martes, 31 de agosto de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 25

Mantuve los datos en la cabeza. Nunca había problema para romper con Lydia. Yo era por naturaleza un solitario, me contentaba simplemente con vivir con una mujer, comer con ella, dormir con ella y dar algún paseo con ella. No quería conversación, ni ir a ninguna parte que no fueran el hipódromo o los combates de boxeo. No entendía la televisión. Me resultaba estúpido pagar para ir a ver una película o al teatro y sentarme junto a otra gente para compartir sus emociones. Las fiestas me ponían enfermo. Odiaba la comedieta, el juego sucio, el flirteo, los borrachos aficionados, los coñazos. Pero las fiestas, el baile, la cháchara, estimulaban a Lydia. Se consideraba a sí misma una bomba sexy. Pero era demasiado obvia. Así que nuestras discusiones solían surgir de mi deseo de nada-de-gente-para-nada contra su deseo de toda-la-gente-tan-a-menudo-como-sea-posible.
Un par de días antes de la llegada de Mindy comencé mi táctica. Estábamos juntos
en la cama.
—Lydia, cojones, ¿por qué eres tan estúpida? ¿No te das cuenta de que yo soy un

solitario? ¿Un recluso? Tengo que ser así para escribir.
—¿Cómo puedes aprender nada de la gente si no tratas a nadie?
—Ya lo sé todo acerca de ella.
—Incluso cuando salimos a comer en un restaurante, te quedas con la cabeza
gacha, nomira s a nadie.
—¿Para qué ponerme malo?
—Yo o b se rvo a la gente —dijo ella—, la estudio.
—¡Mierda!

—¡Le tienes miedo a la gente!
—Los odio.
—¿Cómo puedes ser un escritor? ¡Noobservas!
—De acuerdo, no miro a la gente, pero pago el alquiler gracias a mis escritos. Es
mejor que cuidar ovejas.

—No vas a durar mucho. Nunca lo conseguirás. Lo haces todo al revés.
—Por eso lo hago.
—¿Hacer? ¿Quién coño sabe quién eres tú? ¿Eres famoso como M ai l er? ¿Como
Capote?—Esos no saben escribir.
—¡Ytú puedes! ¡Sólo tú, Chinaski, puedes escribir!
—Sí, así me parece.
—¿Eres famoso? ¿Si fueras a Nueva York, te conocería alguien?
—Mira, eso no me preocupa. Sólo quiero seguir escribiendo. No necesito ningún

resonar de trompetas.
—Tú cogerías todas las trompetas que pudieras.
—Puede ser.
—-Te gusta pretender que eres ya famoso.
—Siempre he actuado de la misma manera, incluso antes de escribir.
—Tú eres el hombre famoso más desconocido que jamás he visto.
—Simplemente no soy ambicioso.

—Lo eres, pero eres perezoso. Lo quieres todo a cambio de nada. ¿Cuándo escribes, de todos modos? ¿Cuándo lo haces? Siempre estás en la cama o borracho o en las carreras.
—No sé. No es importante.
—¿Qué es importante entonces?
—Dímelo tú.

—¡Bien, te voy a decir qué es importante! No hemos ido a una fiesta desde hace mucho tiempo. ¡No he visto a nadie desde hace mucho! ¡A mí me GUSTA la gente! Mis hermanas ADORAN las fiestas. ¡Pueden conducir miles de kilómetros para ir a una fiesta! ¡Así nos criamos en Utah! No hay nada malo en las fiestas. ¡Es sólo gente DEJÁNDOSE IR y pasando un buen rato! ¡Tienes esta idea chiflada en la cabeza. Crees que divertirse conduce aj od er! ¡Cristo, la gente esd ecen te! ¡Lo que a ti te pasa es que no sabes cómo pasar un buen rato!
—No me gusta la gente.

Lydia saltó fuera de la cama.
—Coño, me ponesen fe rm a .
—Vale, entonces te dejaré algo de espacio.
Saqué las piernas de la cama y empecé a ponerme los zapatos.
—¿Algo de espacio? —preguntó Lydia—. ¿Qué quieres decir con eso de «algo de
espacio»?
—¡Quiero decir que me largo de aquí!
—Muy bien, pero escucha esto: ¡Si sales por esa puerta no volverás a verme!

—Es una perspectiva agradable.
Me levanté, me dirigí hacia la puerta, la abrí, la cerré y bajé hasta el Volks. Puse en
marcha el motor y me fui. Había hecho algo de espacio para Mindy

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