lunes, 16 de agosto de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 15

Lydia me llamó por la mañana.
—Mientras te emborrachas —dijo—, yo salgo a bailar. Fui anoche al Red Umbrella

y saqué a los hombres a bailar conmigo. Una mujer tiene derecho a hacer eso.
—Eres una zorra.
—¿Sí? Bueno, si hay algo peor que una zorra es un zopenco coñazo.
—Si hay algo peor que un coñazo es una zorra coñazo.
—Si no quieres mi coño —dijo ella—, se lo daré a algún otro.
—Eso es cosa tuya.
—Cuando acabé de bailar, fui a ver a Marvin. Quería saber la dirección de su novia
para ir a visitarla. Francine. Tú mismo fuiste una noche a visitarla.

—Mira, nunca he jodido con ella. Simplemente estaba demasiado borracho para conducir hasta mi casa después de una fiesta. Ni siquiera nos besamos. Me dejó dormir en su sofá y a la mañana siguiente me fui a casa.
—De cualquier manera, cuando llegué al chalet de Marvin decidí no preguntar la
dirección de Francine.
Los padres de Marvin tenían dinero. Tenía una casa junto a la playa. Escribía

poesía, mejor que la mayoría. Me gustaba Marvin.
—Bueno, espero que te lo pasaras bien —dije, y colgué.
Apenas había dejado el teléfono cuando volvió a sonar otra vez. Era Marvin.
—Eh, ¿qué no sabes quién vino ayer a las tantas de la noche? Lydia. Llamó por la

ventana y la dejé pasar. Consiguió ponérmela dura.
—Está bien, Marvin. Lo comprendo. No te culpo.
—¿No estás cabreado?
—No contigo.
—Vale entonces...
Cogí la cabeza esculpida y la metí en mi coche. Conduje hasta la casa de Lydia y
dejé el busto en el quicio de su puerta. No llamé al timbre. Comencé a alejarme. Lydia salió.
—¿Por qué eres tan gilipollas? —me dijo.
Me volví.
—No eres selectiva. Te da lo mismo un hombre que otro. No tengo por qué estar
comiéndome tu mierda.
—¡Yo tampoco tengo por qué comerme tu mierda! —gritó ella y cerró de un
portazo.

Fui hasta mi coche, me metí y lo puse en marcha. Puse la primera. No se movió. Probé con la segunda. Nada. Luego volví a la primera. Me aseguré de que el freno estaba quitado. No se movía. Probé marcha atrás. El coche retrocedió. Frené y puse otra vez la primera. El coche no se movía. Todavía seguía furioso con Lydia. Pensé, bueno, me iré hasta casa marcha atrás. Entonces pensé en los policías parándome y preguntándome qué cojones estaba haciendo. Verán, oficiales, tuve una pelea con mi chica y ésta era la única manera de volver a casa.
El cabreo con Lydia se me acabó pasando. Salí y me dirigí hacia su puerta. Había

metido dentro mi cabeza. Llamé.
Lydia abrió la puerta.
—¿Oye —le dije—, es que eres una bruja?
—No. Soy una puta ¿recuerdas?
—Tienes que llevarme a casa. Mi coche sólo funciona hacia atrás. El maldito
cacharro se ha vuelto loco.
—¿Hablas en serio?
—Ven, te lo enseñaré.
Lydia me siguió hasta el coche.
—Las marchas funcionan bien. Pero de repente se ha puesto a funcionar sólo
marcha atrás. Por un momento pensé en irme a casa de culo.
Entré.
—Ahora observa.

Lo puse en marcha y metí la primera, solté el embrague. Saltó hacia delante. Metí la segunda. Entró y fue más deprisa. Metí la tercera. Marchó con brío. Di una vuelta en redondo y aparqué al otro lado de la calle. Lydia se acercó.
—Mira —le dije—, tienes que creerme. Hace un momento el coche sólo marchaba

hacia atrás. Ahora va bien. Por favor tienes que creerlo.
—Te creo —dijo ella—, fue obra de Dios. Yo creo en ese tipo de cosas.
—Debe tener algún significado.
—Lo tiene.
Salí del coche. Entramos en su casa.
—Quítate la camisa y los zapatos —dijo ella— y échate en la cama. Primero te voy
a reventar las espinillas.

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