jueves, 19 de agosto de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 17

Dee Dee tenía una casa en Hollywood Hills. La compartía con una amiga, también ejecutiva, Blanca. Blanca se había quedado con el piso de arriba y Dee Dee con el de abajo. Llamé al timbre. Eran las 8:30 de la tarde cuando Dee Dee abrió la puerta. Dee Dee tenía unos cuarenta años, el pelo negro y corto, era judía, hipster, freaky. Tenía estilo neoyorkino, conocía todos los nombres: los editores adecuados, los mejores poetas, los dibujantes de más talento, los buenos revolucionarios, a cualquiera, a todo el mundo. Fumaba hierba continuamente y seguía actuando como si fueran los primeros años sesenta y el tiempo del Amor, cuando ella había sido medianamente famosa y mucho más hermosa.

Largas series de malos asuntos amorosos habían acabado acribillándola. Ahora yo estaba ante su puerta. En su cuerpo aún quedaba tela que cortar. Era menuda pero esbelta, y más de una joven hubiera deseado tener su figura.
La seguí adentro.
—¿Así que te dejó Lydia? —me preguntó.
—Creo que se fue a Utah. Las fiestas del 4 de Julio en Muleshead serán dentro de
poco. Nunca se las pierde.
Me senté en la mesa de la cocina mientras Dee Dee descorchaba una botella de
vino tinto.
—¿La echas de menos?
—Cristo, sí. Me entran ganas de llorar. Se me encogen las tripas. Puede que no

consiga superarlo.
—Lo superarás. Te ayudaremos a pasar de Lydia. Te sacaremos del charco.
—¿Sabes cómo me siento?
—A todos nos ha ocurrido unas cuantas veces.
—Esa perra jamás se ha preocupado en experimentarlo.
—No, a ella también le pasa. Le está pasando ahora.
Decidí que era mejor estar ahí con Dee Dee en su magnífica casa de Hollywood
Hills que estar sentado solo en mi apartamento bebiendo.
—Debe ser que no soy bueno con las mujeres.
—Eres lo bastante bueno con las mujeres —dijo Dee Dee—. Y eres un escritor
excepcional.
—Preferiría ser bueno con las mujeres.
Dee Dee estaba encendiendo un cigarrillo. Aguardé a que acabara, entonces me

acerqué a ella sobre la mesa y la besé.
—Me haces sentir bien. Lydia estaba siempre al ataque.
—Eso no significa lo que a ti te parece.
—Pero puede llegar a ser desagradable.
—Ya lo creo.
—¿Todavía no has encontrado novio?
—Todavía no.

—Me gusta este sitio, pero, ¿cómo consigues tenerlo tan limpio y cuidado?
—Tenemos una asistenta.
—¿Ah sí?

—Te gustará. Es una negra enorme, acaba su trabajo lo más deprisa que puede cuando yo me voy. Entonces se tumba en la cama a ver la televisión y comer galletitas. Todas las noches encuentro migajas de galletas en mi cama. Mañana le diré que te prepare el desayuno después de que yo me vaya.
—Bueno.
—No, espera. Mañana es domingo. Yo no trabajo los domingos. Saldremos a

comer fuera. Conozco un sitio. Te gustará.
—Está bien.
—Sabes, creo que siempre he estado enamorada de ti.
—¿Qué?

—Durante años. Sabes, cuando solía ir a visitarte, primero con Bernie y luego con Jack, te deseaba. Pero tú nunca te fijabas en mí. Estabas siempre chupando algún bote de cerveza o estabas obsesionado con algo.
—Majareta, supongo, cercano a la locura. La denuncia de la oficina de Correos.
Siento no haberme fijado en ti.
—Te puedes fijar en mí ahora.

Dee Dee llenó otro vaso de vino. Buen vino. Ella me gustaba. Era bueno tener un sitio donde ir cuando las cosas iban mal. Recordé los viejos tiempos en que cuando las cosas iban mal no había ningún sitio donde ir. Tal vez aquello había sido bueno para mí. Entonces. Pero ahora no estaba interesado en lo que pudiera ser bueno para mí. Me interesaba sentirme bien y saber cómo parar de sentirme mal cuando las cosas anduvieran jodidas. Cómo volver a sentirme bien otra vez.
—No quiero joderte, Dee Dee —dije yo—, a veces me porto mal con las mujeres.
—Te he dicho que te quiero.
—No lo hagas. No me quieras.
—De acuerdo —dijo ella—, no te quiero,ca si te quiero. ¿Está bien así?
—Es bastante mejor que lo otro.
Acabamos nuestro vino y nos fuimos a la cama.

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