domingo, 14 de julio de 2013

"FACTÓTUM" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 34

Para cuando llegamos al puerto, Grace se había unido también a nosotros. Llevaba todavía el pañuelo atado alrededor de la cabeza y no hablaba, pero bebía. Todos estábamos bebiendo. Estábamos dándole a la priva cuando Wilbur bajó por las escaleras. Se quedó allí parado mirándonos.
—Ahora vuelvo —dijo.
Eso fue a primeras horas de la tarde. Nosotros esperamos y seguimos bebiendo. Las
chicas comenzaron a discutir sobre cómo tenían que manejar a Wilbur.
Yo me subí a una de las literas y me puse a dormir. Cuando me desperté ya estaba

anocheciendo. Hacía frío.
—¿Dónde está Wilbur? —pregunté.
—No va a volver —dijo Jerry—, está loco.
—Volverá —dijo Laura—, Grace está aquí.
—Me importa un pijo si no vuelve —dijo Grace—. Aquí tenemos bebida y comida
suficientes para mantener a todo el ejército egipcio durante un mes.

Así que allí estaba yo, en el yate más grande del puerto con tres mujeres. Pero hacía mucho frío. Era el relente que salía del agua. Bajé de la litera, me tomé un trago y volví a subirme.
—Coño, hace frío —dijo Jerry—, déjame subir ahí a calentarme.
Se quitó los zapatos y subió a la litera conmigo. Laura y Grace estaban borrachas y
discutiendo acerca de algo. Jerry era pequeña y redondita, muy redondita, un cuerpo

confortable. Se arrimó junto a mí.
—Caray, qué frío hace. Abrázame.
—Pero Laura... —dije yo.
—Que se joda Laura.
—Quiero decir que puede agarrar un cabreo de cuidado.
—No tiene por qué cabrearse. Somos amigas. Mira —Jerry se incorporó en la litera.
—Laura, Laura...
--¿Sí?
—Oye, estoy tratando de calentarme, ¿vale?
—Vale.
Jerry volvió a acurrucarse bajo las mantas.
—¿Lo ves? Ha dicho que vale.

—Pues bueno —dije. Le puse la mano en el culo y la besé.
—Pero no vayáis demasiado lejos —dijo Laura.
—Sólo me está abrigando —dijo Jerry.

Subí la mano por debajo de su vestido y comencé a bajarle las bragas. Era jodido. Cuando ella las echó fuera de una patada, yo estaba más que listo. Su lengua entraba y salía de mi boca. Tratábamos de parecer modositos mientras lo hacíamos de tapadillo. Se me salió fuera varias veces, pero Jerry la volvía a meter.
—No vayáis demasiado lejos —dijo otra vez Laura. Se me volvió a salir y Jerry la
agarró apretándomela.
—Sólo me está abrigando —dije yo. Jerry soltó una risita y la volvió a meter
dentro. Se quedó allí. Yo estaba cada vez más caliente.

—Tú, zorra —le susurré—, te quiero. —Entonces me corrí. Jerry bajó de la litera y se fue hacia el baño. Grace estaba haciéndonos sandwichs tostados de carne asada. Bajé de la litera y nos pusimos a comer los sandwichs con ensalada de patata, tomates en rodajas, café y tarta de manzana. Todos estábamos hambrientos.
—Qué bien me he calentado —dijo Jerry—. Henry es una buena estufa.
—Yo estoy helada —dijo Grace—, creo que voy a probar un poco de esa

calefacción. ¿Te importa, Laura?
—No me importa. Pero no lleguéis demasiado lejos.
—¿Cómo de lejos es demasiado lejos?
—Ya sabes a lo que me refiero.

Después de comer, subí a la litera y Grace subió conmigo. Era la más alta de las tres. Nunca había estado en la cama con una mujer tan alta. La besé. Su lengua me respondió. Mujeres, pensé, las mujeres son mágicas. ¡Qué seres tan maravillosos! Subí por debajo de su

vestido y tiré de sus bragas. Había un largo camino que recorrer.
—¿Qué estás haciendo? —me susurró.
—Te estoy bajando las bragas.
—¿Para qué?
—Te voy a follar.
—Sólo quiero calentarme.
—Te voy a follar.
—Laura es amiga mía. Yo soy la mujer de Wilbur.
—Te voy a follar.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy tratando de meterla.
—¡No!
—Maldita sea, ayúdame.
—La metes tú solito.
—Ayúdame.
—Métela tú solito. Laura es mi amiga.
—¿Y qué vas a sacar de eso?
—¿Qué?
—Olvídalo.
—Mira, no estoy todavía preparada.
—Aquí está mi dedo.
—Ay, con cuidado. Muéstrale a una dama un poco de respeto.

—Está bien, está bien. ¿Es mejor así?
—Así está mejor. Más arriba. Ahí. ¡Ahí! Así...

—No empecéis de trote-pelote ahora ¿eh? —dijo Laura.
—No, sólo la estoy ayudando a calentarse.
—Me pregunto cuándo volverá Wilbur —dijo Jerry.

—Me importa un carajo si no vuelve nunca —dije yo, metiéndosela por fin a Grace. Ella gimió. Era algo bueno. Fui muy lentamente. Midiendo mis sacudidas. No se me salía fuera como con Jerry.
—Tú, podrido hijo de puta —dijo Grace—, cabronazo, Laura es mi amiga.
—Te estoy jodiendo —dije—, siente esta salchicha recorriéndote el cuerpo dentro
y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera, flup, flup, flup.
—No hables así, me estás poniendo cachonda.

—Te estoy jodiendo —seguí—, joder, joder, jodida jo-dienda, estamos jodiendo, estamos jodiendo, estamos jodiendo. Oh, es tan guarro, es tan cochino, este joder y joder y joder...
—Maldita sea, para ya.

—Se está haciendo más grande y más grande. ¿Lo notas?
—Sí, sí...
—Me voy a correr, Cristo, me voy a correr...
Me corrí y me eché a un lado.
—Me has violado, hijo de puta, me has violado —me dijo en voz baja—. Se lo voy

a tener que decir a Laura.
—Venga, cuéntaselo. ¿Piensas que se lo va a creer?
Grace bajó de la litera y se fue hacia el baño. Yo me limpié con la sábana, me subí los

pantalones y salté fuera de la litera.
—Chicas, ¿sabéis jugar a los dados?
—¿Qué se necesita? —preguntó Laura.
—Yo tengo los dados. ¿Tenéis algo de dinero? Hacen falta dados y dinero. Os
enseñaré cómo. Sacad vuestro dinero, ponedlo enfrente de vosotras. Yo no tengo mucho

dinero. ¿Todos somos amigos, no?
—Sí —dijo Jerry—, todos somos amigos.
—Sí —dijo Laura—, todos somos amigos.
Grace salió del baño.
—¿Qué está haciendo ahora este hijo puta?
—Está enseñándonos a jugar a los dados —dijo Jerry.
—Echar los dados, es el término correcto. Chicas, voy a enseñaros a echar los
dados.—¿Nos vas a enseñar, eh? —dijo Grace.
—Sí, Grace, desciende con tu elevado culo hasta aquí y os enseñaré cómo
funciona...

Una hora más tarde tenía la mayor parte del dinero en mis manos cuando de repente apareció Wilbur Oxnard bajando las escaleras. Así es como nos encontróWillie cuando volvió: borrachos y echando los dados.

—¡No permito el juego en este barco! —gritó desde lo alto de la escalera. Grace se levantó, atravesó la sala, le puso los brazos alrededor y le introdujo su larga lengua en la boca, luego le acarició los cojones.
—¿Dónde ha estado mi Willie, dejando a su Gracita sola y aburrida en este barco
grandote? Cuánto he echado de menos a mi Willie.
Willie entró en la sala sonriendo. Se sentó a la mesa, Grace sacó otra botella de whisky
y la abrió. Wilbur sirvió las bebidas. Me miró :
—Tengo que volver a corregir algunas notas de la ópera. ¿Todavía estás dispuesto a

escribir el libreto?
—¿El libreto?
—Las letras.
—Para ser sincero, Wilbur, no he estado pensando mucho en ello, pero si tú te lo

tomas en serio, yo me pondré a trabajar en la letra.
—Yo me lo tomo en serio —dijo él.
—Empezaré mañana.
En ese momento, Grace se arrastró por debajo de la mesa y le bajó la cremallera a
Wilbur. Iba a ser una buena noche para todos.

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