miércoles, 24 de julio de 2013

"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 37

Ella era la secretaria del encargado. Se llamaba Carmen —mas a pesar del nombre español era rubia y llevaba siempre vestidos ajustados con escote, zapatos de tacón, medias de nylon y liguero, y su boca estaba empo-rrotada de lápiz de labios, pero, ay, podía vibrar, podía menearse, se cimbreaba mientras llevada las órdenes a facturar, se cimbreaba de vuelta a la oficina, con todos los muchachos pendientes de cada movimiento, cada sacudida de sus nalgas; meciéndose, balanceándose, bamboleándose. No soy un hombre de damas. Nunca lo he sido. Para ser un hombre de damas te lo tienes que hacer con una conversación cortés. Nunca he sido muy bueno conversando así, pero, finalmente, con Carmen presionándome, la llevé a uno de los camiones que estábamos descargando en la parte trasera del almacén y allí me la tiré, de pie en el fondo de la caja del camión. Fue algo bueno, algo cálido, pensé en el cielo azul y en anchas playas vacías, aunque también fue un poco triste —había una ausencia definitiva de sentimiento humano que yo no podía comprender ni superar. Tenía su vestido subido por encima de las caderas y allí estaba yo, bombeándole mi polla en la vagina, abrazándola, presionando finalmente mi boca contra la suya, espesa de carmín, y corriéndome entre dos cajas de cartón sin abrir, con el aire lleno de cenizas y su espalda apoyada contra la pared mugrienta y astillada del camión en medio de la misericordiosa oscuridad.

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