miércoles, 24 de noviembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 77

Pasó un mes. R. A. Dwight, el editor de Dogbite Press me escribió pidiéndome que hiciese un prólogo a los «Poemas selectos» de Keesing. Gracias a su muerte, Keesing estaba logrando al fin ser reconocido fuera de Australia.
Entonces llamó Cecilia.

—Hank, voy a ir a San Francisco a ver a R. A. Dwight. Tengo algunas fotos de Bill y algunos manuscritos inéditos. Voy a hablar con Dwight para decidir lo que se publica. Pero antes quiero hacer una parada en Los Ángeles por un día o dos. ¿Puedes recogerme en el aeropuerto?
—Claro. Puedes quedarte en mi casa, Cecilia.
-—Muchas gracias.
Me dio su hora de llegada y yo me fui a limpiar el retrete, restregar la bañera y
cambiar las sábanas y fundas de almohada de mi cama.

Cecilia llegó en el vuelo de las diez de la mañana, para mí fue un infierno conseguir llegar, pero ella tenía una pinta estupenda, maciza, un poco rellena, llena de curvas, un aspecto del medio oeste, resplandeciente. Los hombres la miraban, tenía una peculiar

manera de menear el trasero; parecía potente, ofensiva y sexy.
Esperamos el equipaje en el bar. Cecilia no bebió más que un zumo de naranja.
—Me encantan los aeropuertos y los pasajeros de aeropuerto, ¿a ti no?
—No.
—La gente parece tan interesante.
—Tienen más dinero que la gente que viaja en tren o autobús.
—Pasamos por encima del Gran Cañón durante el viaje.
—Sí, pilla de camino.
—¡Estas camareras llevan unas faldas cortísimas! Mira, puedes verles las bragas.
—Se llevan buenas propinas. Todas viven en barrios de lujo y conducen MGs.
—¡Todo el mundo en el avión fue tan agradable! El señor que iba sentado a mi lado
me quiso invitar a una copa.
—Vamos a por tu equipaje.
—R. A. me telefoneó diciéndome que había recibido tu prólogo para el libro de

Bill. Me leyó un fragmento. Era precioso. Quiero darte las gracias.
—Olvídalo.
—No sé cómo devolverte el favor.
—¿Estásseg u ra de que no quieres una copa?
—Muy pocas veces bebo. Quizás más tarde.
—¿Qué es lo que más te gusta? Compraré algo para cuando vayamos a mi casa.
Quiero que te sientas cómoda y relajada.

—Estoy segura de que Bill nos está viendo ahora y de que se siente feliz.

—¿Eso crees?
—Sí.
Cogimos el equipaje y fuimos al aparcamiento.

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