padres estaban ya en casa. La cena estaba casi preparada. Subí a mi
dormitorio y esperé a que me llamaran. Me llamaron. Entré.
—Bueno —dijo mi padre—. ¿Encontraste trabajo?
—No.
—Mira, cualquier hombre que quiera trabajar, encuentra trabajo.
—Puede ser.
—No puedo creer que seas mi hijo. No tienes la menor ambición, no tienes madera de
peleador; ¿cómo demonios vas a arreglártelas en este mundo?
Puso una cantidad de guisantes en su boca y habló de nuevo:
—¿Y qué significa todo este humo de cigarrillos? ¡Puagh! ¡He tenido que abrir todas
las ventanas al entrar! ¡El aire estaba azul!.
ENLACE " CAPITULO 11 "
No hay comentarios:
Publicar un comentario