martes, 2 de noviembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 62

Hacía calor aquella noche en la lectura, que iba a ser en la iglesia de Saint Mark (conocido centro de lecturas poéticas). Tammie y yo nos sentamos en lo que se usaba como vestidor. Tammie encontró un espejo de cuerpo entero apoyado contra una pared y empezó a peinarse. Marshall me sacó al patio de la iglesia. Tenían unas cuantas tumbas. Pequeñas lápidas se levantaban sobre la tierra, y sobre las lápidas había inscripciones grabadas. Marshall me llevó de un lado a otro mostrándome las inscripciones. Siempre me ponía nervioso antes de una lectura, muy tenso y desasosegado. Casi siempre vomitaba. Entonces lo hice. Vomité sobre una de las tumbas.
—Acabas de vomitar sobre Peter Stuyvesant —dijo Marshall.
Regresé al vestidor. Tammie seguía mirándose en el espejo. Se miraba el rostro y el
cuerpo, pero sobre todo se preocupaba por el pelo. Se lo levantaba por encima de la

cabeza, lo observaba así y luego lo dejaba caer.
Marshall asomó la cabeza.
—¡Vamos, están esperando!
—Tammie no está preparada —le dije.
Entonces ella se levantó otra vez la cabellera y se miró. Luego la dejó caer. Luego

se pegó al espejo y se miró los ojos.
Marshall llamó a la puerta, entró.
—¡Venga, Chinaski!
—Venga, Tammie, vamos a salir.
—Está bien.

Salí con Tammie cogida del brazo. Empezaron a aplaudir. El viejo rollo Chinaski estaba funcionando. Tammie bajó con la multitud y yo empecé a leer. Tenía muchas cervezas en una neverita con hielo. Tenía viejos poemas y nuevos poemas. No podía perder. Tenía a San Marcos cogido por la cruz.

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