jueves, 26 de agosto de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 21

Recibía continuamente cartas de una mujer que vivía sólo a una milla o así de mi casa. Firmaba Nicole. Decía que había leído algunos de mis libros y le habían gustado. Contesté a una de sus cartas y ella me respondió con una invitación a visitarla. Una tarde, sin decirle nada a Lydia, subí al Volkswagen y fui hasta allí. Tenía un piso en un edificio del Bulevar Santa Mónica. Su puerta daba a la calle y pude ver una escalera detrás del cristal. Llamé al timbre.
—¿Quién es? —se oyó una voz de mujer saliendo de un pequeño interfono.
—Soy Chinaski —dije. Sonó un zumbido y abrí la puerta.

Nicole me esperó en lo alto de las escaleras observándome mientras subía. Tenía una cara cultivada, casi teatral y llevaba un largo vestido verde de ancho escote. Su cuerpo parecía tener buen aspecto. Me miró con unos grandes ojos marrón oscuro. Alrededor de sus ojos había muchas arruguitas, quizás de mucho beber o de mucho llorar.
—¿Estás sola? —le pregunté.
—Sí —me sonrió—, entra.
Entré. Era espacioso, dos dormitorios, con muy poco mobiliario. Descubrí una
pequeña librería y unos cuantos discos clásicos. Me senté en el sofá. Ella se sentó junto a

mí.
—-Acabo de leer —me dijo— La vida de Picasso.
Había muchos ejemplares del New Yorker en la mesilla.
—¿Te preparo algo de té? —me preguntó.
—Saldré y traeré algo de beber.
—No es necesario. Yo tengo alguna cosa.
—¿Qué?
—¿Un poco de buen vino tinto?
—Me gustaría.
Nicole se levantó y entró en la cocina. La contemplé moverse. Siempre me habían
gustado las mujeres con vestidos largos. Se movían graciosamente. Ella parecía tener mucha clase. Volvió con dos copas y una botella de vino y sirvió. Me ofreció un Benson and Hedges. Lo encendí.
—¿Lees el New Yorker? —me preguntó—. Sacan buenas historias.
—No estoy de acuerdo.
—¿Cuál es la razón?
—Son demasiado educadas.
—A mí me gustan.

—Bueno, mierda.
Seguimos bebiendo y fumando.
—¿Te gusta mi apartamento?
—Sí, es muy agradable.
—Me recuerda a algunos de los sitios donde viví en Europa. Me gusta el espacio, la

luz.
—¿Europa, eh?
—Sí, Grecia, Italia... Grecia sobre todo.
—¿París?
—Oh, sí, me gustó París. Londres no.

Entonces me habló de ella misma. Su familia había vivido en Nueva York. Su padre era un comunista, su madre una sastra en una modistería. Su madre había manejado la primera máquina de coser, era la número uno, la mejor de todas. Resistente y agradable. Nicole se había educado ella sola, había crecido en Nueva York, conocido a un famoso doctor, se había casado con él, viviendo juntos diez años y luego divorciándose. Ahora sólo recibía una pensión de 400 dólares al mes y era difícil administrarlo. No podía mantener su apartamento pero le gustaba demasiado para abandonarlo.
—Tu escritura —me dijo— es tan cruda. Es como un martillo de carnicero, pero
aun así tiene humor y ternura...
—Sí —dije.
Dejé mi copa y la miré. La cogí de la barbilla y la atraje hacia mí, le di un
ligerísimo beso.

Nicole continuó hablando. Me contó algunas historias bastante interesantes, de las que decidí utilizar más de una como cuentos o poemas. Observé sus tetas mientras se inclinaba a servir bebidas. Es como una película, pensé, como una jodida película. Resultaba gracioso. Me sentía como si nos estuviesen filmando. Me gustaba. Era mejor que el hipódromo, era mejor que los combates de boxeo. Seguimos bebiendo. Nicole abrió otra botella. Hablaba. Escucharla era fácil. Había sabiduría y algo de risa en sus relatos. Nicole me estaba impresionando más de lo que ella creía. Eso me preocupaba, en cierto modo.

Salimos al balcón con nuestras copas y contemplamos el tráfico de media tarde. Ella hablaba de Huxley y de Lawrence en Italia. Vaya mierda. Le dije que Knut Hamsun había sido el escritor más grande del mundo. Ella me miró, atónita de que yo hubiera oído hablar de él, luego me dio la razón. Nos besamos en el balcón y pude oler el humo de los automóviles que pasaban abajo en la calle. Mi cuerpo se sentía bien junto a su cuerpo. Sabía que no íbamos a joder aquella misma noche, pero también sabía que iba a volver por allí. Nicole también lo sabía.

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