martes, 28 de enero de 2014

"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 84

El hotel Sans era el mejor de toda la ciudad de Los Angeles. Era un viejo hotel, pero tenía clase y un encanto que se echaba a faltar en los establecimientos más modernos. Estaba en la parte baja de la ciudad, directamente cruzando el parque.

Era utilizado para convenciones de hombres de negocios y por putas de lujo de talento casi legendario —las cuales al final de sus lucrativas noches solían siempre dar una buena propina a los botones. Se oían también historias de botones que se habían hecho millonarios —fogosos botones con pollas de cuarenta centímetros que habían tenido la suerte de conocer y casarse con alguna rica cliente entrada en años. Y la comida, la LANGOSTA, los grandes chefs negros con larguísimos gorros blancos, que lo sabían todo, no sólo acerca de la gastronomía, sino también acerca de la vida y acerca de mí y acerca de todo.
Se me asignó a la sección de abastecimiento. Aquella sección de abastecimiento tenía estilo; había diez tíos para descargar cada camión, cuando sólo eran necesarios dos, como
máximo. Yo llevaba mis mejores trajes. Nunca toqué nada.

Descargábamos (descargaban) todo aquello que entraba en el hotel, sobre todo alimentos. Parecía que los ricos no comían otra cosa que langostas. Continuamente llegaban cestas y cestas de ellas, deliciosamente rosadas y enormes, moviendo sus pinzas y antenas.
—¿Te gustan estas cosas, eh, Chinaski?
—Sí. Oh, sí —asentía yo.
Un día me llamó la señora de la oficina de personal. La oficina estaba al fondo del

patio de carga.
—Quiero que te encargues de esta oficina los domingos, Chinaski.
—¿Qué tengo qué hacer?
—Sólo contestar el teléfono y contratar a los friegaplatos del domingo.
—¡De acuerdo!
El primer domingo fue cosa fina. Me senté allí como un magnate. Al rato entró un
hombre de edad.
—¿Sí, compadre? —le pregunté.
Llevaba puesto un traje de los caros, pero estaba arrugado y mas bien sucio; y los
puños se estaban empezando a deshilacliar. Sostenía su sombrero entre las manos.
—Oiga —me dijo—. ¿No necesitan a alguien que sea un buen conversador? ¿Alguien
que pueda alternar con la gente y charlar con ella? Tengo un cierto bagaje cosmopolita,

cuento historias entretenidas. Puedo hacer reír a la gente.
-¿Sí?
—Oh, sí.
—Hágame reír.
—Oh, usted no entiende. El escenario ha de ser el adecuado, el ambiente, el decorado,

ya sabe...
—Hágame reír.
—Señor...
—¡No le podemos contratar, es usted un pasmarote!
Los friegaplatos se contrataban al mediodía. Salí de la oficina con paso tranquilo.
Había allí cuarenta vagabundos apelotonados.
—¡Muy bien, oídme, necesitamos cinco tipos buenos! ¡Cinco buenos de verdad! ¡No
alcohólicos ni pervertidos, ni comunistas ni exhibicionistas! ¡Han de tener tarjeta de la

seguridad social! ¡Muy bien, sacadlas y mostradlas bien alto!
Sacaron las tarjetas. Las agitaron.
¡Eh, yo tengo tarjeta, mírala!
¡Hey,
colega,
aquí,
aquí!
¡Dame
a

el
currele!
Yo los miré con calma por encima.
—Bueno, tú, el de la mancha de mierda en el cuello de la camisa —señalé—, da un
paso al frente.
—Esto no es una mancha de mierda, señor. Es salsa de carne.
¡Bueno yo qué sé, capullo,tienes más pinta de haber estado comiendo cagallones que saboreando roast beef!

¡Ah,
¡a ja ja ja!
—se
rieron
los
vagabundos—.
¡Ah
jajajaja!

—¡Bueno, ahora necesito cuatro buenos friegaplatos! ¡Tengo cuatro perras chicas en mi mano. Las voy a lanzar al aire. ¡Los cuatro hombres que me las traigan de vuelta, lavarán hoy los platos!
Lancé las monedas al aire por encima de la chusma. Los cuerpos saltaron y cayeron al suelo, las ropas se desgarraron, se oyeron blasfemias, un hombre dio un alarido, hubo muchos puñetazos. Luego los cuatro afortunados vinieron hasta mí, uno por uno, respirando fuertemente, cada cual con su monedita. Les di sus tarjetas de trabajo y los mandé a la cafetería de personal para que antes se alimentasen bien. Los otros vagabundos fueron bajando lentamente la rampa de camiones, salieron y se alejaron caminando por el callejón hacia la tierra baldía de los arrabales de Los Angeles, en domingo.

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