lunes, 7 de marzo de 2011

"LA SENDA DEL PERDEDOR" DE CHARLES BUKOWSKI - CAPITULO 38

Era bastante malo que Abe Mortenson diera vueltas a mi alrededor, pero sólo era un tonto. Puedes perdonar a los tontos porque corren sólo en una dirección y no decepcionan a nadie. Son aquellos que te decepcionan los que te hacen sentirte mal. Jimmy Hatcher tenía un pelo completamente negro, piel blanca y no era tan grande como yo, pero lograba erguir sus hombros y vestía mejor que nosotros. Además tenía facilidad para simpatizar con cualquier persona con la que quisiera. Su madre era camarera y su padre se había suicidado. Jimmy tenía una sonrisa agradable, dientes perfectos, y gustaba a las chicas aunque no tuviera el dinero que tenían los chicos ricos. Siempre le veía hablando con alguna chica. No sé qué es lo que les decía. No tenía idea de lo que los chicos les decían. Las chicas eran un imposible fuera de mi alcance, y por eso aparentaba que no existían.
Pero Hatcher estaba hecho de otra pasta. Yo sabía que no era un

maricón, pero él seguía colgándose de mí.
—Escucha Jimmy, ¿por qué me sigues? No me gusta nada de ti.
—Venga, Hank, somos amigos.
—¿Ah sí?
—Sí.

Una vez incluso se levantó en clase de Inglés y leyó un ensayo titulado «El Valor de la Amistad», y mientras lo leía no me quitaba el ojo de encima. Era un ensayo estúpido, sin garra y corriente, pero la clase aplaudió cuando finalizó y yo pensé: bien, eso es lo que la gente piensa, ¿y qué demonios voy a hacerle? Escribí un contra-ensayo titulado «El Valor de la Absoluta Carencia de Amistad». La profesora no me dejó leerlo en clase y encima me suspendió.

Jimmy y Baldy y yo volvíamos a casa andando juntos todos los días. (Abe Mortenson vivía en otra dirección, así que nos salvábamos de aguantarle.) Un día estábamos andando juntos y Jimmy dijo:
—Oíd, vamos a casa de mi chica, quiero que la conozcáis.
—Y un huevo, a la mierda con eso —dije.
—No, no —dijo Jimmy—, es una chica encantadora. Quiero que la
conozcas. Le he metido los dedos por el coño.

Yo había visto a esa chica, Ann Weatherton, y era realmente bonita, con su largo pelo castaño y enormes ojos del mismo color, tranquila y con un buen tipo, nunca había hablado con ella pero sabía que era la chica de Jimmy. Los muchachos ricachones habían intentado acercarse a ella, pero los ignoró. Parecía ser de primera.

—Tengo la llave de su casa —dijo Jimmy—. Vamos allí y la esperamos.
Tiene una clase a última hora.
—Me parece aburrido —dije.
—Ah, venga, Hank —dijo Baldy—, si sólo vas a ir a tu casa a cascártela
de todos modos.
—Eso tiene bastante mérito —repliqué.

Jimmy abrió la puerta principal con su llave y entramos. Era una casa limpia y bonita. Un pequeño bulldog blanco y negro saltó sobre Jimmy meneando su corto rabo.
—Este es Huesitos —dijo Jimmy—, Huesitos me adora. ¡Mirad esto!
Jimmy escupió en la palma de su mano, agarró el pene de Huesitos y
comenzó a frotárselo.
—Oye, ¿qué demonios estás haciendo? —preguntó Baldy.
—Siempre dejan a Huesitos atado en el patio. Nunca tiene una corrida.
¡Necesitade sahogarse! —Jimmy siguió trabajándose al perro.

El pene de Huesitos se puso asquerosamente rojo. Era un pequeño y fatuo palillo. Huesitos comenzó a proferir ruiditos plañideros. Jimmy alzó la cabeza mientras seguía masturbándolo.

—Oíd, ¿queréis saber cuál es nuestra canción? Me refiero a la canción de Ann y la mía. Es «Cuando el Crepúsculo Púrpura Desciende sobre los Muros Adormecidos de Nuestro Jardín».

Entonces Huesitos empezó a correrse. El esperma saltó sobre la alfombra. Jimmy se levantó y con la suela de sus zapatos esparció la corrida entre los nudos de la alfombra.
—Voy a follarme a Ann uno de estos días. Cada vez estamos más a
punto. Ella dice que me quiere. Y yo la quiero también. Adoro su maldito

coño.
—Huevón —le dije a Jimmy—, haces que me sienta mal.
—Sé que no quieres decir eso, Hank —replicó.
Jimmy entró en la cocina.

—Ella tiene una familia muy agradable. Vive aquí con su padre, su madre y su hermano. Su hermano sabe que me la voy a follar. Tiene razón. Pero no hay nada que pueda hacer porque puedo sacarle la mierda a golpes. Es un don nadie. Oíd, ¡mirad esto!

Jimmy abrió la puerta del refrigerador y sacó una botella de leche. En mi casa todavía teníamos una helera. Los Weatherton eran obviamente una familia acomodada. Jimmy sacó su polla, peló el tapón de cartón de la botella y metió su polla dentro.
—Sólo un poquito, sabéis. Nunca se darán cuenta pero se estarán
bebiendo mi meada...
Sacó su polla, cerró la botella, la sacudió y luego la repuso en el
refrigerador.
—Ahora —dijo—, aquí tenemos un poco de gelatina. Van a comer gelatina
de postre esta noche. También van a comer...

—Sacó el cuenco de la gelatina y lo sostuvo en sus manos justo cuando oímos una llave en la puerta principal. Jimmy rápidamente devolvió la gelatina a su lugar y cerró la puerta del refrigerador.
Entonces Ann entró en la cocina.

—Ann —dijo Jimmy—, quiero que conozcas a mis buenos amigos Hank y

Baldy.
—¡Hola!
—¡Hola!
—¡Hola!
—Este es Baldy. El otro chico es Hank.
—¡Hola!
—¡Hola!
—¡Hola!
—Muchachos, os he visto por el campus.
—Oh claro —dije yo—, andamos por ahí. Y también te hemos visto a ti.
—Sí —dijo Baldy.
Jimmy miró a Ann.
—¿Estás bien, nena?
—Sí, Jimmy, he estado pensando en ti.

Ella se acercó a Jimmy y ambos se abrazaron. Al poco se estaban besando. Permanecían justo frente a nosotros mientras se besaban. Jimmy nos daba la cara. Podíamos ver su ojo derecho. Guiñaba.
—Bien —dije—, nos tenemos que ir.
—Sí —dijo Baldy.
Salimos de la cocina, pasamos la sala y salimos de la casa. Anduvimos

por la acera camino al hogar de Baldy.
—Ese chico realmente lo tiene hecho —dijo Baldy.
—Sí —repliqué.

ENLACE " CAPITULO 39 "

No hay comentarios: