sábado, 6 de noviembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 65

De vuelta en Los Ángeles, hubo casi una semana en paz. Entonces sonó el teléfono. Era el dueño de un club nocturno de Manhattan Beach, Marty Seavers. Yo había leído poemas allí un par de veces. El club se llamaba Smack-Hi.
—Chinaski, quiero que leas la noche del viernes. Te llevarás unos 450 dólares.

—De acuerdo.

Allí tocaban grupos de rock. Era una audiencia diferente de la de las universidades. Eran tan salvajes como yo y nos insultábamos mutuamente entre poema y poema. Los prefería.

—Chinaski —me dijo Marty—, te crees que tú tienes problemas con las mujeres. Deja que te cuente. Con la que voy ahora tiene la manía de colarse por las ventanas. Estoy durmiendo y de repente aparece a las tres o las cuatro de la mañana. Me sacude. Me pega unos sustos de muerte. Se queda allí de pie y dice: «¡Sólo quería asegurarme de que estabas durmiendo solo!».
—Muerte y transfiguración.

—La otra noche, estoy sentado y oigo llamar a la puerta. Sé que es ella. Abro y no hay nadie. Son las once de la noche y estoy en calzoncillos. He estado bebiendo y estoy preocupado. Salgo corriendo en calzoncillos. Le había regalado vestidos por valor de 400 dólares por su cumpleaños. Salgo corriendo y allí están los vestidos, sobre el capó de mi coche nuevo, y se están quemando, ¡están ardiendo! Corro a apartarlos y ella aparecede un salto de detrás de un arbusto y empieza a chillar. Los vecinos se asoman y allí estoy yo en calzoncillos, quemándome las manos, apartando los vestidos del capó,
—Parece una historia de las mías —le digo.

—Sí. Así que pensé que habíamos terminado. Pero dos noches más tarde estoy sentado, tenía que trabajar luego en el club, estoy sentado aquí a las tres de la mañana bebido y otra vez en calzoncillos. Oigo una llamada en la puerta. Es su llamada. Abro y no está allí. Salgo hasta donde mi coche y hay más vestidos empapados en gasolina ardiendo. Había guardado algunos. Sólo que esta vez están ardiendo sobre la portezuela de atrás. Ella sale de un salto de alguna parte y comienza a chillar. Los vecinos se asoman. Allí estoy yo otra vez en calzoncillos tratando de apartar los trajes ardiendo de la parte de atrás del automóvil.
—Es fantástico, me gustaría que me hubiera ocurrido a mí.
—Deberías ver mi coche nuevo. Está lleno de quemaduras en la pintura por el capó

y la parte trasera.
—¿Dónde está ella ahora?
—Volvemos a estar juntos. Va a venir dentro de media hora. ¿Puedo contar contigo
para las lecturas?
—Claro
—Tú anulas a los grupos de rock. Jamás había visto nada igual. Me gustaría traerte
todos los viernes y sábados por la noche.
—No funcionaría, Marty. Puedes tocar una canción una y otra vez, pero con los
poemas siempre quieren algo nuevo.
Marty se rió y colgó.

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