miércoles, 17 de noviembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 72

Bebí toda la semana siguiente. Bebí día y noche y escribí 25 o 30 pesarosos poemas
sobre amores perdidos.
El viernes por la noche sonó el teléfono. Era Mercedes:
—Me he casado —dijo—, con el pequeño Jack. Tú lo conociste en la fiesta tras la
lectura que diste en Venice. Es un buen chico y tiene dinero. Nos mudamos al Valle.
—Muy bien, Mercedes, que tengas suerte.

—Pero echo de menos el beber y charlar contigo. ¿Qué te parecería si me pasara
por ahí esta noche?
—De acuerdo.

En quince minutos estaba allí, liando canutos y bebiéndose mi cerveza.
—El pequeño Jack es muy buen chico. Somos felices los dos juntos.
Mamé mi cerveza.
—No quiero joder —dijo ella—, estoy cansada de abortos, estoy realmente cansada

de abortos...
—Inventaremos otra cosa.
—Sólo quiero fumar, charlar y beber.
—Eso no es bastante para mí.
—Todo lo que los tíos queréis es joder.
—A mí me gusta.
—Bueno, yo no puedo joder, no quiero joder.
—Relájate.

Sentados en el sofá, no nos besamos. Mercedes no era una buena conversadora. No tenía el menor interés. Pero tenía sus piernas, su culo, su cabello y su juventud. Yo había conocido algunas mujeres interesantes. Dios lo sabe, pero Mercedes no estaba muy alta en la lista.

Corrió la cerveza y circularon los porros. Mercedes todavía tenía el mismo trabajo en el Instituto de Relaciones Humanas de Hollywood. Tenía problemas con su coche. El pequeño Jack tenía una picha gorda y corta. Estaba leyendoGrap ef ru it de Yoko Ono. Estaba cansada de abortos. El Valle era agradable, pero echaba de menos Venice. Añoraba sus paseos en bicicleta por las aceras.
No sé cuánto tiempo hablamos, oella habló, pero mucho, mucho más tarde dijo

que estaba demasiado borracha para conducir hasta su casa.
—Quítate la ropa y vete a la cama —le dije.
—Pero sin joder —dijo ella.
—No te tocaré el coño.
Se desnudó y se metió en la cama. Yo me desvestí y entré en el baño. Me vio salir

con un tarro de vaselina.
—¿Qué vas a hacer?
—Tranquila, nena, tranquila.
Me puse vaselina en la polla. Luego apagué la luz y me metí en la cama.

—Ponte de espaldas —le dije.

Le pasé un brazo por debajo y jugué con una teta, el otro lo pasé por encima y jugué con la otra teta. Me gustaba poner mi cara en medio de su pelo. Se me empalmó y la dirigí a su culo. La cogí de la cintura y me apreté contra el culo, duramente, entrando en ella.
—Ooooooooh —dijo ella.

Empecé a trabajar. La metí más hondo. Sus nalgas eran grandes y blandas. Mientras la embestía empecé a sudar. La agarré del estómago y la clavé aún más hondo. Se iba haciendo más estrecho. Alcancé el final de su colon y ella gritó.
—¡Cállate, condenada!

Era muy estrecha. La metí lo más que pude. Hacía una presa increíble. Mientras atacaba, sentí de repente un tirón en un costado, un dolor terrible y abrasador, pero continué. La estaba partiendo en dos, justo por la espina dorsal. Rugí como un loco y me corrí.
Luego caí sobre ella agotado. El dolor en el costado era criminal. Ella estaba
llorando.
—Maldita sea —le dije—. ¿Qué pasa contigo? No te he tocado el coño.
Me eché a un lado.
Por la mañana, Mercedes habló muy poco, se vistió y se fue a su trabajo.
Bueno, pensé, otra más.

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