domingo, 3 de octubre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 44

Había estado durmiendo durante muchos años en un colchón terrible con todos los
muelles sueltos clavándose sobre mí de forma inmisericorde. Aquella tarde cuando me

desperté quité el colchón de la cama, lo saqué fuera y lo tiré a la basura.
Volví a entrar dejando la puerta abierta.
Eran las dos de la tarde y hacía calor.
Tammie entró y se sentó en el sofá.
—Tengo que irme —le dije—, he de comprar un colchón.
—¿Un colchón? Bueno, entonces me voy.
—No, Tammie, espera. Por favor. Todo no me llevará más de quince minutos.
Espera aquí y tómate una cerveza.
—Muy bien —dijo ella...
Había una tienda de colchones unas tres manzanas más abajo hacia el oeste.

Aparqué enfrente y entré corriendo por la puerta.
—¡Tíos necesito un colchón... DEPRISA!
—¿Para qué tipo de cama?
—Doble.
—Tenemos éste por 35 dólares.
—Me lo llevo.

—¿Le cabrá en el coche?
—Tengo un Volkswagen.
—Está bien, se lo llevaremos a su casa. ¿Dirección?

Tammie estaba todavía allí cuando regresé.
—¿Dónde está el colchón?
—En camino. Tómate otra cerveza. ¿Tienes alguna pastilla?
Me dio una. La luz atravesaba su roja cabellera.
Tammie había sido elegida Miss Sol Salero en la feria de Orange County en 1973.
Habían pasado cuatro años, pero seguía en forma. Estaba bien repartida en todos los sitios

correctos.
El repartidor estaba en la puerta con el colchón.
—Déjeme ayudarle.
Era un tío decente. Me ayudó a ponerlo en la cama. Entonces vio a Tammie sentada
en el sofá. Sonrió.
—Hola —le dijo.
—Muchas gracias —le dije. Le di tres dólares y se fue.
Entré en el dormitorio y contemplé el colchón. Tammie vino detrás. Estaba
envuelto en celofán. Empecé a rasgarlo. Tammie me ayudó.
—Míralo. Es bonito —dijo ella.
—Sí, lo es.
Era brillante y colorido. Rosas, tallos, hojas, fluctuantes enredaderas. Parecía el
jardín del Edén, y por 35 dólares.
Tammie lo observaba.
—Este colchón me pone cachonda. Quiero estrenarlo. Quiero ser la primera mujer
que joda contigo en este colchón.
—Me pregunto, ¿quién será la segunda?

Tammie entró en el baño. Hubo un momento de silencio. Entonces oí la ducha. Puse sábanas y fundas de almohada limpias, me desnudé y subí a la cama. Tammie salió, joven y mojada, centelleante. Su pelo púbico era del mismo color que el de su cabeza: rojo, como el fuego.
Se paró frente al espejo y encogió el estómago. Aquellas fantásticas tetas se alzaron
en el cristal. La pude ver de frente y por detrás simultáneamente.
Vino y se metió bajo la sábana.
Empezamos con calma.
Fuimos hasta el final, con todo aquel pelo rojo sobre la almohada, mientras afuera
ululaban las sirenas y los perros ladraban.

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