viernes, 5 de noviembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 64

A la mañana siguiente Tammie encontró una receta en su bolso.
—Voy a aprovechar esto —me dijo—, mira.
Estaba arrugada y con la tinta corrida.
—¿Qué pasó?
—Bueno, ya conoces a mi hermano, es un pirado de las pastillas.
—Conozco a tu hermano, me debe veinte pavos.

—Bueno, trató de quitarme esta receta. Trató de estrangularme. Yo me metí la receta en la boca y me la tragué. Op reten d í que me la había tragado. El no estaba seguro. Fue la vez que te llamé por teléfono y te pedí que vinieras a romperle la cara a hostias. Al final se dio por vencido, pero yo tenía aún la receta en mi boca. No la he usado todavía, pero puedo aprovecharla aquí. Por probar nada se pierde.
—Muy bien.

Bajamos en el ascensor a la calle. Hacía un calor insoportable. Apenas me podía mover. Tammie empezó a andar y yo la seguí mientras cruzaba de un lado a otro de la calle.
—¡Vamos! —decía ella—. ¡Animo!
Iba colocada de algo, al parecer barbitúricos. Se le iba el cuerpo. Tammie se acercó a un quiosco y empezó a mirar una revista. Creo que era unVa rie ty . Se quedó allí quieta y se siguió quieta. Yo me quedé aguardando a unos metros. Era aburrido y sin sentido. Simplemente miraba fijamente elVa riet y.
—Oiga, hermana, ¡si no compra la maldita revista lárguese! —le dijo el hombre del
quiosco.
Tammie se movió.
—¡Dios mío, Nueva York es un sitio horrible! ¡Sólo quería ver si decía algo
interesante!

Tammie siguió andando, meneándolo, basculando de un lado del pavimento al otro. En Hollywood, los coches se hubieran subido a la acera, los negros hubieran silbado oberturas, ella habría sido abordada, seguida, ovacionada. Nueva York era diferente; estaba mustia y fatigada y desdeñaba la carne.

Estábamos en un barrio negro. Nos observaron al pasar: la pelirroja de larga cabellera, totalmente pasada, y el viejo de la barba gris caminando a su lado. Los observé, sentados en sus escalones; tenían buenos rostros. Me gustaban. Me gustaban más de lo que me gustaba ella.

Seguí a Tammie calle abajo. Había una tienda de muebles, y en la puerta de la calle una silla de escritorio rota. Tammie se acercó a la silla y empezó a mirarla. Parecía hipnotizada. Se quedó con la mirada fija en la silla de escritorio. La tocó con un dedo. Pasaron los minutos. Entonces se sentó en ella.
—Oye —le dije-—, yo me vuelvo al hotel. Haz lo que te venga en gana.
Tammie ni siquiera levantó la vista. Deslizó sus manos a lo largo de los brazos de
la silla. Estaba metida en su rollo particular. Me di la vuelta y regresé al hotel Chelsea.

Conseguí algo de cerveza y subí en el ascensor. Me desnudé, me di una ducha, puse un par de almohadas contra la cabecera de la cama y me tumbé a beber la cerveza. Las lecturas me disminuían. Te chupaban el alma. Acabé una cerveza y empecé otra. Las lecturas a veces te proporcionaban un buen culo. Las estrellas de rock conseguían culos; los buenos boxeadores conseguían culos; los grandes toreros conseguían vírgenes. De alguna manera, sólo los toreros se lo merecían de verdad.
Alguien llamó a la puerta. Me levanté y entreabrí la puerta. Era Tammie. Empujó la
puerta y entró.

—Me encontré con este sucio judío hijo de puta. Me pedía doce dólares para rellenarme la receta. ¡Cuesta seis pavos en la Costa! Le dije que sólo tenía seis. No me hizo caso. ¡Un sucio judío viviendo en Harlem! ¿Puedo tomar una cerveza?
Tammie cogió una cerveza y se sentó junto a la ventana, con una pierna fuera, un

brazo fuera, una pierna dentro sujetándose al borde.
—Quiero ver la estatua de la Libertad, quiero ver Coney Island.
Me abrí otra cerveza.
—¡Oh, se está bien aquí afuera! ¡Es agradable y fresco!
Tammie se inclinó hacia fuera, mirando.
Entonces soltó un grito.
La mano que había estado sujetándose al borde resbaló. Vi casi todo su cuerpo yéndose por la ventana. Entonces volvió. No sé cómo, se había vuelto a meter dentro. Se
quedó allí sentada, anonadada.
—Esa estuvo cerca —le dije—, hubiera hecho un buen poema. He perdido mujeres
de muchas maneras, pero ésta hubiera sido una nueva forma.

Tammie se fue a la cama. Se quedó tumbada boca abajo. Vi que estaba todavía colocada. Entonces se deslizó fuera de la cama. Se quedó tumbada de espaldas en el suelo. Me acerqué, la levanté y la tumbé en la cama. La agarré del pelo y la besé viciosamente.
—Eh... ¿Qué estás haciendo?

Recordé que me había prometido una buena ración de culo. Le di la vuelta y la puse de espaldas, le subí el vestido, bajé las bragas. Me eché encima de ella y embestí, tratando de encontrar el coño. Exploré y exploré. Entró. Fue deslizándose entrando más y más. La tenía bien cogida. Ella dejaba escapar pequeños sonidos. Entonces sonó el teléfono. La saqué, me levanté y lo cogí. Era Gary Benson.
—Voy a pasarme con la grabadora para la entrevista de la radio.
—¿Cuándo?
—En tres cuartos de hora.

Colgué y volví a Tammie. Seguía empalmado. Agarré su pelo y le di otro violento beso. Sus ojos estaban cerrados, su boca sin vida. La monté de nuevo. Afuera, la gente estaba sentada en las salidas de incendio. Cuando el sol empezaba a irse y aparecía algo de sombra, salían a refrescarse. La gente de Nueva York se sentaba allí fuera a beber cerveza y soda y agua helada. Pensaban en las musarañas y fumaban cigarrillos. Sólo seguir vivos era ya una victoria. Decoraban sus salidas de incendio con plantas. El jardín del edén en la puerta del infierno.

Empecé a darle duro a Tammie. A lo perro. Los perros sabían lo que era bueno. Acometí con euforia. Era bueno estar fuera de la oficina de correos. Apisoné y taladré su cuerpo. A pesar de las píldoras, ella trataba de hablar.
—Hank... —dijo.

Me corrí, finalmente, entonces reposé sobre ella. Estábamos los dos empapados en sudor. Me aparté, me levanté y fui a la ducha. Una vez más me había jodido a esta pelirroja 32 años más joven que yo. Me sentí bien en la ducha. Esperaba llegar a los 80 para poder joderme a una niña de 18 años. El aire acondicionado no funcionaba, pero la ducha sí. Sentaba de maravilla. Estaba listo para mi entrevista de radio.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen articulo, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)

Anónimo dijo...

Que te den por el culo