lunes, 25 de octubre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 57

Me quedé cinco días con sus noches. Entonces ya no se me pudo levantar más. Joanna me llevó al aeropuerto. Me había comprado una maleta nueva y abundante ropa. Odiaba aquel aeropuerto del fuerte de Dallas. Era el aeropuerto más inhumano de los Estados Unidos.
Joanna me despidió con la mano y me elevé por los aires...

El viaje a Los Ángeles transcurrió sin incidentes. Desembarqué preguntándome qué habría sido del Volks. Subí en el ascensor al aparcamiento y no lo vi. Me figuré que se lo habría llevado la grúa. Caminé hacia el otro lado y allí estaba. Todo lo que tenía era un ticket de aparcamiento.
Conduje hasta casa. El apartamento parecía igual que siempre, botellas y basura por todas partes. Tenía que limpiarlo un poco. Si alguien lo veía así me acabarían encerrando.
Oí una llamada. Abrí la puerta. Era Tammie.
—¡Hola!-—dijo.
—Hola.
—Debías tener mucha prisa cuando te fuiste. Todas las puertas estaban abiertas.
Oye, ¿me prometes que no lo dirás si te cuento una cosa?
—De acuerdo.
—Arlene vino y utilizó tu teléfono, larga distancia.

—Vale.
—Traté de detenerla pero no pude. Iba cargada de pastillas.
—Está bien.
—¿Dónde has estado?
—En Galveston.
—¿Por qué te vas volando de esa manera? Estás chalado.
—Tengo que irme otra vez el sábado.
—¿Sábado? ¿Qué es hoy?
—Jueves.
—¿Adonde vas?
—A Nueva York.
—¿Por qué?
—Una lectura. Enviaron los tickets hace dos semanas y me llevo un porcentaje de
la recaudación.
—¡Oh, llévamecontigo! Dejaré a Dancy con mi madre. ¡Quiero ir!
—No puedo permitirme llevarte. Se comería todo mi capital. He tenido fuertes
gastos últimamente.
—¡Seréb u en a! ¡Serému y buena! ¡Nunca me iré de tu lado! Te he echado mucho

de menos.
—No puedo hacerlo, Tammie.
Se fue a la nevera y cogió una cerveza.

—No te importo un pijo. Todos esos poemas de amor no eran en serio.
—Hablaba en serio cuando los escribí.
Sonó el teléfono. Era mi editor.
—¿Dónde has estado?
—En Galveston. Descansando.
—He oído que das una lectura en Nueva York este sábado.
—Sí, Tammie quiere ir, es mi chica.

—¿La vas a llevar?
—No, no puedo pagarlo.
—¿Cuánto es?

—316 dólares ida y vuelta.
—¿Quieres llevarla de verdad?
—Sí, creo que sí.

—Está bien, adelante. Te mandaré un cheque.
—¿Lo dices en serio?
—Sí.
—No sé qué decir...
—Olvídalo. Sólo acuérdate de Dylan Thomas.
—Amí no me conseguirán matar.
Nos despedimos. Tammie estaba morreando su cerveza.
—De acuerdo —dije—, tienes dos o tres días para hacer el equipaje.
—¿Quieres decir quevo y?
—Sí, mi editor te paga el viaje.
Tammie se levantó de un salto y me abrazó. Me besó, me agarró las pelotas, tiró de
mi polla.
—¡Eres el más apetitoso de los viejos verdes!

Nueva York. Aparte de Dallas, Houston, Charleston y Atlanta era el peor sitio que había conocido. Tammie se pegó a mí y se me empalmó la polla. Joanna Dover no se había quedado con todo...

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