lunes, 14 de febrero de 2011

"LA SENDA DEL PERDEDOR" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 25

Curly Wagner se enfrentó con Morris Moscowitz. Fue después de la escuela, y ocho o diez de nosotros nos habíamos enterado del reto y anduvimos tras el gimnasio para observar. Wagner había impuesto las reglas.
—Pelearemos hasta que alguno grite que se rinde.
—De acuerdo —dijo Morris. Era un chico alto y delgado, un poco

estúpido, y nunca hablaba mucho o molestaba.
Wagner me miró.
—Y cuando acabe con este tipo, ¡te las verás conmigo!
—¿Yo, entrenador?
—Sí, tú, Chinaski.
Le respondí con una mueca.
—¡Voy a obtener un poco de maldito respeto de vosotros si os tengo que
barrer uno por uno!

Wagner era un gallito. Siempre estaba trabajándose las barras paralelas o dando volteretas sobre la colchoneta o pegándose carreras por la pista. Se contoneaba cuando andaba, pero aún así tenía barriga. Le gustaba plantarse y mirar durante largo rato a alguien como si fuera una mierda. Yo no sabía qué era lo que le molestaba. Nosotros le fastidiábamos. Creo que él pensaba que nosotros nos follábamos a todas las chicas como locos y no le gustaba nada la idea.

Comenzaron la pelea. Wagner tuvo algunas buenas fintas. Se encorvaba, esquivaba, arrastraba los pies, saltaba adelante y atrás siseando quedamente. Era imponente. Le atizó a Moscowitz tres directos con la izquierda. Moscowitz se limitaba a permanecer en pie con las manos en los costados. No tenía ni idea de boxear. Entonces Wagner estrelló su derecha en la mandíbula de Moscowitz.

—¡Mierda! —dijo Morris y lanzó un derechazo abierto que Wagner esquivó. Wagner contraatacó con un derecha-izquierda que aterrizaron en la cara de Moscowitz. Morris tenía la nariz ensangrentada.

—¡Mierda! —repitió, y empezó a balancearse lanzando golpes laterales que aterrizaron en su blanco. Podías oír cómo los golpes crujían en la cabeza de Wagner. Wagner intentó rechazarle, pero sus puñetazos no tenían la fuerza y la furia de los de Moscowitz.
—¡Cojonudo! ¡Machácale, Morrie!
Moscowitz era un pegador. Clavó su izquierda en la redonda barriga de
Wagner y éste boqueó y cayó de rodillas. Tenía un corte en la cara y sangraba. Apoyaba la barbilla en el pecho y parecía enfermo.
—Me rindo —dijo Wagner.
Le dejamos detrás del edificio y seguimos todos a Morris Moscowitz. Era

nuestro nuevo héroe.
—¡Mierda, Morrie, deberías de hacerte profesional!
—Huevos, sólo tengo trece años.
Anduvimos hasta la parte de atrás del taller y nos quedamos de pie en

torno a las escaleras. Alguien encendió algunos cigarrillos y los hizo circular. —¿Qué es lo que ese tío tenía en contra de nosotros? —preguntó Morrie. —Infiernos, Morrie, ¿no lo sabes? ¡Tiene celos! ¡Cree que nos follamos a

todas las chicas!
—Vaya, jamás he besado a una chica.
—¿No nos engañas, Morrie?
—En serio.
—Deberías de intentar el follar en seco, Morrie, ¡es fantástico!
Entonces vimos a Wagner pasar andando. Se estaba arreglando la cara

con su pañuelo.
—Oye, entrenador —vociferó uno de los chicos—, ¿qué tal una revancha?
Wagner se detuvo y se nos quedó mirando.
—Muchachos, ¡tirad esos cigarrillos!
—Ah, no, entrenador, ¡nos gusta fumar!
—Ven aquí, entrenador, ¡oblíganos a tirar los cigarrillos!
—¡Sí, ven, entrenador!
Wagner estaba plantado mirándonos.
—¡Todavía no he empezado con vosotros! ¡Os pillaré uno por uno de un
modo u otro!
—¿Y cómo vas a hacerlo, entrenador? Tus capacidades parecen ser
limitadas.
—Sí, entrenador, ¿cómo coño vas a lograrlo?
Cruzó todo el campo hasta su coche. Sentí un poco de lástima por él.
Cuando un tío es tan antipático debería ser capaz de defenderse.
—Supongo que cree que no habrá ninguna virgen por los alrededores
para cuando nos graduemos —dijo uno de los chicos.
—Creo —dijo otro chico— que alguien se corrió en su oreja y así le
funciona el cerebro.
Después de eso nos fuimos. Había sido un día bastante estupendo.

ENLACE " CAPITULO 26 "

No hay comentarios: