viernes, 10 de septiembre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 32

Lydia fue a recibirme al aeropuerto. Estaba tan caliente como de costumbre.
—¡Cristo —dijo—, estoyca ch on da ! Me he estado masturbando, pero no he
logrado gran cosa.
íbamos conduciendo hacia mi casa.
—Lydia, mi pierna está todavía en muy mal estado. No sé si podré hacerlo con la
pierna así.
—¿Qué?

—Es verdad. No creo que pueda joder con la pierna como está.
—¿Qué coño puedes hacer bien, entonces?
—Bueno, puedo freír huevos y hacer juegos de manos.
—No te hagas el gracioso. Te estoy preguntando qué cojones vas a poder hacer

bien.
—La pierna se curará. Si no me la cortan. Ten paciencia.
—Si no hubieras estado borracho no te hubieras caído, ni hecho ese corte. ¡Siempre
tiene la culpa la botella!
—No es siempre la botella, Lydia. Jodemos unas cuatro veces por semana. Para mi

edad ya es bastante.
—A veces me parece que ni siquiera lo disfrutas.
—¡Lydia, el sexo no lo esto do ! Estás obsesionada. Por Dios, dame un descanso.
—¿Un descanso hasta que se cure tu pierna? ¿Cómo me lo voy a hacer entretanto?
—Jugaré contigo al parchís.
Lydia gritó. El coche empezó a irse de un lado a otro por toda la calle.
—¡HIJO DE PUTA! ¡TE VOY A MATAR!

Cruzó la doble raya amarilla a toda velocidad, directamente contra el tráfico en sentido contrario. Sonaron las bocinas y derraparon los automóviles. Marchamos en contra de la avalancha de coches que pasaban a escasos milímetros por ambos lados. Entonces, igual de abruptamente, Lydia volvió a cruzar las rayas amarillas hacia nuestro carril.
¿Dónde está la policía?, pensé. ¿Por qué cuando Lydia hace alguna locura la policía
desaparece del mapa?

—Muy bien —dijo ella—, te voy a llevar a casa y se acabó. Ya he tenido bastante. Voy a vender mi casa y me largo para Phoenix. Mis hermanas ya me advirtieron que no viviera con un jodido viejo como tú.

Hicimos el resto del camino sin hablar. Cuando llegamos a mi casa cogí mi maleta, miré a Lydia y dije adiós. Ella estaba llorando sin dejar escapar un solo sonido, toda su cara estaba húmeda. De repente salió a toda velocidad hacia Western Avenue. Entré por el patio. De vuelta de otra lectura...
Miré el correo y luego telefoneé a Katherine, que vivía en Austin, Tejas. Pareció alegrarse bastante de oír mi voz, y para mí era desde luego algo cojonudo escuchar aquel acento lejano, aquella risa sonora. Le dije que me gustaría que viniera a visitarme, que le pagaría el billete de avión de ida y vuelta. Iríamos a las carreras, iríamos a Malibú, iríamos a...donde ella quisiera.
—¿Pero Hank, no tienes una novia?
—No, ninguna, soy un recluso.
—Pero siempre estás escribiendo sobre mujeres en tus poemas.
—Eso es el pasado. Esto es el presente.
—¿Pero qué pasa con Lydia?

—¿Lydia?
—Sí, me hablaste de ella.
—¿Qué te conté?
—Me dijiste que ya había zurrado a otras dos mujeres. ¿Dejarías que me pegase?
No soy muy fuerte, ya sabes.
—No puede ocurrir. Se ha ido a Phoenix. Ya te contaré. Katherine, tú eresla mujer
excepcional que siempre he buscado. Por favor, confía en mí.
—Tendré que hacer preparativos. Tengo que buscar a alguien que cuide de mi gato.

—De acuerdo. Pero quiero que sepas que todo está despejado por aquí.
—Pero Hank, no te olvides de lo que me dijiste acerca de tus mujeres.
—¿Qué te dije?
—Dijiste: «Siempre vuelven».
—Es sólo fanfarronería de macho.
—Iré —dijo—, tan pronto como arregle las cosas por aquí haré una reserva y ya te
avisaré.Durante mi estancia en Tejas, Katherine me había hablado de su vida. Yo era sólo

el tercer hombre con quien se había acostado. Antes habían sido su ex marido, Arnold, y un famoso músico alcohólico. Arnold estaba metido en el mundo del espectáculo y las artes. No sé exactamente en lo que trabajaba. Estaba continuamente firmando contratos con famosas estrellas del rock, pintores y gente así. Debía 60.000 dólares, pero el negocio florecía. Era uno de estos casos en que cuanto más debes, más categoría alcanzas.

No sé qué ocurrió con el músico. Se esfumaría, supongo. Entonces Arnold empezó con la coca. La coca le cambió de la noche a la mañana. Katherine me dijo que se convirtió en una persona distinta de la que ella conocía. Era terrible. Viajes en ambulancia a los hospitales. Y luego él volvía por las mañanas a la oficina como si nada ocurriese. Entonces entró en escena Joanna Dover. Una semimillonaria alta y mundana. Educada y chiflada. Ella y Arnold comenzaron a hacer negocios juntos. Joanna Dover comerciaba con el arte como otras personas comercian con cereales. Descubría artistas desconocidos, prometedores, les compraba sus obras a bajo precio y lo vendía luego todo por mucho dinero cuando se hacían conocidos. Tenía buen ojo. Y un cuerpo magnífico de uno noventa. Empezó a ver mucho a Arnold. Una noche vino a recogerle vestida con un lujoso traje largo ajustado. Entonces Katherine comprendió que Joanna significaba realmente buenos negocios. Así que, luego de aquello, ella iba allí donde Joanna y Arnold fuesen. Eran un trío. Arnold eramu y apagado sexualmente, no era eso lo que a Katherine le preocupaba. Le preocupaban los negocios. Luego Joanna salió de escena y Arnold se metió más y más en la coca. Más y más viajes en ambulancia, Katherine finalmente se divorció de él. De todas maneras, seguían viéndose. Ella llevaba todas las mañanas a las diez y media el café para el personal de la oficina y Arnold la tenía incluida en nómina. Esto le permitía mantener el piso. Los dos cenaban juntos de vez en cuando, pero sin percances sexuales de por medio. El todavía la necesitaba y ella se sentía amparadora. Katherine era también devota de la alimentación natural y la única carne que comía era de pollo o pescado. Era, ante todo, una hermosa mujer.

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