sábado, 28 de agosto de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 23

A partir de ahí todo se borra. Supongo que había bebido más whisky del que pensaba. No recuerdo cómo llegué a casa de Nicole. Me desperté por la mañana dándole la espalda a alguien en una cama extraña. Miré a la pared que me daba la cara y vi una gran letra decorativa colgando, una enorme «N». Era por «Nicole». Me sentía mal. Fui al baño. Usé el cepillo de dientes de Nicole, vomité. Me lavé la cara, me peiné, cagué y meé, me lavé las manos y bebí gran cantidad de agua del grifo del lavabo. Luego volví a la cama. Nicole se levantó, se aseó y volvió. Empezamos a besarnos y acariciarnos.
Soy inocente en mi comportamiento, Lydia, pensé, te sigo siendo fiel.

Nada de sexo oral. Tenía el estómago demasiado revuelto. Monté a la ex mujer del famoso doctor. La culta viajera mundana. Tenía a las hermanas Brontë en su biblioteca. A los dos nos gustaba Carson McCullers. El corazón es un cazador solitario. Le di tres o cuatro embestidas particularmente salvajes y ella gimió. Ahora sabía lo que valía un puño de escritor. No un escritor muy conocido, por supuesto, pero me las arreglaba para pagar el alquiler, lo que era ya insólito. Un día ella saldría en uno de mis libros. Me estaba tirando a una perra de la cultura. Me sentí cercano al clímax. Empujé mi lengua dentro de su boca, la besé y me corrí. Me eché a un lado sintiéndome un poco idiota. La mantuve un rato abrazada, entonces se levantó y se fue al baño. Seguramente hubiera sido un polvo mucho mejor en Grecia, quizás América era un lugar mierdoso para joder.

Después de aquello visitaba a Nicole dos o tres veces por semana a media tarde. Bebíamos vino, charlábamos, y de vez en cuando hacíamos el amor. Descubrí que no estaba particularmente interesado en ella, era solamente algo que hacer. Lydia y yo teníamos siempre bronca al día siguiente. Ella me preguntaba dónde había estado la tarde anterior.
—Fui al supermercado —le decía yo, y era verdad. Solía ir al supermercado antes.
—Nunca te había visto pasar tanto tiempo en el supermercado.

Una noche me emborraché y le mencioné a Lydia que conocía a una tal Nicole. Le dije dónde vivía, pero que «no ocurría gran cosa entre nosotros». Por qué se lo dije, no lo tengo muy claro, pero cuando uno bebe a veces piensa de modo poco claro...

Una tarde venía de la tienda de licores y acababa de llegar a la casa de Nicole. Llevaba dos paquetes de seis cervezas y una pinta de whisky. Lydia y yo acabábamos de tener otra reciente pelea y había decidido pasar la noche con Nicole. Estaba entrando, ya un punto intoxicado, cuando oí a alguien subir corriendo detrás mío. Me di la vuelta. Era Lydia.
—¡Ja! —dijo—. ¡Ja!

Agarró la bolsa de licores de un zarpazo y empezó a sacar las botellas de cerveza. Las arrojó contra el suelo una a una. Producían amplias explosiones. El Bulevar Santa Mónica tiene mucho ajetreo. El tráfico vespertino estaba empezando a congestionarse. Todo esto estaba ocurriendo justo en la puerta del edificio de Nicole. Entonces Lydia sacó la botella de whisky. La alzó y me gritó:
—¡Ja! ¡Ibais a beberos esto y luego te la ibas a JODER! —Arrojó la botella contra el cemento.

La puerta de Nicole estaba abierta y Lydia subió corriendo por las escaleras. Nicole estaba quieta en lo alto. Lydia empezó a atizarla con su gran bolso. Tenía largas correas y ella lo lanzaba tan fuertemente como podía.
—¡Esmi hombre! ¡Esmi hombre! ¡Mantente apartada de mi hombre!
Entonces Lydia bajó corriendo, pasó junto a mí y salió por la puerta desapareciendo

en la calle.
—Dios mío —dijo Nicole—. ¿Qué fue eso?
—Era Lydia. Déjame una escoba y una bolsa.

Bajé a la calle y empecé a recoger los cristales rotos metiéndolos en una bolsa marrón de papel. Esta perra ha ido demasiado lejos esta vez, pensé. Iré a comprar más bebida y pasaré la noche con Nicole, quizás un par de noches.

Estaba inclinado recogiendo los cristales cuando oí un extraño sonido detrás mío. Miré a mi alrededor. Era Lydia en la Cosa. Había subido a la acera y venía directamente hacia mí a unos 50 kilómetros por hora. Me eché a un lado de un salto y el coche pasó junto a mí, no pillándome por unos centímetros. Corrió hasta el final de la manzana, botó al caer a la calzada, continuó por la calle, dobló luego por la siguiente esquina y desapareció.

Volví a recoger cristales. Lo barrí todo y me lo llevé. Entonces eché un vistazo en el interior de la bolsa de papel y encontré una botella de cerveza intacta. Tenía muy buena pinta. Realmente la necesitaba. Iba a quitarle la chapa cuando alguien me la arrebató de la mano. Era Lydia otra vez. Corrió con la botella hasta la puerta de Nicole y la arrojó contra el cristal. La lanzó con tal velocidad que atravesó el vidrio como si fuera una bala, sin romper la ventana entera, sólo dejando un limpio agujero.
Lydia se fue corriendo y yo subí las escaleras. Nicole seguía allí de pie.
—Por Dios, Chinaski, llévatela antes de que mate a todo el mundo.

Me di la vuelta y bajé las escaleras. Lydia estaba sentada en su coche junto a la acera con el motor en marcha. Abrí la puerta y subí. Ella arrancó. Ninguno de los dos dijo una palabra.

ENLACE " CAPITULO 24 "

No hay comentarios: