miércoles, 28 de abril de 2010
"APOSTÁNDOLE A LA MUSA" de Charles Bukowski
en un cuartucho de hotel
de mala muerte.
beau jack terminó lustrando
zapatos,
justo cuando empezaba.
hay docenas, cientos,
más, tal vez mil más.
ser un atleta envejecido
es uno de los más crueles
destinos,
ser reemplazado por otros,
no escuchar más las
aclamaciones y a los conocedores, ya no ser
reconocido,
ser solamente un hombre viejo
como cualquier otro
viejo.
casi como para no creerte
a ti mismo,
revisas el álbum de recortes
con las amarillentas
páginas. y ahí estás,
sonriente;
ahí estás,
victorioso;
ahí estás,
joven.
la multitud tiene otros
héroes.
la multitud nunca
muere,
nunca envejece
pero la multitud a menudo
olvida
ahora el teléfono
no suena,
las muchachas se han
ido,
la fiesta
terminó.
por eso escogí
ser un
escritor.
si vales una
maldita cosa
puedes seguir con
tu relajo
hasta el último minuto
del último
día.
puedes seguir
mejorando en vez
de empeorar,
puedes seguir
golpeándolos contra la
pared.
a través de la oscuridad, la guerra,
con buena o mala
suerte
puedes continuar
golpeándolos,
con el deslumbrante relámpago
de la
palabra,
derribando a la vida en la vida,
y a la muerte demasiado tarde para
ganar verdaderamente
contra
ti.
lunes, 26 de abril de 2010
"PUTREFACCIÓN" de Bukowski
Me ronda este pensamiento
Que este país
Ha retrocedido
4 0 5 décadas
y que todo el
avance social
los buenos sentimientos de
una persona hacia otra
se han borrado
y se han reemplazado por la
vieja
intolerancia de siempre.
Más que nunca
Tenemos
Egoístas ansias de poder
Desprecio por el
Débil
El viejo
El pobre
El desvalido.
Estamos reemplazando necesidad con
Guerra
Salvación con
Esclavitud.
Hemos desperdiciado
Los logros
Nos hemos deteriorado
Deprisa.
Tenemos nuestra Bomba
Es nuestro miedo
Nuestra vergüenza
Y nuestra condena
Ahora
Se ha apoderado de nosotros
Algo tan triste
Que nos deja
Sin aliento
Y ni siquiera podemos
Llorar.
sábado, 24 de abril de 2010
" VIEJO MUERTO EN UNA HABITACIÓN " de BUKOWSKI
jueves, 22 de abril de 2010
"VIEJO MUERTO EN UNA HABITACIÓN" de Charles Bukowski
pero es igual de real
como caseros quisquillosos
haciendo redobles en mi puerta por un alquiler
mastico nueces metido en la funda
de mi soledad
atento a tambores más importantes...
Esto dentro de mí
que se arrastra como una serpiente,
aterrorizando mi amor por la vulgaridad,
algunos lo llaman arte
algunos lo llaman Poesía:
no es la muerte,
pero morir terminaría con su poder
y cuando mis manos grises
dejen caer un último lápiz desesperado
en alguna habitación barata
me encontrarán allí
y nunca sabrán
mi nombre,
mi intención
ni el tesoro
de mi huida.
martes, 20 de abril de 2010
"LO MEJOR Y LO PEOR" de Charles Bukowski
domingo, 18 de abril de 2010
"LO MEJOR Y LO PEOR" de Charles Bukowski
es lo peor
los manicomios
es lo peor
los áticos
es lo peor
los hoteluchos ruidosos
es lo peor
los recitales de poesía
los conciertos de rock
a beneficio de minusválidos
es lo peor
los funerales
las bodas
es lo peor
los desfiles
las pistas de patinaje
las orgías sexuales
es lo peor
la medianoche
las 3 de la madrugada
las 5.45 de la tarde
es lo peor
caer del cielo
los pelotones de ejecución
eso es lo mejor
pensar en la India
mirar los puestos de palomitas
ver al toro coger al matador
eso es lo mejor
las bombillas en cajas
un viejo perro escarbando
los cacahuates en una bolsa de papel
eso es lo mejor
pulverizar cucarachas
un par de calcetines limpios
el valor natural que vence al talento natural
eso es lo mejor
de pie frente a los pelotones de ejecución
echar migas a las gaviotas
cortar tomate en rodajas
eso es lo mejor
alfombras con quemaduras de cigarrillos
grietas en las aceras
camareras todavía sensatas
eso es lo mejor
mis manos muertas
mi corazón muerto
silencio
adagio de rocas
el mundo en llamas
eso es lo mejor
para mí.
viernes, 16 de abril de 2010
"DEJE DE MIRARME LAS TETAS SEÑOR" de Charles Bukowski (relato completo)
Big Bart era el tío más salvaje del Oeste. Tenía la pistola más veloz del Oeste, y se había follado mayor variedad de mujeres que cualquier otro tío en el Oeste. No era aficionado a bañarse, ni a la mierda de toro, ni a discutir, ni a ser un segundón. También era guía de una caravana de emigrantes, y no había otro hombre de su edad que hubiese matado más indios, o follado más mujeres, o matado más hombres blancos.
Big Bart era un tío grande y él lo sabía y todo el mundo lo sabía. Incluso sus pedos eran excepcionales, más sonoros que la campana de la cena; y estaba además muy bien dotado, un gran mango siempre tieso e infernal. Su deber consistía en llevar las carretas a través de la sabana sanas y salvas, fornicar con las mujeres, matar a unos cuantos hombres, y entonces volver al Este a por otra caravana. Tenía una barba negra, unos sucios orificios en la nariz, y unos radiantes dientes amarillentos.
Acababa de metérsela a la joven esposa de Billy Joe, la estaba sacando los infiernos a martillazos de polla mientras obligaba a Billy Joe a observarlos.
Obligaba a la chica a hablarle a su marido mientras lo hacían. Le obligaba a decir: -¡Ah, Billy Joe, todo este palo, este cuello de pavo me atraviesa desde el coño hasta la garganta, no puedo respirar, me ahoga! ¡Sálvame, Billy Joe! ¡No, Billy Joe, no me salves! ¡Aaah!
Luego de que Big Bart se corriera, hizo que Billy Joe le lavara las partes y entonces salieron todos juntos a disfrutar de una espléndida cena a base de tocino, judías y galletas.
Al día siguiente se encontraron con una carreta solitaria que atravesaba la pradera por sus propios medios. Un chico delgaducho, de unos dieciséis años, con un acné cosa mala, llevaba las riendas. Big Bart se acercó cabalgando.
-¡Eh, chico! -dijo.
El chico no contestó.
-Te estoy hablando, chaval…
-Chúpame el culo -dijo el chico.
-Soy Big Bart.
-Chúpame el culo.
-¿Cómo te llamas, hijo?
-Me llaman «El Niño».
-Mira, Niño, no hay manera de que un hombre atraviese estas praderas con una sola carreta.
-Yo pienso hacerlo.
-Bueno, son tus pelotas, Niño -dijo Big Bart, y se dispuso a dar la vuelta a su caballo, cuando se abrieron las cortinas de la carreta y apareció esa mujercita, con unos pechos increíbles, un culo grande y bonito, y unos ojos como el cielo después de la lluvia. Dirigió su mirada hacia Big Bart, y el cuello de pavo se puso duro y chocó contra el torno de la silla de montar.
-Por tu propio bien, Niño, vente con nosotros.
-Que te den por el culo, viejo -dijo el chico-. No hago caso de avisos de viejos follamadres con los calzoncillos sucios.
-He matado a hombres sólo porque me disgustaba su mirada.
El Niño escupió al suelo. Entonces se incorporó y se rascó los cojones.
-Mira, viejo, me aburres. Ahora desaparece de mi vista o te voy a convertir en una plasta de queso suizo.
-Niño -dijo la chica asomándose por encima de él, saliéndosele una teta y poniendo cachondo al sol-. Niño, creo que este hombre tiene razón. No tenemos posibilidades contra esos cabronazos de indios si vamos solos. No seas gilipollas. Dile a este hombre que nos uniremos a ellos.
-Nos uniremos -dijo el Niño.
-¿Cómo se llama tu chica? -preguntó Big Bart.
-Rocío de Miel -dijo el Niño.
-Y deje de mirarme las tetas, señor -dijo Rocío de Miel-o le voy a sacar la mierda a hostias.
Las cosas fueron bien por un tiempo. Hubo una escaramuza con los indios en Blueball Canyon. 37 indios muertos, uno prisionero. Sin bajas americanas. Big Bart le puso una argolla en la nariz…
Era obvio que Big Bart se ponía cachondo con Rocío de Miel. No podía apartar sus ojos de ella. Ese culo, casi todo por culpa de ese culo. Una vez mirándola se cayó de su caballo y uno de los cocineros indios se puso a reír.
Quedó un sólo cocinero indio.
Un día Big Bart mandó al Niño con una partida de caza a matar algunos búfalos.
Big Bart esperó hasta que desaparecieron de la vista y entonces se fue hacia la carreta del Niño. Subió por el sillín, apartó la cortina, y entró. Rocío de Miel estaba tumbada en el centro de la carreta masturbándose.
-Cristo, nena -dijo Big Bart-. ¡No lo malgastes!
-Lárgate de aquí -dijo Rocío de Miel sacando el dedo de su chocho y apuntando a Big Bart-. ¡Lárgate de aquí echando leches y déjame hacer mis cosas!
-¡Tu hombre no te cuida lo suficiente, Rocío de Miel!
-Claro que me cuida, gilipollas, sólo que no tengo bastante. Lo único que ocurre es que después del período me pongo cachonda.
-Escucha, nena…
-¡Que te den por el culo!
-Escucha, nena, contempla…
Entonces sacó el gran martillo. Era púrpura, descapullado, infernal, y basculaba de un lado a otro como el péndulo de un gran reloj. Gotas de semen lubricante cayeron al suelo.
Rocío de Miel no pudo apartar sus ojos de tal instrumento. Después de un rato dijo: -¡No me vas a meter esa condenada cosa dentro!
-Dilo como si de verdad lo sintieras, Rocío de Miel.
-¡NO VAS A METERME ESA CONDENADA COSA DENTRO!
-¿Pero por qué? ¿Por qué? ¡Mírala!
-¡La estoy mirando!
-¿Pero por qué no la deseas?
-Porque estoy enamorada del Niño.
-¿Amor? -dijo Big Bart riéndose-. ¿Amor? ¡Eso es un cuento para idiotas! ¡Mira esta condenada estaca! ¡Puede matar de amor a cualquier hora!
-Yo amo al Niño, Big Bart.
-Y también está mi lengua -dijo Big Bart-. ¡La mejor lengua del Oeste!
La sacó e hizo ejercicios gimnásticos con ella.
-Yo amo al Niño -dijo Rocío de Miel.
-Bueno, pues jódete -dijo Big Bart y de un salto se echó encima de ella. Era un trabajo de perros meter toda esa cosa, y cuando lo consiguió, Rocío de Miel gritó. Había dado unos siete caderazos entre los muslos de la chica, cuando se vio arrastrado rudamente hacia atrás.
ERA EL NIÑO, DE VUELTA DE LA PARTIDA DE CAZA.
-Te trajimos tus búfalos, hijoputa. Ahora, si te subes los pantalones y sales afuera, arreglaremos el resto…
-Soy la pistola más rápida del Oeste -dijo Big Bart.
-Te haré un agujero tan grande, que el ojo de tu culo parecerá sólo un poro de la piel -dijo el Niño-. Vamos, acabemos de una vez. Estoy hambriento y quiero cenar. Cazar búfalos abre el apetito…
Los hombres se sentaron alrededor del campo de tiro, observando. Había una tensa vibración en el aire. Las mujeres se quedaron en las carretas, rezando, masturbándose y bebiendo ginebra. Big Bart tenía 34 muescas en su pistola, y una fama infernal. El Niño no tenía ninguna muesca en su arma, pero tenía una confianza en sí mismo que Big Bart no había visto nunca en sus otros oponentes. Big Bart parecía el más nervioso de los dos. Se tomó un trago de whisky, bebiéndose la mitad de la botella, y entonces caminó hacia el Niño.
-Mira, Niño…
-¿Sí, hijoputa…?
-Mira, quiero decir, ¿por qué te cabreas?
-¡Te voy a volar las pelotas, viejo!
-¿Pero por qué?
-¡Estabas jodiendo con mi mujer, viejo!
-Escucha, Niño, ¿es que no lo ves? Las mujeres juegan con un hombre detrás de otro. Sólo somos víctimas del mismo juego.
-No quiero escuchar tu mierda, papá. ¡Ahora aléjate y prepárate a desenfundar!
-Niño…
-¡Aléjate y listo para disparar!
Los hombres en el campo de fuego se levantaron. Una ligera brisa vino del Oeste oliendo a mierda de caballo. Alguien tosió. Las mujeres se agazaparon en las carretas, bebiendo ginebra, rezando y masturbándose. El crepúsculo caía.
Big Bart y el Niño estaban separados 30 pasos.
-Desenfunda tú, mierda seca -dijo el Niño-, desenfunda, viejo de mierda, sucio rijoso.
Despacio, a través de las cortinas de una carreta, apareció una mujer con un rifle. Era Rocío de Miel. Se puso el rifle al hombro y lo apoyó en un barril.
-Vamos, violador cornudo -dijo el Niño-. ¡DESENFUNDA!
La mano de Big Bart bajó hacia su revolver. Sonó un disparo cortando el crepúsculo. Rocío de Miel bajó su rifle humeante y volvió a meterse en la carreta. El Niño estaba muerto en el suelo, con un agujero en la nuca. Big Bart enfundó su pistola sin usar y caminó hacia la carreta. La luna estaba ya alta.
jueves, 15 de abril de 2010
" YA ME HAN CONTADO HASTA OCHO " de Charles Bukowski
Observo
3 pájaros
en un cable
de teléfono.
Uno se va
Volando
Luego
Otro.
Queda uno,
Luego
También él
Se va.
Mi máquina de escribir está
Silenciosa como un sepulcro.
Y yo me he quedado
Reducido a observar
Pájaros.
Simplemente he pensado
Que te lo debía
Contar
Cabrón.
miércoles, 14 de abril de 2010
¿ BEBE ? de Charles Bukowski
la vieja libreta amarilla
escribo desde la cama
como hice el año
pasado.
Iré al médico
El lunes.
sí, doctor, las piernas flojas, vértigo,
dolor de cabeza y dolor de espalda
¿bebe?, me preguntará
¿hace los ejercicios,
toma las vitaminas?
Creo que simplemente estoy enfermo
De la vida, siempre los mismos
Factores fluctuantes
Rancios.
Incluso en el hipódromo
Veo correr a los caballos
Y me parece
Que no tiene sentido.
Me voy enseguida después de apostar
A las carreras que quedan.
¿se marcha?, me pregunta el
empleado.
Si, está aburrido,
Le contesto.
pues si cree que es aburrido,
lo de ahí fuera,me dice,
imagínese aquí dentro
así que aquí estoy
apoyado de nuevo en
las almohadas
nada más que un viejo
nada más que un viejo escritor
con una libreta
amarilla.
Algo se
Acerca por el
Suelo
Hacia
Mí.
¡ah!, no es más que
mi gato
por esta vez.
martes, 13 de abril de 2010
" ARTE " de Charles Bukowski
Espíritu
Se desvanece
Aparece
La
Forma.
lunes, 12 de abril de 2010
" CONFESIÓN " de Charles Bukowski
Como un gato
Que va a saltar sobre
La cama
Me da tanta pena
Mi mujer
Ella verá este
Cuerpo
Blanco
Rígido
Lo zarandeará una vez y luego
Quizás
Otra:
Hank no
Responderá.
No es mi muerte lo que
Me preocupa, es mi mujer
Que se quedará con este
Montón de
Nada.
Quiero que
Sepa
Sin embargo
Que todas las noches
Que he dormido a su lado
Incluso las discusiones
Más inútiles
Siempre fueron
Algo espléndido
Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:
Te amo.
domingo, 11 de abril de 2010
" VIVIR DE CUBOS DE BASURA " de Charles Bukowski
Y es viento frío
Y pienso en los chicos
De la calle.
Espero que algunos tengan
Una botella de tinto.
Cuando estás en la calle
Es cuando te das cuenta de que
Todo
Tiene dueño
Y de que hay cerrojos en
Todo.
Así es como funciona la democracia:
Coges lo que puedes,
Intentas conservarlo
Y añadir algo
Si es posible.
Así es también como funciona
La dictadura
Sólo que una esclaviza
Y la otra destruye a sus
Desheredados.
Nosotros simplemente nos olvidamos
De los nuestros.
En cualquier caso
Es un viento
Fuerte
Y frío.
sábado, 10 de abril de 2010
" ACTO CREATIVO " de Charles Bukowski
Por el huevo roto en el suelo
Por el 5 de julio
Por el pez en la pecera
Por el viejo de la habitación nº 9
Por el gato sobre el muro
Por ti mismo
No por la fama
Ni por el dinero
Tienes que seguir luchando
Cuanto te haces viejo
Disminuye el atractivo
Es más fácil cuando se es joven
Cualquiera puede alcanzar
Las alturas alguna que otra vez
La clave consiste en
Resistir
Cualquier cosa que sirva
Para que
Esta vida siga bailando
Frente a
Doña Muerte.
viernes, 9 de abril de 2010
¡ OH, SI ! de Charles Bukowski
Hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde
jueves, 8 de abril de 2010
" TODO " de Charles Bukowski
los muertos no necesitan
aspirinas o
penas,
supongo
pero parece que necesitan
la lluvia.
tampoco zapatos
pero sí un lugar
sobre el que caminar
tampoco cigarrillos,
nos dicen,
pero sí un lugar
en el que arder
se nos dice:
el espacio y un lugar
donde volar
podrían ser
lo mismo
los muertos no me
necesitan
ni tampoco los
vivos
pero es posible que los muertos se necesiten
los unos
a los otros
en realidad, los muertos podrían necesitar
todas las cosas que nosotros
becesitamos
y nosotros necesitamos tanto,
si supiéramos
de cuánto
se trata
probablemente
todo
y probablemente
moriremos
intentando conseguirlo
o moriremos
porque
no lo logramos
espero
que entiendas
cuando yo haya muerto
todo
lo
que pude.
miércoles, 7 de abril de 2010
" ABRAZALA OSCURIDAD " de Charles Bukowski
La confusión es el dios
la locura es el dios la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte. La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser. no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes. aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo. La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes mantente alejado de dios
permanece angustiado deslizate.
martes, 6 de abril de 2010
" AIRE, LUZ, TIEMPO Y ESPACIO " de Charles Bukowski
"sabes, yo tenia una familia, un trabajo, algo
siempre estaba
en el medio
pero ahora
vendími casa, encontré este
lugar, un estudio amplio, deberías ver el espacio y
la LUZ,
por primera vez en mi vida voy a tener un lugar
y el tiempo para
CREAR"
no, nene, si vas a crearvas a crear trabajando
16 horas por día en una mina de carbón
o
vas a crear en una piecita con 3 chicos
mientras estas
desocupado,
vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de
tu cuerpo,
vas a crear ciego
mutilado
loco,
vas a crear con un gato trepando por tu
espalda mientras
la ciudad entera tiembla en terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.
nene, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto
y no crean nada,
excepto quizás una vida mas larga para encontrar
nuevas excusas.
lunes, 5 de abril de 2010
" ALMA DE ANIMALES MUERTOS " de Charles Bukowski
Después del matadero,
doblando la esquina, había
una cantina
donde me sentaba y veía caer el sol
a través de la ventana,
una ventana que daba a un sitio
lleno de hierbas altas y secas.
nunca me duchaba con los muchachos
en la fábrica
después de trabajar
así que olía a sudor y
sangre.
el olor a sudor disminuye después
de un rato
pero el olor a sangre empieza a fulminar
y ganar fuerza.
fumaba cigarrillos y tomaba cerveza
hasta que me sentía lo suficientemente bien
como para subirme al bus
con las almas de todos los animales muertos
que viajaban conmigo;
las cabezas volteaban discretamente
las mujeres se levantaban
y se alejaban de mí.
cuando bajaba del bus
sólo tenía que caminar una cuadra
y subir una escalera para llegar
a mi cuarto donde prendería la radio
y encendería un cigarro
y a nadie le importaría nada más de mí.
domingo, 4 de abril de 2010
FRAGMENTO DE LA NOVELA "HOLLYWOOD"

"(...) había tenido que aguantar Genios durante todos mis años de colegio: Shakespeare, Tolstoi, Ibsen, G. B. Shaw, Chejov, todos esos lelos. Y peor aún, Mark Twain, Hawthorne, las hermanas Brontë, Dreiser, Sinclair Lewis, todos te caían encima como un bloque de cemento y uno quería salir y huir, eran como padres tontos de remate, empeñados en seguir reglas y modales que acojonarían a un muerto."
-LUKE (cantinero): Escucha, estás aquí día y noche. No haces otra cosa más que estar sentado y darle a la botella.
-JOVEN (Chinaski): Ya.
-LUKE: Vale, mira, yo no quiero herirte ni nada de eso, pero es posible que esta mierda no te conduzca a nada.
-JOVEN: Está bien, Luke, no te preocupes por mí. Tú dedícate a servírmelas.
-LUKE: Claro, chico, pero ¿no hay nada en la vida que te importe?
-JOVEN: Oye, Luke, ¿sabes éste? ¿En qué se diferencian el culo de un pollo y el culo de un conejo?
-LUKE: No tengo ganas de oír chistes, tío. Lo que yo quiero saber es si hay alguna cosa que te importe.
-JOVEN: Está bien, mierda. Yo estaba en sexto curso, creo. La profesora nos pidió que escribiéramos algo sobre la experiencia que más nos hubiera cambiado. Y no me estoy refiriendo a cambiarnos de piso.
-LUKE: Ya.
-JOVEN: De todos modos, escribí sobre aquella rana que encontré en el jardín. Se le había quedado una pata en una valla de alambre. No podía soltarse. Le saqué la pata de la valla de alambre, pero seguía sin moverse.
-LUKE (bostezando): ¿Ah, sí?
-JOVEN: Así que me la puse en las rodillas y le hablé. Le dije que estaba atrapado, que también mi vida estaba cogida por algo. Le hablé durante mucho rato. Al final saltó de mis rodillas y se fue saltando por la hierba y desapareció en algún arbusto. Y me dije que aquella rana era lo primero que había echado de menos en toda mi vida.
-LUKE: ¿Ah, sí?
-JOVEN: La profesora lo leyó en clase. Todos lloraron.
-LUKE: Ya. ¿Y qué?
-JOVEN: Bueno, pensé que algún día podía ser escritor.
-LUKE (inclinándose hacia adelante): Chico, ¡tú estás loco!
"Puse la máquina de escribir sobre el escritorio, coloqué una hoja de papel y golpeé las teclas. La máquina todavía funcionaba. Y había muchísimo sitio para un cenicero, la radio y la botella. No dejes que nadie te diga lo contrario. La vida comienza a los 65."
"Hay algo que debe decirse en favor de la bebida: todas aquellas peleas me habrían matado si hubiese estado sobrio, pero al estar borracho era como si el cuerpo se volviese de goma y la cabeza de cemento. Muñecas torcidas, labios hinchados y rótulas magulladas eran lo único que tenía al día siguiente. También chichones en la cabeza, de las caídas. Cómo podría convertirse todo esto en un guíon era algo que yo no sabía. Yo sólo sabía que era la única parte de mi vida sobre la que no había escrito mucho. Yo creo que en aquella época estaba en mi sano juicio, tan en mi sano juicio como cualquier otro. Y sabía que había una civilización entera de almas perdidas que vivían fuera y dentro de los bares, día tras día, noche tras noche y para siempre, hasta morir. Yo nunca había leído acerca de esta civilización así que decidí escribir sobre ella, como yo la recordaba. Mi vieja máquina de escribir se puso a teclear."
"Entonces llegamos a un terreno negro. De golpe, calles hechas una porquería: un zapato izquierdo, una cáscara de naranja, un bolso viejo... un pomelo podrido... otro zapato izquierdo... un par de vaqueros... un neumático...
Tenía que conducir a través de todo eso. Dos negritos de unos once años nos miraban fijamente desde sus bicicletas. Era odio puro, perfecto. Podía sentirlo. Los negros pobres odiaban. Los blancos pobres odiaban. Sólo cuando los negros tenían dinero y los blancos tenían dinero era cuando se mezclaban. Algunos blancos amaban a los negros. Muy pocos negros, por no decir ninguno, amaban a los blancos. Todavía estaban desquitándose. Tal vez nunca lo lograsen. En una sociedad capitalista los perdedores son esclavos de los ganadores y tiene que haber más perdedores que ganadores. ¿Qué creía? Sabía que la política nunca lo resolvería y no quedaba tiempo suficiente para la buena suerte."
"El guión iba bien. Escribir nunca me ha costado trabajo. Que yo recuerde, siempre ha sido así: buscar una emisora de música clásica en la radio, encender un cigarrillo o un puro, abrir la botella. La máquina de escribir hacía el resto. Lo único que yo tenía que hacer era estar allí. Todo el proceso me permitía continuar cuando la vida en sí misma ofrecía muy poco, cuando la vida en sí misma era un espectáculo terrorífico. Siempre estaba la máquina de escribir para calmarme, para hablarme, para entrenerme, para salvarme el culo. Esencialmente era por eso por lo que escribía: para salvarme el culo, para salvarme del manicomio, de las calles, de mí mismo.
Una de mis antiguas novias me gritó:
-¡Bebes para escapar de la realidad!
-Por supuesto querida -le contesté.
Yo tenía la botella y la máquina de escribir. Yo quería un pájaro en cada mano, a la mierda con los que estaban volando."
-A veces odio ser blanca -dijo Sarah.
-También hay guetos blancos. Y negros ricos.
-No se puede comparar.
-No, pero no sé qué puedo hacer al respecto.
-Empezar por algún lado.
-No tengo cojones para eso. Estoy demasiado preocupado por mi propio culo blanco. Vamos a unirnos a este grupo tan divertido que hay aquí y a beber un poco más.
-Esa es tu respuesta a todo: beber.
-No, esa es mi respuesta a la nada.
"Yo volví a jugar con la poesía. También planeé un nuevo sistema para el hipódromo. El hipódromo era importante para mí porque me permitía olvidar que, supuestamente, yo era un escritor. Escribir era extraño. Necesitaba escribir, era como una enfermedad, una droga, una fuerte compulsión, sin embargo no me gustaba verme a mí mismo como escritor. Tal vez había conocido a demasiados escritores. Empleaban más tiempo hablando mal unos de otros que en hacer su trabajo. Eran inquietos, cotillas, solteronas; se quejaban, apuñalaban por la espalda y estaban llenos de vanidad. ¿Esos eran nuestros creadores? ¿Siempre fue así? Posiblemente. Tal vez escribir fuese una forma de quejarse. Sólo que algunos se quejaban mejor que otros."
sábado, 3 de abril de 2010
"PITTSBURGH Y COMPAÑIA" de Bukowski (relato completo)
una especie de imbécil y yo trataba de evitarle, pero él siempre estaba asomado
colgando de la ventana medio bebido. Me veía salir de mi casa y siempre me decía
lo mismo:
-Hey, Hank. ¿Por qué no me llevas a las carreras?
Y yo siempre le contestaba:
-Un día de éstos, Joe, hoy no.
Bueno, él seguía y seguía siempre con lo mismo, colgando de la ventana medio
borracho, así que un día le dije:
-Está bien, Cristo, vamos...
Y nos fuimos a las carreras.
Enero en Santa Anita, si conocieras ese hipódromo sabrías que puede hacer
verdadero frío cuando estás perdiendo. El viento llega de las montañas nevadas y
tus bolsillos están vacíos y tiemblas y piensas en la muerte y en los tiempos
duros y en el alquiler y todo lo demás. No es un sitio muy agradable para
perder. En Hollywood Park por lo menos puedes volver a tu casa bronceado.
Nos fuimos a las carreras. El habló durante todo el camino. No había estado
jamás en un hipódromo. Le tuve que explicar la diferencia entre ganador,
colocado y apuesta múltiple. Ni siquiera sabía lo que era una valla de salida o
un folleto de apuestas. Cuando llegamos, utilizó mi folleto. Tuve que enseñarle
a leerlo. Le pagué la entrada y le compré un programa. Todo lo que él tenía eran
dos dólares, me los enseñó. Suficiente para una apuesta.
Dimos una vuelta antes de la primera carrera, mirando a las mujeres. Joe me dijo
que no había estado con una mujer en cinco años. Era un tío de apariencia
miserable, un verdadero perdedor. Pasamos las páginas del folleto de apuestas y
miramos a las mujeres; entonces Joe me dijo:
-¿Cómo es que el caballo 6 está 14 a uno? A mí me parece el mejor.
Traté de explicarle por qué el caballo estaba 14 a uno en relación con los otros
caballos, pero él no me escuchaba.
-Tan cierto como el infierno que es el mejor. No lo entiendo. Yo voy a apostar
por él.
-Son tus dólares, Joe -dije yo-, y no pienso prestarte ni un céntimo cuando los
pierdas.
El nombre del caballo era Red Charley, una bestia de aspecto triste. Salió con
las cuatro patas vendadas. Cuando la gente lo vio, su cotización bajó a 18 a
uno. Yo puse diez dólares a ganador al caballo lógico, Bold Latrine, un apretado
manojo de clase, con una buena temporada a sus espaldas, y segundo favorito en
la carrera. Pensé que 7 a 2 era un buen precio para ese caballo.
Era un recorrido de milla y cuarto. Red Charley estaba ya en 20 a uno cuando
salió de la valla, y salió el primero; no podías perderlo de vista con tanto
vendaje. El chico le pegó fuerte y sacó cuatro cuerpos en la primera recta,
debía creerse que estaba en una carrera de cuarto de milla. El jockey sólo había
ganado dos veces en 40 montas y en seguida se veía por qué. Llevaba seis cuerpos
de ventaja en la recta de vuelta. La espuma caía a chorros por el cuello de Red
Charley; parecía condenada crema de afeitar.
En la última curva los seis cuerpos habían disminuido a cuatro y todo el paquete
le iba ganando distancia. Al entrar en la recta final, Red Charley sólo sacaba
un cuerpo y medio y mi caballo, Bold Latrine, iba avanzando cada vez más. Yo me
sentía como si estuviera allí dentro. A mitad de la recta sólo me sacaba una
cabeza. Unos metros más y estaría el primero. Pero siguieron de ese modo hasta
el final. Red Charley ganó por una cabeza. Pagaron 42,80 dólares.
-Sabía que era el mejor -dijo Joe, y se fue a cobrar su dinero.
Cuando volvió me pidió el folleto de nuevo. Lo ojeó.
-¿Cómo es que Big H está 6 a uno? -me preguntó-. Parece el mejor.
-Puede que te parezca el mejor a ti -dije-, pero según los expertos en caballos
y handicap, verdaderos profesionales, su valor es de 6 a uno.
-No te cabrees, Hank. Ya sé que soy un novato en este juego. Sólo quiero decir
que me parece como si debiera ser el favorito. No sé. Voy a apostar por él de
todas formas. Voy a apostar diez dólares de ganador.
-Es tu dinero, Joe. Sólo tuviste suerte en la primera carrera, el juego no es
tan sencillo.
Bueno, Big H ganó y pagaron 14,40 dólares. Joe empezó a pavonearse. Leímos de
nuevo el folleto en el bar y Joe pidió una bebida para cada uno y le dio al
camarero un dólar de propina. Cuando nos íbamos del bar, se dirigió al camarero
y le dijo: «Barneyïs Mole está solo en esta carrera». Barneyïs Mole era el
favorito a 6/5, así que no me pareció una predicción tan disparatada. De todos
modos, al acabar la carrera, ganador, representó dinero. Pagaron a 4,20 dólares
y Joe se sacó 20 dólares gracias a él.
-Esta vez -me dijo- eligieron favorito al caballo adecuado.
Al acabar la jornada, de nueve carreras, Joe había acertado ocho ganadores. En
el camino de vuelta, estuvo todo el rato preguntándose cómo podía haberse
equivocado en la séptima carrera.
-Blue Truck parecía con mucho el mejor. No entiendo cómo llegó tercero.
-Joe, has ganado 8 de 9. Esa es la suerte del novato. No sabes lo jodido que es
este juego.
-A mí me parece fácil. Simplemente eliges el ganador y luego recoges tu dinero.
No volví a hablar en todo el resto del viaje. Esa misma noche llamó a mi puerta
y se presentó con una botella de whisky y el folleto de apuestas. Le ayudé a
vaciar la botella, él me dijo los nueve ganadores del día siguiente y me explicó
por qué. Teníamos entre nosotros a un verdadero experto. Yo sabía cómo podían
subirse las carreras a la cabeza. Una vez tuve 17 ganadores seguidos y pensé en
comprar casas a todo lo largo de la costa y empezar un negocio de esclavos
blancos para proteger mis ganancias de los inspectores de Hacienda. Así de loco
te puedes volver.
Me moría de ganas por llevar a Joe al hipódromo al día siguiente. Quería ver su
cara cuando fallasen todas sus predicciones. Los caballos eran sólo animales
hechos de carne. Continuamente fallaban. Como decían los viejos aficionados:
«Hay una docena de formas de perder una carrera y sólo una de ganarla».
Bueno, pues no ocurrió así. Joe acertó 7 de sus 9 ganadores; caballos
desconocidos, de tarifa media. Y todo el camino de vuelta estuvo maldiciendo sus
dos perdedores. No podía entender por qué había fallado. Yo no dije nada.
El hijo de puta podía tener razón. Pero los porcentajes acabarían venciéndolo.
Comenzó a explicarme que yo apostaba mal, y el modo adecuado de hacerlo. Dos
días en el hipódromo y ya era un experto. Yo llevaba jugando 20 años y el tío me
estaba diciendo que no conocía mi propio culo.
Fuimos toda la semana y Joe siguió ganando. Se volvió tan insoportable que no
pude aguantarle por más tiempo. Se compró traje y sombrero nuevos, zapatos y
camisas, y empezó a fumar puros de medio dólar. Les dijo a los del subsidio de
paro que estaba empleado en su propio negocio y que no necesitaba su sucio
dinero por más tiempo. Joe se había vuelto loco. Se dejó crecer el bigote, se
compró un reloj de pulsera y un costoso anillo. El martes siguiente le vi
dirigirse al hipódromo en coche propio. un Caddy negro del 69. Me saludó desde
la ventanilla al tiempo que echaba fuera la ceniza de su puro. En el hipódromo
no hablé con él. Ahora iba siempre al sector de socios. Cuando llamó a mi puerta
aquella noche, llevaba la habitual botella de whisky y una rubiaza a su lado.
Una rubia joven, bien vestida, bien cuidada, tenía unas formas y una cara
magníficas. Entraron juntos.
-¿Quién es este viejo sarnoso? -le preguntó a Joe.
-Es mi viejo compadre, Hank -le dijo él-; le conocí cuando yo era pobre. Me
llevó un día a las carreras.
-¿Y no tiene alguna vieja?
-El viejo Hank no ha estado con una mujer desde 1965. Oye, ¿qué tal si lo
juntamos con la gorda Gertie?
-Oh infiernos, Joe. ¡La gorda Gertie no lo aguantaría! Mira, va vestido como un
pordiosero.
-Ten un poco de misericordia, nena, es mi compadre. Sé que no tiene muy buena
pinta, pero empezamos juntos, y yo soy muy sentimental.
-Bueno, la gorda Gertie no es sentimental, y le gusta la clase.
-Mira, Joe -dije yo-, olvídate de las mujeres. Siéntate aquí, bebamos unos
tragos, y vamos a echar un vistazo al folleto de apuestas para que me digas los
ganadores de mañana.
Joe hizo eso. Bebimos y me señaló los caballos. Me escribió nueve nombres en un
pedazo de papel. Su chica, Thelma, bueno, Thelma me miraba como si fuese una
mierda de perro en medio de un césped bien cuidado.
Estos nueve caballos dieron ocho ganadores al día siguiente. Uno de ellos pagó
62 dólares. No podía entenderlo. Esa noche Joe vino con una chica nueva. Parecía
aún más bonita. El se sentó a mi lado con la botella y el folleto de apuestas y
me escribió nueve caballos más.
Entonces me dijo:
-Escucha, Hank, me voy a mudar de casa. He encontrado un bonito apartamento de
lujo al lado del hipódromo. El tiempo de viaje de ida y vuelta a las carreras
era un coñazo. Vámonos, nena. Nos veremos por ahí, chico, adiós.
Sabía lo que pasaba. Mi compadre me estaba dando el cepillazo. Al día siguiente
aposté fuerte a los nueve caballos. Siete fueron ganadores. Cuando volví a casa
me sumergí en el folleto de apuestas tratando de hallar el motivo por el que los
había elegido, pero no parecía haber ninguna razón comprensible. Algunas de sus
selecciones eran verdaderos rompecabezas para mí.
No volví a ver a Joe por el patio de apuestas, excepto una vez. Le vi entrar en
los locales del club con dos mujeres. Estaba gordo, reía a carcajadas. Llevaba
un traje de doscientos dólares y un anillo con un diamante incrustado. Arrojó al
suelo a medio fumar un puro importado de dólar y medio.
Ese día perdí todas las carreras.
Dos años más tarde, yo estaba en el hipódromo de Hollywood Park y era un día
particularmente caluroso, un jueves. En la sexta carrera había sacado un ganador
a 26,80 dólares. Cuando me alejaba de la ventanilla de pagos, oí su voz detrás
mío:
-¡Eh, Hank! ¡Hank!
Era Joe.
-Cristo, tío -dijo-. ¡Es maravilloso volver a verte!
-Hola, Joe...
Seguía con su traje de doscientos dólares, en medio de todo ese calor. Todo el
mundo iba en mangas de camisa. El necesitaba un afeitado, sus zapatos estaban
polvorientos y el traje estaba arrugado y sucio. El diamante había desaparecido,
el reloj de pulsera había desaparecido.
-Dame un cigarrilo, Hank.
Le dí un cigarrillo y cuando lo encendió, noté que sus manos temblaban.
-Necesito un trago, tío -me dijo.
Lo llevé a un bar y nos tomamos un par de whiskies. Joe estudió el folleto de
apuestas.
-Escucha, tío; yo te he señalado un montón de ganadores, ¿no?
-Claro que sí, Joe.
Estuvimos allí mirando el folleto por un rato.
-Ahora coge esta carrera -dijo-. Mira a Black Monkey. Va a ganar, Hank. Lo tiene
chupado. Y está 8 a uno.
-¿Te gustan sus posibilidades, Joe?
-Está hecho, tío. Ganará como la luz del día.
Pusimos nuestras apuestas a Black Monkey y salimos a ver la carrera. Llegó en
séptimo lugar.
-No lo entiendo -dijo Joe-. Mira, déjame dos pavos más, Hank. Siren Call está en
la próxima, no puede perder. No hay manera.
Siren Call llegó a alcanzar un quinto puesto, pero eso no es una gran ayuda
cuando apuestas a ganador. Joe me sacó otros dos dólares para la novena carrera
y su caballo llegó el último. Me dijo que no tenía coche y que si me importaba
llevarle a casa.
-No te lo vas a creer -me dijo-, pero estoy de nuevo en la miseria.
-Te creo, Joe.
-Pero me remontaré. Sabes, Pittsburgh Phil se arruinó media docena de veces.
Siempre consiguió volver a enriquecerse. Sus amigos tenían fe en él. Le
prestaban dinero.
Cuando le dejé, me encontré con que ahora vivía en una vieja casa de
habitaciones alquiladas, a unas cuatro manzanas de la mía. Yo nunca me había
mudado. Cuando bajó del coche me dijo:
-Hay un programa cojonudo para mañana, lo tengo controlado. ¿Vas a ir?
-No estoy seguro, Joe.
-Quiero saber si vas a ir.
-Claro, Joe.
Esa noche oí llamar a mi puerta. Reconocí la llamada de Joe. No contesté. Seguí
tumbado en la cama. El siguió llamando. Yo tenía la televisión encendida, pero
seguí sin contestar. El volvió a llamar.
-¡Hank! ¡Hank! ¿Estás ahí? ¡EH, HANK!
Entonces empezó a pegarle de verdad a la puerta, el hijo de puta. Estaba
frenético. Golpeó y golpeó, una y otra vez. Al fin paró. Le oí bajar las
escaleras. Entonces oí cerrarse la puerta principal de la casa. Me levanté,
apagué el televisor, fui hasta el frigorífico, me hice un sandwich de jamón y
queso, y abrí una botella de cerveza. Me senté con todo ello, abrí el folleto de
apuestas del día siguiente y empecé a mirar la primera carrera, un premio de
cinco mil dólares potros de más de tres años. Me gustaba el número 8. Estaba
homologado en 5 a uno. De cualquier modo, me quedaba con él.
viernes, 2 de abril de 2010
FRAGMENTO DE PULP, capitulo 22
Simplemente me quedé allí sentado esperando. Unos diez minutos después sentí
un hormigueo por todo el cuerpo. Fui capaz de mover la mano un poquito.
Luego, otro poquito. Me llevé el vodka a los labios, conseguí inclinar la
cabeza y me lo bebí todo. Puse el vaso en el suelo, me estiré en la cama y
esperé de nuevo a que me entrara el sueño. Oí un disparo en la calle y
comprendí que en el mundo todo iba bien. A los cinco minutos estaba dormido.
Como todos los demás.
22
Me desperté deprimido. Miré el techo, las grietas del techo. Vi en ellas un
búfalo que se lanzaba sobre algo. Pensé que era sobre mí. Luego vi una
serpiente con un conejo en la boca. El sol entraba a través de las rajas de
las persianas y formaba una esvástica en mi vientre. El agujero del culo me
escocía. ¿Sería que tenía otra vez hemorroides? Tenía el cuello rígido y la
boca me sabía a leche agria.
Me levanté y fui hacia el cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo
pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de los
ojos. Ojillos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato.
Tenía la carne floja. Parecía como si le disgustara ser parte de mí. Las
cejas retorcidas para abajo parecían enloquecidas, unos pelos de cejas
enloquecidas. Horrible. Tenía un aspecto asqueroso. Y ni siquiera tenía
ganas de mover el vientre. Estaba atrancado. Me dirigí al retrete a mear.
Apunté bien pero no sé por qué salió de lado y se estrelló en el suelo.
Intenté apuntar mejor y meé toda la tapa del retrete que me había olvidado
de levantar. Arranqué un buen pedazo de papel higiénico y lo limpié. Limpié
el asiento. Eché el papel dentro de la taza y tiré de la cadena. Fui a la
ventana, miré hacia afuera y vi una cagada de gato en el tejado de la casa
de al lado. Luego me di la vuelta, busqué el cepillo de dientes, apreté el
tubo. Salió demasiado. Rebasó el cepillo y cayó al lavabo. Era verde. Era
como un gusano verde. Metí un dedo, cogí un poco, lo puse en el cepillo y
empecé a cepillarme. ¡Dientes! ¡Vaya una maldita cosa! Tenemos que comer y
comer y volver a comer. Somos asquerosos, condenados a nuestros pequeños y
sucios hábitos. Comer y tirarse pedos y rascarse y sonreír y marcharse de
vacaciones.
Terminé de cepillarme los dientes y me volví a la cama. No me quedaba
ninguna energía, ningún ánimo. No era más que una chincheta. Un pedazo de
linóleo.
Decicí quedarme en la cama hasta mediodía. Quizá para entonces la mitad del
mundo se habría muerto y sería sólo la mitad de duro de sobrellevar. Quizá
si me levantase a mediodía tendría mejor aspecto, me encontraría mejor. Una
vez conocí a un tipo que no defecaba desde hacía días. Al final simplemente
explotó. De verdad. La mierda le salió volando de la barriga.
Luego sonó el teléfono. Lo dejé sonar. Nunca contesto al teléfono por la
mañana. Sonó 5 veces y luego paró. Ya. Estaba a solas conmigo. Y como era
asqueroso, era mejor que estar con otra persona, con cualquier persona de
las que andan por ahí con sus penosas triquiñuelas y juegos de manos. Me
subí las mantas hasta el cuello y esperé.
jueves, 1 de abril de 2010
"EL PRICIPIANTE" de Bukowski (relato completo)
El principiante.
por Charles Bukowski.
Bien, dejé el lecho de muerte y salí del hospital del condado y conseguí un
trabajo como encargado de almacén. Tenía los sábados y los domingos libres y
un sábado hablé con Madge:
-Mira, nena, no tengo prisa por volver a ese hospital. Tendría que
buscar algo que me apartara de la bebida. Hoy, por ejemplo, ¿qué se puede
hacer sino emborracharse? El cine no me gusta. Los zoos son estúpidos. No
podemos pasarnos todo el día jodiendo. Es un problema.
-¿Has ido alguna vez a un hipódromo?
-¿Qué es eso?
-Donde corren los caballos. Y tú apuestas.
-¿Hay algún hipódromo abierto hoy?
-Hollywood Park.
-Vamos.
Madge me enseñó el camino. Faltaba una hora para la primera carrera y el
aparcamiento estaba casi lleno. Tuvimos que aparcar a casi un kilómetro de la
entrada.
-Parece que hay mucha gente -dije.
-Sí, la hay.
-¿Y qué haremos ahí dentro?
-Apostar a un caballo.
-¿A cuál?
-Al que quieras.
-¿Y se puede ganar dinero?
-A veces.
Pagamos la entrada y allí estaban los vendedores de periódicos diciéndonos:
-¡Lea aquí cuales son sus ganadores! ¿Le gusta el dinero? ¡Nosotros le
ayudaremos a que lo gane!
Había una cabina con cuatro personas. Tres de ellas te vendían sus selecciones
por cincuenta centavos, la otra por un dólar. Madge me dijo que comprase dos
programas y un folleto informativo. El folleto, me dijo, trae el historial de
los caballos. Luego me explicó cómo tenía que hacer para apostar.
-¿Sirven aquí cerveza? -pregunté.
-Sí claro. Hay un bar.
Cuando entramos, resultó que los asientos estaban ocupados. Encontramos un
banco atrás, donde había como una zona tipo parque, cogimos dos cervezas y
abrimos el folleto. Era sólo un montón de números.
-Yo sólo apuesto a los nombres de los caballos -dijo ella.
-Bájate la falda. Están todos viéndote el culo.
-¡Oh! Perdona.
-Toma seis dólares. Será lo que apuestes hoy.
-Oh, Harry, eres todo corazón -dijo ella.
En fin, estudiamos todo detenidamente, quiero decir estudié, y tomamos otra
cerveza y luego fuimos por debajo de la tribuna a primera fila de pista. Los
caballos salían para la primera carrera. Con aquellos hombrecitos encima
vestidos con aquellas camisas de seda tan brillantes. Algunos espectadores
chillaban cosas a los jinetes, pero los jinetes les ignoraban. Ignoraban a los
aficionados y parecían incluso un poco aburridos.
-Ese es Willie Shoemaker -dijo Madge, señalándome a uno. Willie
Shoemaker parecía a punto de bostezar. Yo también estaba aburrido. Había
demasiada gente y había algo en la gente que resultaba depresivo.
-Ahora vamos a apostar -dijo ella.
Le dije dónde nos veríamos después y me puse en una de las colas de dos
dólares ganador. Todas las colas eran muy largas. Yo tenía la sensación de que
la gente no quería apostar. Parecían inertes. Cogí mi boleto justo cuando el
anunciador decía: «¡Están en la puerta!».
Encontré a Madge. Era una carrera de kilómetro y medio y nosotros estábamos en
la línea de meta.
-Elegí a Colmillo Verde -le dije.
-Yo también -dijo ella.
Tenía la sensación de que ganaríamos. Con un nombre como aquél y la última
carrera que había hecho, parecía seguro. Y con siete a uno.
Salieron por la puerta y el anunciador empezó a llamarlos. Cuando llamó a
Colmillo Verde, muy tarde, Madge gritó:
-¡COLMILLO VERDE!
Yo no podía ver nada. Había gente por todas partes. Dijeron más nombres y
luego Madge empezó a saltar y a gritar:
¡COLMILLO VERDE! ¡COLMILLO VERDE!
Todos gritaban y saltaban. Yo no decía nada. Luego, llegaron los caballos.
-¿Quién ganó? -pregunté.
-No sé -dijo Madge-. Es emocionante, ¿eh?
-Sí.
Luego, pusieron los números. El favorito 7/5 había ganado, un 9/2 quedaba
segundo y un 3 tercero.
Rompimos los boletos y volvimos a nuestro banco.
Miramos el folleto para la siguiente carrera.
-Apartémonos de la línea de meta para poder ver algo la próxima vez.
-De acuerdo -dijo Madge.
Tomamos un par de cervezas.
-Todo esto es estúpido -dije-. Esos locos saltando y gritando, cada
uno a un caballo distinto. ¿Qué pasó con Colmillo Verde?
-No sé. Tenía un nombre tan bonito.
-Pero los caballos no saben cómo se llaman... El nombre no les hace
correr.
-Estás enfadado porque perdiste la carrera. Hay muchas más carreras.
Tenía razón. Las había.
Seguimos perdiendo. A medida que pasaban las carreras, la gente empezaba a
parecer muy desgraciada, desesperada incluso. Parecían abrumados, hoscos.
Tropezaban contigo, te empujaban, te pisaban y ni siquiera decían «perdón». O
«lo siento».
Yo apostaba automáticamente, sólo porque ella estaba allí. Los seis dólares de
Madge se acabaron al cabe de tres carreras y no le di más. Me di cuenta de que
era muy difícil ganar. Escogieras el caballo que escogieras, ganaba otro. Yo
ya no pensaba en las probabilidades.
En la carrera principal aposté por un caballo que se llamaba Claremount III.
Había ganado su última carrera fácilmente y tenía un buen tanteo. Esta vez
llevé a Madge cerca de la curva final. No tenía grandes esperanzas de ganar.
Miré el tablero y Claremount III estaba 25 a uno. Terminé la cerveza y tiré el
vaso de papel. Doblaron la curva y el anunciador dijo:
-¡Ahí viene Claremount III!
Y yo dije:
-¡Oh, no!
-¿Apostaste por él? -dijo Madge.
-Sí -dije yo.
Claremount pasó a los tres caballos que iban delante de él, y se distanció en
lo que parecían unos seis largos. Completamente solo.
-Dios mío -dije-, lo conseguí.
-¡Oh, Harry! ¡Harry!
-Vamos a tomar un trago -dije.
Encontramos un bar y pedí. Pero esta vez no pedí cerveza. Pedí whisky.
-Apostamos por Claremount III -dijo Madge al del bar.
-¿Sí? -dijo él.
-Sí -dije yo, intentando parecer veterano. Aunque no sabía cómo eran
los veteranos del hipódromo.
Me volví y miré el marcador. CLAREMOUNT se pagaba a 52,40.
-Creo que se puede ganar a este juego -le dije a Madge -. Sabes, si
ganas una vez no es necesario que ganes todas las carreras. Una buena apuesta,
o dos, pueden dejarte cubierto.
-Así es, así es -dijo Madge.
Le di dos dólares y luego abrimos el folleto. Me sentía confiado. Recorrí los
caballos. Miré el tablero.
-Aquí está -dije-. LUCKY MAX. Está nueve a uno ahora. El que no
apueste por Lucky Max es que está loco. Es sin duda el mejor y está nueve a
uno. Esta gente es tonta.
Fuimos a recoger mis 52,40.
Luego fui a apostar por Lucky Max. Sólo por divertirme, hice dos boletos de
dos dólares con él ganador.
Fue una carrera de kilómetro y medio, con un final de carga de caballería.
Debía haber cinco caballos en el alambre. Esperamos la foto. Lucky Max era el
número seis. Indicaron cuál era el primero:
6.
Oh Dios mío todopoderoso. LUCKY MAX.
Madge se puso loca y empezó a abrazarme y besarme y dar saltos.
También ella había apostado por él. Había alcanzado un diez a uno. Se pagaba
22,80 dólares. Le enseñé a Madge el boleto ganador extra. Lanzó un grito.
Volvimos al bar. Aún servían. Conseguimos beber dos tragos antes de que
cerraran.
-Dejemos que se despejen las colas -dije-. Ya cobraremos luego.
-¿Te gustan los caballos, Harry?
-Se puede -dije-, se puede ganar, no hay duda.
Y allí estábamos, bebidas frescas en la mano, viendo bajar a la multitud por
el túnel camino del aparcamiento.
-Por amor de Dios -le dije a Madge-, súbete las medias. Pareces una
lavandera.
-¡Uy! ¡Perdona papaíto!
Mientras se inclinaba, la miré y pensé, pronto podré permitirme algo un
poquillo mejor que esto.
Jajá.