miércoles, 26 de junio de 2013

"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 29

Siempre me iba andando hasta la pensión, estaba a seis o siete bloques de distancia. Los árboles a lo largo de las calles eran todos iguales: pequeños, retorcidos, medio congelados, sin hojas. Me gustaban. Caminaba junto a ellos bajo la fría luz de la luna.

Aquella escena en la tienda se me había quedado grabada. Aquellos puros, los trajes lujosos. Pensé en buenos solomillos, largos paseos en magníficos automóviles metiéndose por carreteras privadas que llevaban a hermosas mansiones fastuosas. Relajo. Viajes a Europa. Mujeres de primera. ¿Eran ellos mucho más inteligentes que yo? La única diferencia era el dinero, y su deseo de acumularlo.
¡Yo también tenía tal deseo! Ahorraba mis perras chicas. Pero tenía una idea. Pediría un crédito. Yo contrataría y despediría a la gente. Tendría un escritorio de caoba lleno de botellas de whisky. Tendría una mujer con pechos de la talla 40 y un culo que haría que el chico de los periódicos de la esquina se corriese en los pantalones cuando lo viera contonearse. Yo la engañaría con otras y ella lo sabría y no diría nada para poder seguir viviendo en mi casa gozando de mi fortuna. Despediría a hombres sólo por advertir una leve sombra de disgusto en sus caras. Despediría a mujeres que no se esperaban que yo las fuese a despedir.

Eso era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Era la falta de esperanza lo que hundía a un hombre. Recordaba mis días en Nueva Orleans, viviendo de dos barritas de caramelo de 5 centavos al día durante semanas con tal de no trabajar y tener tiempo para escribir. Pero el morirse de hambre, desgraciadamente, no ayuda a mejorar el arte. Sólo era un impedimento. El alma de un hombre estaba radicada en su estómago. Un hombre podía escribir mucho mejor después de haberse zampado un buen solomillo de ternera y bebido medio litro de whisky de lo que jamás podría hacerlo después de haber comido una barrita de caramelo de a níquel. El mito del artista hambriento era una falacia. Una vez que te dabas cuenta de que todo era una falacia, conseguías la sabiduría y empezabas a sangrar y a arder en llamas y a romper tu ser en explosiones. Yo construiría un imperio con los cuerpos fracturados y las vidas de los hombres sin esperanza, mujeres y niños... Les impulsaría a todos ellos a lo largo de todo el camino. ¡Les enseñaría!

Estaba en mi pensión. Subí las escaleras hasta la puerta de mi cuarto. Abrí la puerta y encendí la luz. La señora Downing había dejado mi correo en el umbral. Había un gran sobre marrón de Gladmore. Lo recogí, era pesado, contenía manuscritos rechazados. Me senté y abrí el sobre.
Estimado Sr. Chinaski:

Le devolvemos estos cuatro relatos, pero nos quedamos con Mi alma borracha de cerveza es más triste que todos los árboles de Navidad muertos en todo el mundo. Hemos estado observando su trabajo desde hace tiempo y nos alegramos mucho de aceptar este relato.Un abrazo:
CLAY GLADMORE

Me levanté de la silla sosteniendo todavía la nota entre mis manos, mi PRIMER texto aceptado. De la revista literaria número uno de América. Nunca me había parecido el mundo tan hermoso, tan lleno de promesas. Caminé encima de la cama, me senté, me tumbé en el suelo, la leí otra vez, estudié cada curvatura de la firma de Gladmore. Me levanté, llevé la nota hasta la cómoda, la apoyé allí. Entonces me desnudé, apagué las luces y me metí en la cama. No me podía dormir. Me levanté, encendí la luz, me acerqué a la cómoda y la leí de nuevo:
Estimado Sr. Chinaski...

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