sábado, 16 de octubre de 2010

CHARLES BUKOWSKI "NOVELA MUJERES" - CAPITULO 51

Aquella noche llevé a Tammie a las carreras nocturnas. Subimos al segundo piso de tribunas y nos sentamos. Le compré un programa y ella se quedó un rato mirándolo. (En las carreras nocturnas, las llegadas de las últimas carreras están impresas en fotografía en el programa.)
—Oye —me dijo—, voy de pastillas, y cuando tomo pastillas a veces me flipo y

me pierdo. No me pierdas de vista.
—Está bien. Tengo que ir a apostar. ¿Quieres unos pavos para apostar tú?
—No.
—De acuerdo. Ahora vuelvo.

Fui a las ventanillas y puse cinco a ganador al caballo n.° 7.
Cuando regresé, Tammie no estaba. Habrá ido a los lavabos, pensé.
Me senté y vi la carrera. Ganó el 7 y pagó 5 a 1. Iba ganando 25 dólares.
Tammie no había vuelto todavía. Salieron los caballos para la próxima carrera.
Decidí no apostar. Me puse a buscar a Tammie.
Primero subí al piso superior y desde allí observé todas las tribunas, el patio, el bar.
No pude verla.

Comenzó la segunda carrera y todo el mundo fue a verla. Oí el clamor de los apostantes durante la recta final mientras bajaba al piso de abajo. Miré por todas partes en busca de aquel maravilloso cuerpo y aquel pelo rojo. No pude encontrarla.
Me acerqué a la oficina de auxilios de emergencia. Un hombre estaba allí fumando
un puro. Le pregunté:
—¿Tienen aquí a una joven pelirroja? Puede que se desmayara... ha estado
enferma.
—No tengo ninguna pelirroja aquí, señor.
Tenía los pies cansados. Volví a la segunda tribuna y empecé a pensar en la tercera
carrera.Para el final de la octava carrera llevaba ganados 132 dólares. Iba a poner 50 a

ganador al caballo n.° 4 en la última. Me fui a apostar y entonces vi a Tammie en la puerta de un cuarto de servicio. Estaba entre un hombre de la limpieza negro con una fregona y otro negro que iba muy bien vestido. Parecía una starlet de cine. Sonrió y me saludó con la

mano.
Me acerqué.
—Te estaba buscando. Pensé que tal vez llevases una sobredosis.
—No, estoy bien, perfectamente.
—Bueno, me alegro. Buenas noches, rojita.
Me fui hacia la ventanilla de apuestas. La oí correr detrás mío.
—Hey, ¿dónde coño vas?
—Quiero apostar al n.° 4.
Lo aposté. El 4 perdió por un morro. Acabaron las carreras. Tammie y yo salimos
al aparcamiento. Su cadera iba rebotando en mí mientras andábamos.
—Me tuviste preocupado —dije.

Encontramos el coche y subimos. Tammie fumó seis o siete cigarrillos en el camino de vuelta, fumándolos a medias y luego despachurrándolos en el cenicero. Puso la radio. Subía y bajaba el volumen, cambiando emisoras y chasqueando con los dedos al ritmo de la música.
Cuando llegamos al bloque, corrió por el patio hacia su casa, entró y cerró la
puerta.

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