miércoles, 30 de marzo de 2011

"LA SENDA DEL PERDEDOR" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 50

Todo el mundo hacía gimnasia a la misma hora. La taquilla de Baldy estaba en la misma fila que la mía y separada por otras cuatro o cinco taquillas. Me acerqué a la mía antes que los demás. Baldy y yo teníamos un problema similar. Odiábamos los pantalones de lana porque picaban terriblemente, pero a nuestros padres les encantaba que lleváramos prendas de lana. Yo había resuelto el problema, para Baldy y para mí, y le había hecho partícipe de mi secreto. Todo lo que tenías que hacer era llevar el pijama bajo los pantalones de lana.

Abrí la taquilla y me desvestí. Me quité los pantalones y el pijama y escondí el pijama en la parte de arriba de la taquilla. Me puse los pantalones de gimnasia justo cuando los otros chicos estaban comenzando a entrar.
Baldy y yo teníamos grandes anécdotas con los pantalones del pijama,
pero la de Baldy era la mejor. Había salido con su chica una noche para

bailar un poco y a la mitad de un baile su chica preguntó:
—¿Qué es eso?
—¿Qué es qué?
—Hay algo que sobresale de la pernera de tu pantalón.
—¿Qué?
—¡Dios Santo! ¡Llevas elpi jama bajo tus pantalones!
—¿Oh? Oh, eso... se me debe de haber olvidado...
—¡Me voy ahora mismo!
Nunca volvió a citarse con Baldy.
Todos los chicos se estaban poniendo la ropa de gimnasia. Entonces

Baldy entró y abrió su taquilla.
—¿Cómo te va, compañero? —le pregunté.
—Oh, hola, Hank...
—Tengo clase de Inglés a las 7 de la mañana. Es un buen modo de

comenzar el día, sólo que deberían llamarla clase de «apreciación musical».
—Oh, sí, Hamilton. He oído hablar de él. Je, je, je...
Me acerqué a él.

Baldy se había desabrochado los pantalones. Di un tirón y se los bajé. Aparecieron unos pantalones de pijama listados en verde. Intentó subirse los pantalones, pero yo era demasiado fuerte para él.
—¡MIRAD, COMPAÑEROS, MIRAD! JESUCRISTO, ¡AQUÍ TENÉIS UN TIPO QUE VIENE A
CLASE EN PIJAMA!
Baldy estaba forcejeando. Su rostro estaba cárdeno. Un par de chicos se
acercaron a mirar. Entonces yo hice lo peor. Pegué un manotazo a su pijama
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y lo bajé.
—¡Y VED ESTO!¡EL CABRONCETE NO ES SÓLO CALVO, SINO QUE APENAS TIENE POLLA!

¿QUÉ VA A HACER EL POBRECITO CUANDO SE ENFRENTE A UNA MUJER?
Un chicarrón que estaba cerca de mí dijo:
—Chinaski, ¡eres una basura!
—Sí —dijeron otros dos tipos—. Sí... sí... —oí varias voces más.
Baldy se subió los pantalones. Estaba llorando:
—¡Chinaski también lleva pijama! ¡Fueél quien hizo que yo los llevara!
¡Mirad en su taquilla, sólo mirad en su taquilla!
Baldy corrió hasta mi taquilla y abrió la puerta de par en par. Sacó toda
mi ropa pero no aparecieron los pantalones del pijama.
—¡Los ha escondido! ¡Los ha escondido en algún lugar!

Dejé mis ropas en el suelo y salí al campo cuando pasaban lista. Yo estaba en la segunda fila. Hice un par de flexiones y advertí que otro chicarrón estaba detrás de mí. Oí cómo pronunciaban su nombre, Sholom

Stodolsky.
—Chinaski —me dijo— eres una basura.
—No te metas conmigo, chaval. Tengo un temperamento muy inquieto.
—Bueno, pues me meto contigo.
—No me piques mucho, gordinflón.
—¿Conoces el sitio que hay entre el edificio de Biológicas y los campos de

tenis?
—Lo he visto.
—Te veré allí después de la gimnasia.
—Vale —contesté.

No aparecí. Después de la gimnasia pasé del resto de mis clases y cogí los tranvías necesarios para llegar a la plaza Pershing. Me senté en un banco y esperé ver algo de acción. Tuve que esperar mucho hasta que, finalmente, un ateo y un religioso comenzaron a discutir. No eran muy buenos. Yo era un agnóstico. Los agnósticos no tienen mucho que discutir. Dejé el parque y anduve bajando la Séptima hasta llegar a Broadway. Ese era el centro de la ciudad. No parecía haber gran cosa allí, sólo gente que esperaba que cambiaran los semáforos para que pudieran cruzar la calle. Entonces advertí que me comenzaban a picar las piernas. Me había dejado el pijama escondido en la taquilla. Había sido un día jodidamente estúpido desde el principio al fin. Salté a un tranvía de la línea «W» y me senté en la parte trasera mientras rodaba en dirección a casa.

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